Una mirada a la infancia del profeta Samuel nos trae al corazón el asunto de la responsabilidad de los padres en la conducta de los hijos, especialmente en la primera etapa de su vida – cuando ellos aún no son totalmente conscientes de sus actos.

Hay un contraste entre Ana y Elcana, padres de Samuel, y Elí, el padre de Ofni y Finees. En su primera etapa, se dice tanto de Samuel como de Ofni y Finees que no conocían a Dios (1 Sam. 2:12; 3:7). Sin embargo, pese a ello, su conducta fue desde el principio muy distinta: Samuel agradó a Dios, en tanto los hijos de Elí ofendieron al Señor en forma reiterada.

El hecho de que ni uno ni los otros conocieran a Dios significa que su conducta no podía proceder de la vida de Dios en ellos, pues no la tenían. Era simplemente la consecuencia de su formación en el hogar, de la enseñanza y el ejemplo de sus padres.

Mientras Ana, una mujer estéril y sufrida, había pedido al Señor un hijo para luego ofrecerlo a Su servicio, Elí había sido complaciente con los suyos, al punto que ellos habían blasfemado contra Dios y él no los había estorbado (3:13). Dios tenía quejas justificadas contra Elí, quien había honrado más a sus hijos que al Señor (2:29).

Ana había prometido su hijo al Señor, y a su debido tiempo cumplió su promesa, llevándolo al santuario de Silo. Ese gesto de Ana demuestra una profunda piedad y abnegación. Luego, año tras año, cuando ella y su marido iban a adorar, le llevaban al niño una hermosa túnica, pero siempre respetando la consagración de éste. Ellos sabían que aquel hijo ya no les pertenecía. Tal era la medida de su devoción a Dios, y la forma cómo ellos le honraban.

Elí, en tanto, dejaba pasar los días contemplando las fechorías de sus hijos, sin asumir una actitud firme para detenerlos. Detrás de esa pasividad, había un menosprecio hacia Dios, una iniquidad que le costó caro. Sabemos cuán diferente fue el fin de ambos. Samuel fue uno de los grandes profetas de Dios, en cambio, Ofni y Finees murieron tempranamente bajo el juicio de Dios.

Por supuesto, en su mayoría de edad, no podemos eximir de la responsabilidad personal a Samuel y a los hijos de Elí. Sin embargo, en la primera etapa de sus vidas, cuando ellos aún no tenían un conocimiento personal de Dios –es decir, una fe propia–, su conducta estuvo determinada por la fe y la conducta de sus padres. Y esa fe y esa conducta trazaron sus caminos desde temprana edad.

Que el Señor nos conceda a los padres cristianos la gracia de percibir esto a tiempo, antes de que la suerte ya esté tristemente echada para nuestros hijos.

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