La realidad de un cristiano muestra un contraste vivo con cualquier forma de religiosidad. Si tomamos el judaísmo o cualquier otro «ismo» que exista en el mundo, ¿qué es lo que encontraremos? ¿No es invariablemente algo para mejoramiento del primer hombre? Pero, ¿qué es el verdadero cristianismo? Es algo enteramente nuevo, espiritual, divino; está basado en la cruz de Cristo, donde el viejo hombre fue crucificado y sacado de la lista de Dios para siempre.

La cruz cierra la historia del primer hombre. «Yo estoy crucificado con Cristo», dice el apóstol (Gál. 2:20). ¿Es esto solamente palabrería o está basado en la poderosa palabra del Espíritu Santo? El verdadero cristianismo comienza con la tumba abierta del Segundo Hombre, para continuar su brillante carrera hacia la gloria eterna. Es una nueva creación, en la cual no hay absolutamente nada de las cosas viejas, porque todas son hechas nuevas.

¡Qué descanso! Qué dulce alivio para las pobres almas cargadas que han buscado vanamente encontrar la paz por sus propios medios; qué liberación de la legalidad de la ley, encontrar el precioso secreto de que mi culpabilidad y mi ruina, toda mi decadencia, todas estas cosas que yo he estado tratando, por todos los medios, en mí mismo, de mejorar, han sido completamente y para siempre puestas de lado; que Dios no está buscando ninguna enmienda en mi naturaleza; que la ha condenado y la ha llevado a la cruz de su Hijo.

Podemos decir verdaderamente que el esfuerzo más exitoso de Satanás en contra de la verdad del evangelio, en contra del verdadero cristianismo del Nuevo Testamento, se ve en el hecho de que él guía a la gente inconversa a apropiarse y aplicar ordenanzas de una religión cristiana y profesar muchas de las doctrinas. De esta forma se ciegan sus ojos a su verdadera condición arruinada y culpable, y recibe un duro golpe el puro evangelio de Cristo.

La mejor pieza que se pudo haber puesto en las viejas vestiduras de la naturaleza arruinada del hombre es la profesión de un cristianismo vacío. Marcos 2:21 dice: «Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura».

«Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gál. 2:19-20). Esto, y no otra cosa, es el verdadero cristianismo; no el viejo hombre llegando a ser religioso. No, es la muerte y la sepultura del viejo hombre, que llega a ser un nuevo hombre en Cristo. Es pasar de la vieja creación a la nueva creación, del viejo estado de pecado y de muerte, a un nuevo estado de vida, de rectitud en un Cristo resucitado y glorificado, la Cabeza de una nueva creación, al último Adán. Esta es la posición inalterable del más débil creyente en Cristo. (C.H.M).

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