La reedificación del tabernáculo de David como tipo de la restauración de la iglesia, con sus variados ministerios.

En el capítulo 15 de Hechos tenemos el llamado Concilio de Jerusalén. Se había suscitado un problema tan grande, que los apóstoles tuvieron que reunir a toda la iglesia para resolverlo.

La iglesia tuvo el primer conflicto teológico, de fe y de procedimientos, pues: «…algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos» (Hechos 15:1).

Pablo y Bernabé se pusieron firmes, y comenzaron a discutir y a contender, para defender que los gentiles no debían guardar los ritos de la ley. Hubo gran discusión, y los apóstoles reunieron a todos los hermanos para zanjar esto de una vez.

Pablo y Bernabé, «…llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés. Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones» (v. 3-9).

Luego, Pedro da el testimonio de la visita a la casa de Cornelio. «Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor…».

Jacobo resume la conclusión del primer concilio de la iglesia: ‘Hermanos, estas son las palabras que dijeron los profetas: «Reedificaré el tabernáculo de David, que está caído».

El tabernáculo de David

Amados hermanos, ¿cuál es el tabernáculo de David? Existe el tabernáculo de Moisés, el templo de Salomón, la reconstrucción del templo, y el templo de Herodes en el tiempo del Señor Jesús. Entonces, ¿cuál es el tabernáculo de David?

Hay un episodio que quisiera que viéramos para entender una revelación anterior a la reedificación del templo por medio de Nehemías y Esdras. Antes de eso, hay una revelación de lo que sería la iglesia del Señor. Porque Jacobo dice: ‘Este hecho de que se estén convirtiendo los gentiles, esto es el tabernáculo de David’. Él no dice: ‘Esto es el tabernáculo de Moisés, o la reedificación del templo de Salomón’. Dice: ‘Esto es el tabernáculo de David que estaba caído’.

Veamos 1 Crónicas 15. Es precioso ver la iglesia en Crónicas. Nehemías escribe Crónicas, y revela un episodio anterior a la reedificación del templo.

Cuando Josué se establece sobre la tierra prometida, lentamente se va perdiendo el significado del arca del pacto y del tabernáculo de Moisés. Se va perdiendo el interés de los israelitas. En tiempos de Samuel, la lámpara del Señor se apagaba; ya no había profecía, no había fe. Habían sólo rituales. El pueblo se alejó de la gloria del tabernáculo de Moisés. El arca llegó a ser como un fetiche. La decadencia era grande. No había profecía, no había palabra de Dios. El arca fue capturada por los filisteos. Hermanos, esto es tremendo. ¡Estamos hablando del arca del pacto donde estaba la presencia de Dios! Llegó a ser un mueble más… Israel perdió el arca, perdió la gloria de Dios.

Entonces, aparece David, que es tipo de Jesucristo. Él toma de nuevo el arca y la lleva a Jerusalén. Reúne al pueblo, toma el arca y la pone en una tienda. Luego, reparte instrumentos. Con címbalos y trompetas, comienzan a cantar. Hay una ministración que es tipo de la iglesia.

En 1 Crónicas 15, ya no está el atrio ni el lugar santo; está sólo el lugar santísimo, y hay sólo un mueble. Está la presencia de Dios. Está Cristo (David), que toma la presencia de Dios y la abre al pueblo, donde todo el pueblo participa como sacerdotes de Dios, y se hace un sacrificio del cual participan todos. Todo el pueblo come el pan, todo el pueblo toma el vino – La iglesia, el tabernáculo de David que estaba caído.

«David … arregló un lugar para el arca de Dios, y le levantó una tienda … Así trajeron el arca de Dios, y la pusieron en medio de la tienda que David había levantado para ella» (1 Cr. 15:1; 16:1).

Sin lugar a dudas, el arca representaba la presencia de Dios, el lugar de revelación, la morada de Dios. David representa a Cristo, que toma, establece y pone el arca cubierta con cortinas. Las cortinas, en este tabernáculo de David, es la iglesia. El arca es la morada de Dios, es la presencia de Dios. Y la iglesia es contenedora de esta morada de Dios en el Espíritu. Una tienda, sin ningún otro cubículo, sin ningún otro mueble. Solamente las cortinas, y en medio, la gloria de Dios. ¡Bendito es el Señor!

Dice Juan: «Y vimos su gloria … y habitó entre nosotros». El Señor Jesucristo era el tabernáculo de Dios que caminó en este mundo, el tabernáculo de Dios que se movía por las regiones de Palestina. Ahora, la iglesia es el tabernáculo de Dios, y en medio de la iglesia, lo que le da sentido a lo que ella es, es la presencia de Dios.

El holocausto y los sacrificios de paz

«Y cuando David acabó de ofrecer el holocausto y los sacrificios de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová» (1 Cr. 16:2). David ofrece holocausto y sacrificios de paz. El holocausto era el sacrificio en el cual se entregaba y se agradaba a Dios. No era necesariamente un sacrificio expiatorio por el pueblo, sino más bien representa a Cristo ofreciéndose a sí mismo agradando a Dios. Es el sacrificio que va hacia arriba, que no tiene directamente repercusiones hacia el lado.

Aquí se habla de el holocausto. Como dice Efesios: «Andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo a Dios en sacrificio y olor fragante». Este holocausto es el sacrificio de Cristo; es Cristo en la cruz, agradando el corazón del Padre, que por repercusión viene en obra expiatoria a nosotros. Pero el primer sentido del holocausto era agradar a Dios, ofrecerse a él.

Pero no sólo se quedó allí este tabernáculo de David, sino que dice: «David acabó de ofrecer el holocausto y los sacrificios de paz». ¿Saben cuál es el sacrificio de paz? El sacrificio de paz es aquel que entrega el adorador, el oferente, y que el sacerdote debe desmenuzar y sacar alguna parte para ponerla en ofrenda a Dios, otra parte para el sacerdote y otra parte para el que lo ofrece (Lv. 7:29-34).

Mire qué interesante. Levítico 1:8-9. «Luego los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas, la cabeza y la grosura de los intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar; y lavará con agua los intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová».

Todo el animal era ofrecido. No debía quedar nada. Representa la obra perfecta del Señor Jesús. El Señor Jesús se entregó todo completo. Todo su corazón, toda su alma, todos sus sentimientos, su voluntad, sus pensamientos. Todo él, entero, se entregó en holocausto a Dios. ¡Bendito es nuestro Señor Jesús!

Ese es el holocausto que presenta David allí en este tabernáculo que, según Santiago, estaba caído, y ahora Dios lo ha levantado, el cual es la iglesia de Jesucristo.

Sacrificios de paz. Una parte era para el Señor, otra parte para el sacerdocio y otra parte para la familia que ofrecía el sacrificio de paz. Esto nos habla de la participación. No sólo la ofrenda a Dios, sino que también nosotros somos participantes de esa ofrenda. Comemos de su carne y de su sangre; somos crucificados juntamente con él, plantados juntamente con él.

Este sacrificio de paz no es solamente una observación del sacrificio, sino que es también disfrutar, gustar, comer del sacrificio, al igual que los sacerdotes. Y los sacerdotes comían el corazón, la parte del pecho y la espaldilla, como diciendo que para el sacerdote están los afectos de Cristo, del corazón, pues fuimos escogidos por el puro afecto de su voluntad.

Todos los afectos de Cristo están para los sacerdotes de Dios. Y todo el poder de su espaldilla, el lomo, la grosura que está en sus fuerzas, está también. De modo que tenemos participación de sus afectos, y también de su poder. Esos son los sacrificios de paz.

«Y congregó David a todo Israel en Jerusalén, para que pasasen el arca de Jehová a su lugar, el cual le había él preparado … David, pues, y los ancianos de Israel y los capitanes de millares, fueron a traer el arca del pacto de Jehová, de casa de Obed-edom, con alegría … De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de Jehová, con júbilo y sonido de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas» (1 Crónicas 15: 3, 25, 28).

Participación de todos los santos

Todo Israel participó en llevar el arca del pacto, lo que nos dice que aquí hay una participación de todos los santos. No hay exclusión; no hay clericalismo. No hay un sector especial; no hay una separación entre los que son, los que ministran y los que oyen. Todos participan de la bendición de tener el arca del pacto en medio de ella. ¿Dónde encontramos esto? En la iglesia de Jesucristo. Allí está. Todos participamos. Hermanos, hermanas, todos participamos.

«Y repartió a todo Israel, así a hombres como a mujeres, a cada uno una torta de pan, una pieza de carne, y una torta de pasas» (1 Cr. 16:3). Hombres y mujeres. Yo he visitado algunas iglesias, y parece que fueran iglesias de hombres. Parece que la mujer no existiese. ¡Y estamos hablando de la iglesia del Señor! Parece que la mujer estuviese relegada a una posición de no participar, casi a lo mínimo; solamente relegada a la cocina, a cosas domésticas. Hermana, ¡levántate en el nombre del Señor!

A cada uno le fue dada la medida del don de Cristo. No dice sólo los hombres. Hombres y mujeres participaron del sacrificio; comieron el pan, comieron la torta. Y en algunas versiones, donde dice: «comieron una torta de pasas», dice: «tomaron un vaso de vino». Es decir, hubo una cena. Participaron de la carne del sacrificio, participaron del pan, y también tomaron vino – La cena del Señor estuvo ya en el tabernáculo de David. ¡Bendito es el Señor!

Todos tenemos dones, todos participamos de esto. Nadie, ni por su condición de género, ni social, ni económica, se puede relegar o excluir de la iglesia del Señor. En el tabernáculo de Dios está el arca, y todo el pueblo alrededor cantando, alabando, glorificando a Dios, glorificando a Cristo. David, delante del arca, ministrando en el santuario, como dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré» (Salmos 22:22).

Vestidos de lino fino

Leamos otros versículos. «Y ayudando Dios a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, sacrificaron siete novillos y siete carneros. Y David iba vestido de lino fino, y también todos los levitas que llevaban el arca, y asimismo los cantores … Llevaba también David sobre sí un efod de lino» (1 Crónicas 15:27-28).

¿Recuerdan Apocalipsis cuando habla de la novia? Vestida de lino fino, que son las acciones justas de los santos. ¿Qué son las acciones justas de los santos? La conducta, el obrar, el comportamiento de los santos. «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre». O sea, son conductas justas. Hay conductas que deben ser vistas, que los demás deben observar – el lino fino.

El Señor nos ayude en esto. Que estemos todos vestidos de lino fino. ¿Usted sabe lo que es el efod? Era una pieza de la vestidura sacerdotal que se ponía en los hombros y sujetaba el pectoral donde había doce piedras con los nombres de los hijos de Israel; y representa que ahora en la iglesia del Señor nadie anda solo. Todos llevamos sobre los hombros las cargas de los otros. Nadie puede presentarse ante Dios como individuo solo, separado de sus hermanos, como si la voluntad de Dios fuese para él excluida del que está a su lado.

En el tabernáculo de David, en la iglesia del Señor, la voluntad de Dios pasa por mí y repercute en mis hermanos, y la de ellos repercute hacia mí. Nadie puede verse ni sentirse separado de los demás. Yo ya no puedo vivir solo. Soy parte de una colectividad, de una plenitud divina, llamada iglesia de Jesucristo.

Entonces, cuando uno ora, no ora solamente por lo suyo. Cuando oras, llevas también a tus hermanos en tus hombros, los presentas delante de Dios y los recuerdas en el efod que llevas delante del Señor. En este sentido, debemos construir una conciencia colectiva, donde todos hagamos un mismo modelo de hombre, un mismo modelo de mujer, un mismo modelo de hijo.

¡Con qué irresponsabilidad algunos deciden por sus hijos tan libremente, sin pensar en los hijos de los otros hermanos! Entonces, los otros hijos dicen: ‘¿Y cómo el hijo del hermano? ¿Y cómo la hija del hermano hace esto?’. Hermanos, somos esclavos los unos de los otros. No podemos actuar por separado. Todos nos llevamos sobre los hombros.

Hay que tener temor en esto, y actuar en concordancia con el cuerpo de Cristo, con la iglesia del Señor, con lo que allí el Señor ha revelado a los hermanos. Actuar en conciencia de cuerpo, llevando el efod sobre sus hombros, temerosos delante del Señor.

El orden en el servicio. Hay muchos otros aspectos más, que ustedes al leer se darán cuenta que es la iglesia del Señor. «Y puso delante del arca de Jehová ministros de los levitas, para que recordasen y confesasen y loasen a Jehová Dios de Israel» (16:4).

Ustedes se darán cuenta allí que David ordenó, luego puso cantores que ministraban, otros que llevaban el arca del pacto. El arca del pacto era llevada por cuatro sacerdotes. Allí, ministros, cada uno soportándose, esperándose, los unos a los otros. Ministros, levitas, que llevaban al Señor – Eso es la iglesia. ¿Te cuesta tanto soportar a tu hermano, esperarlo? «Soportándoos unos a otros».

Y aquí hay un ministerio de todos los santos que es colectivo, donde todos participan, donde está el arca, hay unas cortinas alrededor, y todos tocan trompetas. Pero también hay un orden, porque Dios es Dios de orden. Dios ordena al cuerpo como él quiere. Él da dones, pero él no desparrama sus dones. Hay una ubicación para cada uno, pero esa ubicación no es contradictoria ni provoca asperezas con el otro. Cada uno con lo suyo, ejerciéndolo armónicamente, en respeto mutuo.

Hermanos, no todos tenemos la gracia de ministrar en la música, de tocar guitarra; no todos tenemos la gracia de hablar. Tenemos distintas gracias, y Dios nos ubica ordenadamente dentro de su iglesia, en la colectividad, en el ministerio de todos los santos. Así que no todos vamos a tocar guitarra, no todos vamos a predicar. No, cada uno con lo suyo. Pero todos participan. Ese es el punto. ¡Gloria a Dios!

Todos participan. La pregunta es: ¿En qué estás participando tú, mi hermana, mi hermano? Hermano joven, ¿en qué estás participando en esto? En el ministerio de todos los santos, en el servicio de todos los santos.

La iglesia es el tabernáculo de David que estaba caído, el cual Dios está levantando. Cristo, representado en David; la tienda, que es la iglesia, y el arca del pacto, que es la presencia de Dios. Todo el pueblo ministrando, alegrándose con danzas, con gozo. Cada uno ordenadamente; todos levantándose para glorificar al Señor. ¡Bendito es Jesús!

Síntesis de un mensaje impartido en Rucacura, 2007.