Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron».

– Marcos 1:14-18.

Hay tres esferas en el ministerio de la iglesia. Una esfera es la adoración, otra es la edificación del cuerpo de Cristo, y la tercera es el anuncio del reino de Dios, el anuncio de la persona de Jesucristo. Vamos a leer Marcos capítulo 1, y vamos a compartir un poco de esa esfera ministerial de la iglesia que trata del anuncio, del ministerio de la iglesia frente al mundo. La iglesia recibió esa responsabilidad de anunciar el evangelio al mundo.

Es un gran privilegio cuando el Señor llama, y él nos llama con ese propósito de hacernos pescadores de hombres. Cuando yo vine al Señor, él me salvó, hace treinta y un años atrás. Yo tenía un gran deseo de ganar almas; entonces iba de casa en casa predicando el evangelio del reino. Tocaba en una casa y predicaba el evangelio; iba a las poblaciones y predicaba el evangelio. En aquella época había muchos predicadores del evangelio, y yo me quedaba mirándolos a ellos, cómo el Señor les usaba.

Para poder ganar almas, yo buscaba aprender. Cuando el Señor nos llama, nos llama para prepararnos. Si tú no atiendes a la llamada, él tampoco te puede preparar; porque primero es el llamado y luego la preparación, y tras la preparación viene la capacitación. Entonces, si el Señor te llama, atiéndelo de inmediato, como dice aquí la palabra en el verso 18: «Y dejando luego sus redes, le siguieron». Entonces, si el Señor nos hace un llamado, debemos atender inmediatamente. Porque si no, pasarán dos o tres años y acontecerá que la visitación del Señor ya pasó, y nos habremos perdido su visitación.

Entonces, una cosa muy importante es oír al Señor y seguirle de inmediato, obedecerle de inmediato. Y esto hace toda la diferencia en la llamada, porque ahí tú ya estás siendo probado en la obediencia.

Dios quiere que todos sean salvos

Quiero mostrar a los hermanos en Mateo 16:26, el valor que el Señor da al alma humana, a la vida humana. Dice:«Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?». Aquí, nosotros debemos conocer el valor que tiene la vida humana. El mayor valorador de la vida humana es Dios mismo. Dios amó al mundo de tal manera que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

El Señor dice: «¿Qué obtiene alguien con ganar el mundo entero y perder su alma?». No tiene sentido, porque en este mundo no hay nada que pueda pagar el valor del alma. Sólo había en los cielos un precio suficiente para pagar el valor de esa alma. Es Jesucristo. Él dio su vida por causa de un alma. Si hubiese un alma en este mundo para salvar, aun así él vendría por esa alma, porque un alma vale más que el mundo entero.

También en Mateo 24:14, el Señor muestra su objetivo en el final de los tiempos. «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin». El Señor tiene un propósito. Y Pedro dice que el Señor aún no viene, por el simple hecho de que Dios quiere que todos se arrepientan. Y Pedro dice más, dice que Dios no quiere que ninguno se pierda. El Señor ama todas las vidas, ama a toda la humanidad. Y él será longánimo para que todos se salven. Ese es el deseo del Señor.

Pablo dice: «Porque … Dios … quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad»(1ª Tim. 2:3-4). Nosotros necesitamos tener el mismo sentir que hubo en Cristo; la iglesia necesita tener un mismo sentimiento; ella necesita atender a una base fundamental – la unidad de la iglesia. Cuando la unidad de la iglesia está fortalecida, el poder fluye con normalidad en ella; la vida fluye normalmente.

El poder fluye de la unidad

Nosotros pensamos que, si estuviésemos separados, porque sabemos más de la Biblia y porque somos un poco diferentes, nosotros vamos a tener más poder. El Señor estableció una base para que la iglesia pueda llevar el evangelio al mundo. Y en los versículos anteriores a Mateo 24:14, dice: «…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (12-13). ¿Salvo de qué? Será salvo de ese enfriamiento.

El gran problema al cual debemos estar atentos es que esa frialdad no nos alcance, sino que seamos unidos de corazón. Porque ahí está la base para que la iglesia testifique, el testimonio del evangelio. Porque la Palabra dice: «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio» (v. 14).

Recientemente hubo un gran avivamiento en las islas próximas a Australia, las islas Fidji. Yo creo que muchos hermanos aquí conocen eso. Ellos cuentan su testimonio. Ellos vivían peleando y separados, como el gato y el ratón. Y mientras ellos estaban allí peleando, el mundo se estaba perdiendo; las cosas iban de mal en peor en aquellos lugares. Entonces ellos descubrieron, o el Señor les mostró, que la responsabilidad en aquella situación era de la iglesia. Luego se contactaron unos con otros, para orar.

Pero algunos no quisieron orar; en un principio, no lo deseaban. Estaban tan acostumbrados a andar separados, que en el principio les era difícil caminar juntos. Es el mismo problema nuestro hoy. Hemos aprendido a caminar separados y no conseguimos andar juntos. ¿Con quién aprendemos eso? No fue del Señor. Al principio, algunos comenzaron a aceptar, y en el comienzo, no oraban; sólo se arrodillaban y se humillaban.

Con respecto a esa humillación, recuerdo la palabra de un hermano más antiguo en Brasil que nos dijo: ‘Nosotros sólo podemos llegar a un punto común si todos llegamos al polvo; ahí nos vamos a identificar, y vamos a poder amarnos y servir. Ahí tenemos una base sólida para la unidad del cuerpo de Cristo’.

El Señor quiere alcanzar más que la unidad, porque la unidad él ya la alcanzó en la cruz. La unidad es un hecho consumado; la Biblia sólo dice que tenemos que guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Lo que necesitamos es alcanzar el testimonio de la unidad, porque el testimonio de la unidad es la unión; no la unión que se predica como ecumenismo. Es la unión de aquellos que fueron bautizados en el Espíritu y forman un cuerpo.

La iglesia tiene que abandonar las hostilidades en sus localidades, tienen que formar allí un testimonio de amor, porque aquella ciudad estará mirando a la iglesia. La iglesia está bajo las luces. Pablo dice que ellos eran espectáculo a los ángeles y también espectáculo al mundo. La iglesia es un espectáculo a los ángeles, principados y potestades, y al mundo. Entonces, ella tiene que tener esa base para poder testificar del reino de Dios.

Yo no podría hablar de ganar almas sin hablar de ese peso que cargan la mayoría de los obreros en su corazón. Creo que ese peso está en el corazón del Señor. Creo que, si el Señor ganó nuestros corazones, él podrá ganar el mundo. En Juan capítulo 17, voy a fundamentar lo que estoy hablando.

«Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado» (Juan 17:20-23).

Cuanto mayor es el testimonio de la unidad, mayor poder tiene la iglesia. En el Salmo 133 hay dos bendiciones poderosas. Una dice que el Señor envía allí bendición, y pienso que esa bendición es el propio Dios, porque no hay mayor bendición que la presencia de Dios. Cuando los restauradores vinieron de Babilonia, lo que más llama la atención allí es que dice que la mano del Señor estaba sobre ellos, la presencia del Señor estaba con ellos. Esta es la bendición que los llevó a tener el poder para restaurar.

Y el otro fluir de la bendición que vemos en el Salmo 133 es la vida del Señor fluyendo. Cuando el Señor dice: «Donde estuvieren dos o tres reunidos en mi nombre, mi presencia estará allí». Entonces, cuanto mayor es la unidad, mayor poder de Dios habrá, mayor presencia del Señor. Si te apartas de los hermanos y quieres hacer tu ministerio solo, no pienses que vas a tener mucho poder.

Un hermano hizo una analogía. Decía que un árbol solitario en el desierto sólo dura una generación. Pero si él estuviera en otro lugar, junto a otros árboles, es probable que dure muchas generaciones. Si está solo, durará apenas una generación; por muy frondoso y poderoso que sea, un día va a terminar.

Cuán importante es que nosotros caminemos juntos, porque así estaremos formando un testimonio poderoso. Aquella unción desciende y fluye normalmente desde la cabeza hacia el cuerpo. La iglesia primitiva no hizo ningún esfuerzo para evangelizar; ella simplemente fluyó en el poder del Espíritu. La Palabra dice que la multitud de los que habían creído eran de un corazón y un alma. Muchas veces, yo lloro mirando ese versículo, porque es uno de los mayores desafíos para nosotros.

Desde el capítulo 2 al 4 de Hechos, la iglesia progresó. Lo que está en el capítulo 4, y que no está en el capítulo 2, es que hermanos oraron allí para que los apóstoles predicaran el evangelio y lo hicieron unánimes. Entonces, el Señor vino y los llenó del Espíritu Santo. Y allí alcanzaron un testimonio aun mayor. Después dice que la multitud de los que habían creído era de un alma y un corazón. Esa parte de un corazón y un alma no la ves en el capítulo 2, sino sólo en el capítulo 4.

Entonces, vemos que la iglesia progresó en la unidad. Y después dice que los apóstoles, con gran poder, daban testimonio de la resurrección del Señor, y hacían cosas asombrosas por causa de ese testimonio maravilloso. Creo que vale la pena luchar por alcanzar ese testimonio, porque la poderosa vida de resurrección del Señor va a fluir, y las personas van a ver ese poder. Y la Palabra dice que el Señor añadía a aquellos que habían de ser salvos. Entonces, hermanos, esta es una base poderosa. Si tu corazón ama profundamente al Señor, amarás a los hermanos profundamente.

Y como hablaba de aquellas islas Fidji, donde el Señor les alcanzó, ellos tuvieron una tremenda experiencia. Dicen que la misma tierra empezó a producir frutos que nunca antes había producido, porque la iglesia se humilló y ellos comenzaron a testificar juntos. Tribus que practicaban la hechicería fueron salvas, y el Señor hizo una obra tremenda en aquellas islas.

Ese testimonio fue cercano al año 2000. ¿Cuánto más querrá hacer el Señor entre nosotros? El Señor podrá hacer cosas tremendas aquí en Chile, en Brasil, en Colombia y en todos los países de América Latina. Todo lo que necesitamos es ir a los pies del Señor; porque el Señor tiene el peso de la salvación de las vidas, y nosotros tenemos que servir de testimonio y no de tropiezo para ellos. Porque la palabra del Señor dice: «para que el mundo crea que tú me enviaste».

Si tú presentas en tu hogar una unidad poderosa, ciertamente aquellos que están a tu lado, tus vecinos, ellos van a ver que allí hay un testimonio. Si hay amor en la familia, esa es la carta de presentación de la iglesia. Cuando el Señor quiere mostrar cómo es su iglesia, él mostrará tu familia, la va a presentar como tarjeta de visita: ‘Así es mi iglesia’. Allí hay amor, allí hay respeto, allí hay continua confesión del nombre del Señor; el más honrado allí es el Señor; hay respeto mutuo entre padres e hijos. Ese es el reino de Dios.

El reino de Dios es esa esfera de amor, el reino del Hijo de su amor, que está plantado en nuestra familia. No vamos a dejar entrar en nuestra casa la hostilidad del mundo, la forma en que el mundo trata las cosas. Las tenemos que tratar como Cristo trata a la iglesia. Así es la formación de un testimonio y va creciendo la familia solidificada en unidad, y va creciendo en un barrio pequeño y después abarca una ciudad entera.

Que el Señor tenga misericordia de nosotros, y podamos ofrecerle una base para que él pueda ser presentado al mundo, porque él ha puesto su carga en nuestro corazón. Y él mismo dice: «…para esto he venido» (Mar. 1:38).«Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido» (Mar. 1:35-38). El Señor vino para esto; él vino a anunciar el evangelio. Él predicaba el evangelio del reino.

Necesidad de preparación

Cierta vez, él estaba predicando el evangelio, y dijo a los discípulos: «La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Luc. 10:2). ¿Qué piensas que es eso? Es la carga del corazón del Señor. Es esa carga que hace percibir la necesidad de las cosas. Entre los cristianos, hay quienes perciben y quienes no perciben; porque algunos tienen carga y otros no la tienen. Y el Señor tenía esa carga en su corazón, y yo creo que él ahora quiere compartir esa carga con nosotros. Él quiere que tú ames las vidas; el Señor quiere que tú coincidas con esa carga de su corazón.

Hay algunos puntos que necesitamos tener en nuestro corazón. Cuando el Señor nos llama, él nos llama para prepararnos. Un proverbio dice: «El que gana almas es sabio» (Prov. 11:30). El Señor necesita prepararnos. Si nosotros ni aun leemos nuestra Biblia, ¿cómo sentiremos los sentimientos de Dios? El Salmo 39 dice que el salmista meditaba en la palabra del Señor, y al meditar se encendía un fuego en su corazón. Cuando meditas en la palabra del Señor, buscas una preparación de Dios, y esa preparación será la comunión con los sentimientos de Dios. Y podrás recibir un avivamiento en tu corazón.

Yo percibo que el hermano Watchman Nee, y otros hermanos aún en la actualidad, cuando iba a hacer una conferencia, pedía que los hermanos leyesen muchas veces aquellos libros, porque si un hermano no lee muchas veces la palabra del Señor, no va a encender el fuego de Dios. Y es necesario que ese fuego se encienda. Entonces, necesitamos estar preparados. El Señor nos quiere equipar.

A veces el Señor ha dado a la iglesia ministerios para equipar a los santos. ¿Cuántas veces te acercaste a uno de esos ministerios con un cuaderno para pedir que te enseñase alguna cosa, porque tú necesitas saber? Entonces, tú mismo tienes que buscar tu preparación; tú tienes que seguir al Señor y aprender de aquellos que aprendieron con el Señor.

Otro punto es la capacitación. No existe mayor capacitación que el poder del Espíritu Santo. La vida llena del Espíritu es la capacitación del Señor. El Señor caminó con aquellos discípulos tres años y medio. Y en un momento, cuando el Señor fue a la cruz, fue sepultado y estuvo tres días en la sepultura, los discípulos quedaron atemorizados; no querían hablar nada del Señor. Y Pedro llegó a una conclusión: «Voy a pescar». El Señor les había dicho: «Yo os haré pescadores de hombres». Y por cierto, porque él había negado al Señor, él pensó: ‘Esto se acabó para mí’. Y convidó también a los otros.

Sin embargo, después, es muy diferente, cuando vemos a Pedro en el día de Pentecostés. Ese día era un Pedro poderoso. Él fue el primero en levantarse allí, y dice que los Once se levantaron con él. Ahí hay una base fuerte de unidad. Ellos se levantaron en el poder del Espíritu Santo, y allí se salvaron tres mil almas. Ahí hay otro Pedro. Si fuera aquél primer Pedro, no convencería a nadie.

En el poder del Espíritu

Un hermano dice que las palabras que el Espíritu Santo habla crean raíces. Sólo el Espíritu Santo puede plantar a Cristo en el corazón de alguien. No es suficiente enseñar por años a una persona; le puedes enseñar la Biblia; ella se puede tornar en una persona obediente y bondadosa, porque en el ser humano existe el sentimiento de ser bueno.

Sin embargo, es muy diferente cuando el Espíritu Santo regenera tu espíritu. El hombre se transforma en una nueva criatura, porque ahora la simiente de Dios fue injertada en él, una simiente incorruptible; es la palabra incorruptible de Dios que penetró allí, es Cristo mismo penetrando en ese corazón y creó raíces allí dentro. Y esa persona nunca más se va a apartar del Señor, porque ahora es una nueva criatura, es un ciudadano celestial. Es por eso que necesitamos el poder del Espíritu Santo; es el único poder que puede regenerar a alguien.

Nuestra sabiduría no regenera a nadie; nuestra teología no regenera a nadie. Sólo el poder del Espíritu Santo regenera. Esta es la diferencia entre muchas iglesias actuales y la iglesia primitiva. Zacarías ya decía en su profecía en el capítulo 4: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu» (v. 6). Eso está hablando de la iglesia, está hablando de la iglesia local. Del poder del Espíritu Santo.

Nosotros necesitamos más comunión con el Espíritu Santo, ser más llenos del Espíritu Santo; necesitamos convertirnos de hecho al Señor, completamente al Señor. El Espíritu Santo no quiere ocupar un espacio con otros componentes en nuestro corazón; él quiere ocuparlo absolutamente. El corazón tiene que ser tomado completamente por el Espíritu Santo.

Alguien daba testimonio de que Moody era gordo. Algunos decían que pesaba ciento diecisiete kilos o más. Y un hermano decía: ‘Miren, esos ciento diecisiete kilos están completamente ocupados con el Espíritu Santo’. Porque Moody quería ganar almas; él lo hacía todo para ganar un alma. Si él no ganaba un alma en el día, él no dormía.

Pero, en la historia de la vida de Moody, un día él estaba predicando, y una persona le aconsejó después de la predicación: ‘Usted necesita ser bautizado con el Espíritu Santo’. Él fue a su casa, y allí le pidió al Señor que lo bautizara con el Espíritu Santo. Se dice que ganó medio millón de almas ¡Gracias a Dios por eso! Hombres que se entregaron en las manos del Señor.

Es muy importante el poder del Espíritu Santo en la vida. Nosotros podemos crear muchas estrategias evangelísticas, y puede ocurrir que diez mil personas se entreguen. Pero, de esas diez mil, ¿cuántas van a quedar? Si el poder del Espíritu Santo no las regenera, nada va a suceder. Ellas van a seguir por un tiempo y después se van a apartar. Que el Señor nos capacite con el poder del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo también revela santidad en la iglesia. ¿Para qué fue enviado el Espíritu Santo? Él fue enviado para convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Se dice que Charles Finney era tan lleno del Espíritu que a veces paraba en algún lugar aun para cortarse el cabello, y el barbero empezaba a confesar sus pecados. Porque el Espíritu Santo es el que convence. Ante una persona llena del Espíritu Santo, las personas no tendrán dificultad en confesar sus pecados; porque el Espíritu Santo los convence. Y nosotros no necesitamos ser detectives e investigar los pecados de las personas, porque el Espíritu Santo conoce el corazón de ellas, y él va a convencer. ¡Gracias, Señor!

Pasión por las almas

Estoy siguiendo aquí algunos puntos. Sobre el tercer punto, incluso un hermano escribió un libro titulado «Pasión por las almas». Una cosa que nuestro corazón necesita es tener pasión por las almas. La persona que tiene pasión por las almas, no pierde una oportunidad. Ella busca cada alma. Así como el Señor da importancia a cada vida.

Encontraron a un ciego a la orilla del camino, clamando, y la multitud no quería que él incomodase al Señor Jesús. Y él siguió clamando. Mas el Señor no lo ignoró; él frenó a la multitud, y llamó al ciego. El ciego vino y el Señor le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». «Quiero ver». Y Jesús le dijo: «Ve». El Señor se interesa por cada persona. Cada persona tiene un valor para Dios; cada vida tiene un valor para el Señor. Y el Señor le va a dar toda la atención; si es preciso un día entero, él permanece con aquella persona.

Él sabía de la necesidad de Zaqueo. Y le dice: «Zaqueo, hoy voy a dormir en tu casa; hoy voy a pasar la noche en tu casa». Porque Zaqueo tenía tanto valor, que el Señor quiso estar una noche entera con él; le dio toda su atención. El Señor les da valor, él tiene pasión por las almas. Entonces, es muy importante que nuestro corazón tenga pasión por las almas.

Si lees Juan 3:16, vemos que fue Dios quien le dio más atención a las vidas. Si ves la vida de Pablo, después del Señor, fue uno de los que dio más atención a las almas. Él tenía tantos deseos de que sus compatriotas fuesen salvos, que aun desearía ser separado de Cristo. También habló en 1ª Corintios 9, diciendo: «Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número … Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos» (vv. 19, 22). Él hacía de todo por un alma, para ver si salvaba a algunos, porque tenía pasión por las almas.

Hubo un hombre llamado David Brainerd. Él tenía pasión por las almas de los indios americanos. Él estaba de novio, y fue llamado. Y le dijo a su novia: ‘Yo voy a esa misión, y cuando regrese me casaré contigo’. Fue y volvió con veinticuatro años, enfermo de tuberculosis, y fue recogido por el Señor. Se dice que en las últimas horas su novia cuidó de él, pero ella lo perdió. Que el Señor ponga esa misma pasión en nuestros corazones.

Necesidad de orar

Otro punto que quiero presentar es la vida de oración. «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba» (Marcos 1:35). Un ministerio sin oración es un ministerio sin responsabilidad. El Señor Jesús tenía tanta responsabilidad, que hasta hoy él está como sumo sacerdote intercediendo por nosotros. Él tiene una tremenda responsabilidad. Esta responsabilidad del Señor tiene que estar en nuestro corazón.

Nosotros debemos estar cuidando y velando en oración por las vidas. Un hermano que está sirviendo a la iglesia, tiene que estar vigilando y orando por la iglesia. Si tenemos la encomienda de ganar almas, ganar almas no es simplemente predicar el evangelio y las personas se convierten; es asumir una responsabilidad delante de Dios, es continuar orando para que esas almas crezcan espiritualmente. Tener una carga delante de Dios.

Entonces, un ministerio sin responsabilidad no es fructífero. Debemos tener una carga de oración, aun después que vemos que las personas han sido salvas. Tú tienes que continuar orando, intercediendo, así como el Señor ha hecho con la iglesia. El Señor fue ascendido a los cielos, pero no nos olvidó. Él está intercediendo como abogado, como Sumo sacerdote. Él nos ganó para él; nos trajo el evangelio y nosotros lo recibimos. Él vio que lo recibimos. Él nos ganó; pero no nos soltó. Él está ante el Padre intercediendo por nosotros. Es un ministerio responsable, un ministerio que lleva en serio las cosas de Dios.

Muchas veces, nosotros no oramos, no estamos delante del Señor, y después queremos que el Señor nos use. Hay un doctor que escribió un libro. Y otra persona que predicaba exhortó al escritor de aquel libro. El nombre del libro era Setenta Sermones para Predicadores Ocupados. Esto es, predicadores que no tienen tiempo para orar, ni para leer sus Biblias. Entonces, tomas el libro, y ya tienes un sermón para predicar. Tal libro nunca debió ser escrito, porque el ministerio delante de Dios se hace irresponsable.

Es necesario que seamos responsables; tener una vida de oración. A cierto ganador de almas le preguntaron: ‘¿Cuál es el secreto que usted tiene para ganara almas?’. Y él dijo: ‘Ojos mojados, rodillas dobladas y corazón quebrantado’. Ese era su secreto – un ministerio responsable. Un ministerio que tiene carga siempre va a estar con sus rodillas dobladas.

Una vida de fe

El último punto que quiero compartir con ustedes es bien simple – el secreto de la fe. En Juan 6:28-29. «Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado». Muy simple. La iglesia fue llamada para tener una vida de fe, una vida de fe en el Señor Jesucristo. Si lees Hebreos 11, allí dice: «Por la fe… por la fe… por la fe…». Y dice: «El justo por la fe vivirá».

Aquí, el Señor Jesús está respondiendo una pregunta que fue hecha en plural. Ellos preguntaron qué deberían hacer para poner en práctica las obras de Dios. El Señor respondió que no existe otra obra; sólo hay una obra – la obra de Dios. Y la obra de Dios es ésta, «que creáis en el que él ha enviado». Hermano, predique por fe, anuncie por fe, viva por fe, y no pida salario a nadie. Viva de la fe en Cristo.

Usted puede ganar un pez grande. La hermana que ganó al hermano Watchman Nee era una hermana muy sencilla. Ella tenía esa misión de predicar el evangelio, y salió a predicar. Era pobre, y nadie le pagó un salario; no tuvo salario ni recompensa. Igual salió y predicó el evangelio, usando sus pocos recursos. Y ganó para Cristo a un hermano que ha influido mucho en la vida de la iglesia. Pocos hermanos ignoran lo que el Señor ha hecho en la vida de Watchman Nee. Hay pocos que no han sido ayudados por aquello que Nee recibió del Señor. Casi todos nosotros. Mas, porque aquella hermana tuvo un corazón para el Señor, y salió sin salario y le llevó el evangelio a Watchman Nee.

Alguien te habló a ti de Cristo; alguien te llevó el evangelio, la preciosa semilla. Tú la puedes llevar a otro. No sabes a quién estarás ganando. Puedes estar ganando a alguien con quien el Señor tiene un tremendo propósito. Puede ser que tú no ganes una ciudad para Cristo, pero podrás ganar a un hombre que ganará una ciudad para Cristo.

Síntesis de un mensaje compartido en Callejones 2010.