Amados santos de Dios, no busquemos la fama mundana; al contrario, escondámonos en Dios. Porque todos los que persiguen la fama y la gloria propia resultan heridos por el demonio. Qué seguros y tranquilos están los que se esconden en las manos del Señor.

Es anormal que los santos de Dios busquen la gloria mundana. Todos los que aman verdaderamente al Señor no desean ser alguien grande en el mundo. Sin embargo, muchos entre los creyentes buscan altos puestos y se permiten ser llamados “maestros” en las asambleas del pueblo de Dios.

El problema de los creyentes a este respecto no está en el mundo, sino en la iglesia. ¡Qué sabio es nuestro Señor! Ya nos ha dicho que nos llamemos hermanos y nada más (ver Mateo 23:8). Por desgracia, muchos, incluso entre los hermanos dirigentes, buscan ser llamados ‘hermanos mayores’. A menos que permitamos que el Espíritu Santo obre en nosotros el espíritu de la cruz, no podremos evitar tener un corazón malvado al querer ser famosos.

Muchos asumen que lo mundano solo se puede encontrar en el mundo, sin darse cuenta de que éste también puede estar en la iglesia – aun entre los creyentes. Tales corazones malvados no serán eliminados sin que los creyentes estén verdaderamente muertos al mundo. Solo los santos que están realmente unidos al Señor en Su muerte en la cruz pueden morir al mundo en la iglesia.

Es una cuestión del corazón no buscar un nombre mundano. Si de hecho el Señor nos coloca en una posición prominente, no debemos retroceder. Lamentablemente, la fama que obtenemos es lo que a partir de entonces buscaremos más; de modo que en el fondo de nuestro corazón codiciamos la fama.

Sin embargo, si estamos dispuestos a descansar en el Señor, a buscar solo la complacencia de Dios y a hacer caso omiso de las opiniones de los hombres, entonces podremos ocupar cualquier posición en la que Dios nos haya puesto y hallar descanso. El lugar de reposo es a donde el Señor quiere que lleguemos. Estar escondido en Dios no es lo mismo que retraerse; tampoco es una estrategia para ganar fama; ni siquiera se trata de esconderse: es simplemente descansar en el seno de Dios.

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