Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”.

2 Timoteo 2:15.

Nuestras capacidades mentales nunca conocerán su plena riqueza de poder y eficacia espiritual hasta que se conviertan simplemente en los vasos de Su vida vivificante, y estas mentes nuestras sean puestas a Sus pies simplemente como los incensarios que han de contener Su fuego santo.

Él pensará en nosotros, recordará en nosotros, juzgará en nosotros, impartirá definición y claridad a nuestras concepciones de la verdad, nos dará la lengua de fuego, la ilustración que ilumina y derrite, el acento y el tono de persuasión y simpatía, el poder de expresión rápida, y todo el equipo necesario para hacernos “obreros que no tienen de qué avergonzarse, que trazan rectamente la palabra de verdad”. Por supuesto, no sin una diligente y fiel atención a Su sabia y santa enseñanza, a medida que Él nos guía en su obra para ver a la vez nuestros propios defectos y su pleno propósito para nosotros.

Debemos ser enseñados por Dios, y la enseñanza es a veces muy gradual, e incluso lenta; pero “él nos guiará a toda la verdad”, y “perfeccionará lo que concierne” a nuestra educación y preparación para su obra y voluntad; y la mente que el Espíritu Santo aviva y usa logrará resultados para Dios a los que toda la brillantez del genio humano y la erudición del aprendizaje humano nunca podrán acercarse.

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