Jeremías 2 es uno de los capítulos más dramáticos del Antiguo Testamento. Allí se puede apreciar el dolor lacerante que Dios sentía por su pueblo infiel, en esa figura tan delicada del esposo amante por su amada adúltera. En este capítulo, la principal queja de Dios se simboliza en el agua. ¿Dónde está bebiendo Israel ?

La sed de agua representa la necesidad más acuciante del alma, aquella honda necesidad de satisfacción personal, de realización. Esta necesidad de verdadera agua era lo que llevaba, por ejemplo, a aquella mujer samaritana a buscar en el placer sensual su satisfacción (Juan capítulo 4).

La primera nota de esta queja de Dios está en Jeremías 2:13: «Me dejaron a mí, fuente de agua viva», y la nota explicativa está en el versículo 18: «¿Qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del Éufrates?».

Israel había abandonado a Dios, fuente de agua viva, y habían acudido a los ríos ubicados en los extremos occidental y oriental de su territorio. Durante su corta vida como nación habían echado mano, sucesivamente, a uno u otro, según las necesidades del momento.

¿Qué significan para nosotros estos tres recursos de agua, la fuente de agua viva, y los ríos de Egipto y de Asiria? Egipto es el mundo. Cada vez que al pueblo de Dios le faltó la fe, o se apartó del Señor, encontró en Egipto una falsa y engañosa acogida. El mundo suele recibir a los cristianos con los brazos abiertos, pero su paga es mala y pobre. Así fue con Abraham, que trajo de Egipto a Agar, la madre de Ismael. Así fue con Israel mismo que, después de la momentánea bonanza en días de José, encontró la esclavitud.

El río Nilo era la fuente de vida para Egipto, por eso fue idolatrado como una deidad. Toda la vida y la religión egipcias giraban en torno al río, así que bien podía ser su más grande dios. Ahora, ¿qué puede hallar el cristiano en el mundo que no encuentre en Cristo? ¿Podrá beber del Nilo sin tener parte con los ídolos que él representa? ¿Podrá beber de las ideologías del mundo sin ser contaminado con ellas? El mundo ofrece también su «falsamente llamada ciencia», otro afluente seco de este río pagano.

Pero Israel tenía una segunda opción, tanto o peor que la anterior: Ir hacia el oriente en busca del Éufrates. Siempre está la tentación de Babilonia, con sus construcciones de ladrillo que pretenden llegar hasta Dios. Allí están las falsas religiones, llenas de idolatría, que ofrecen sus productos adaptados a las concupiscencias de cada hombre. Allí está la religiosidad pagana y ecuménica, que atrae a los incautos con un barniz de autoperfeccionamiento y falsa piedad.

Pero, ¡ay!, dentro de muchos ambientes cristianos se bebe hoy agua de estos ríos. Hay allí muchos vestigios de Egipto y de Babilonia. Sin embargo, el Señor, la fuente de agua viva, casi olvidado, continúa diciendo: «El que tenga sed, venga a mí y beba». ¿Está su invitación obsoleta? ¿No ha demostrado acaso mil veces, infinitas veces, ser verdadera?

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