No dejarán sobre ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación».

– Lucas 19:44.

Dios visita a los hombres y, cuando lo hace, espera ser recibido en el corazón. Sí, Dios visita a los hombres. Algunos le rechazan; otros le reciben; algunos de ellos al poco tiempo le olvidan. Dios visita al menos una vez en la vida a cada hombre. Esa visita se conoce en la Escritura como «el tiempo de su visitación». A veces Dios vuelve a visitar a quienes le han rechazado, pero nadie puede asegurar a quiénes volverá, o cuántas veces volverá, si vuelve.

Por eso, es importante saber cuándo Dios nos visita, y estar conscientes de que, si le rechazamos, tal vez no vuelva más. El Señor Jesús dijo de Jerusalén: «No dejarán sobre ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación». Algunos no perciben el privilegio y lo menosprecian. Después, cuando es demasiado tarde, lo lamentan.

Alguien, de joven, recibe una visitación de Dios. Tiene una experiencia espiritual que ilumina su vida. Es como una primavera, con sus aromas y sus flores. Pero después, la vida, con sus afanes, lo coge y se lo lleva lejos. Le ofrece mil alternativas gratificantes. Años más tarde, ya viejo, recuerda aquello con una sonrisa melancólica –si aún tiene corazón para desearlo–, o displicente – si su corazón ya se endureció sin remedio. Ahora ya no hay posibilidad de volver atrás. Las cadenas atan muy fuerte. El corazón es una piedra. La primavera se fue del corazón y ha llegado el invierno con sus inclemencias. No solo el invierno de la edad, en que todo sinsabor halla su asiento, sino el invierno del alma, con los sueños marchitos, y con una sospecha terrible de lo que le espera en un mañana sin Dios.

Aquella visitación duró solo un tiempo breve, en los días de la juventud, cuando los ideales bullen y las emociones afloran. El corazón todavía tierno del muchacho se conmovió ante la voz del cielo y sus ojos se maravillaron con la visión celestial. Fue la visitación de Dios. Pero Dios ya se fue. Tal vez nunca vuelva. La vida ya se acaba, las esperanzas se han dormido. Ya no hay nada que hacer, o casi nada.

Muy pocas veces Dios visita de nuevo el corazón que ya hace tanto le volvió la espalda. Pero a veces vuelve, y entonces el corazón se agita con un desusado latir. Y viene algo de respiro. Una nueva vislumbre de gloria cautiva el alma y logra reblandecerla. Entonces, el hombre se aferra con todo. ¡Dios se ha acordado de él! ¡Hay que aprovechar el tiempo, invertirlo en Dios, recuperar lo perdido!

Los judíos tuvieron a Jesús. Literalmente, los visitó desde lo alto la aurora. Pero ellos intentaron tapar la aurora con sus tinieblas. Por supuesto, no lo lograron; sin embargo ellos mismos quedaron en la oscuridad. Con matarle, se mataron a sí mismos. Desecharon la luz, y sus corazones desde entonces no han conocido otra cosa sino las tinieblas de una noche oscura.

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