Todas las religiones se caracterizan por la forma en que enseñan a sus seguidores a acercarse a Dios, ya sea por sus obras, o por la fe.

Hay en la Biblia dos hombres que representan estas dos formas de presentarse ante Dios: Caín y Abel. Ambos heredaron la naturaleza pecaminosa de sus padres. Sin embargo, a la hora de presentarse ante Dios, estos pecadores asumieron actitudes muy opuestas, y recibieron de parte de Dios una respuesta diferente. La Biblia dice que la diferencia no estuvo en ellos mismos, sino en las ofrendas que presentaron.

Caín ofreció a Dios el fruto de la tierra. Esto, que pudiera parecer loable, no lo es, pues la tierra estaba maldita por causa del pecado. Dios había sacrificado un animal para cubrir a Adán y Eva, había tenido que derramar sangre para cubrirlos, pero Caín consideró innecesario ofrecer un sacrificio sangriento. Sin embargo, la Biblia dice que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22).

Abel, por su parte, trajo de lo mejor de sus ovejas. Entendió que ninguna de sus obras podía permitirle el acceso a Dios. En su ofrenda quedó simbolizado el sacrificio perfecto de Cristo, quien tomó nuestro lugar en el juicio sobre la cruz. “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín” (Heb. 11:4).

El camino de Caín tiene muchos seguidores. Ellos son personas religiosas, que piensan que pueden acercase a Dios a su manera. Su religión es solo un ritual que sirve para acallar su conciencia o para ser aceptado socialmente.

¿Con cuál de estos adoradores se identifica usted? Crea en el Señor Jesucristo, y alcanzará la perfecta paz con Dios.

“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Rom. 10:8-9).

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