En la segunda epístola a Timoteo, Pablo nos deja algunas señales que permiten resumir toda su vida, la larga y fructífera vida espiritual. Y lo hace a través del uso de algunos pronombres posesivos. Veamos.

El primero está en 1:3: «Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores». Pablo podía exhibir su elección desde la cuna. Aquí está el comienzo de una vida de fe, a veces errada, pero siempre intensa.

«Estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (1:12). Al cabo de toda una vida de servicio, el gran apóstol ha acumulado muchas buenas obras, lo que constituye el depósito con el cual se presentará delante de Dios.

«Resucitado de los muertos conforme a mi evangelio» (2:8). El evangelio es el anuncio, la buena nueva de parte de Dios que se da a conocer. El apóstol ha llegado a tal identificación con este anuncio, que el evangelio que predica no es solo el evangelio, sino su evangelio. El mensaje y el mensajero se han fusionado para no separarse más.

«Pero tú has seguido mi doctrina» (3:10). La identificación del apóstol con el evangelio es también la del apóstol con la doctrina del evangelio. El anuncio es también una enseñanza, un cuerpo de enseñanzas.

«(Mi) conducta» (3:10). El anuncio y la enseñanza se traducen en una forma de vida. La vida cristiana no es teoría, sino experiencia. «(Mi) propósito» (3:10). La vida cristiana es una vida con propósito, una larga línea cronológica que sigue una dirección y una finalidad. «(Mi) fe» (3:10). La fe está en el comienzo de la vida cristiana y también en todo el transcurso de ella. «En el evangelio la justicia se revela por fe y para fe» (Rom. 1:17).

«(Mi) longanimidad» (3:10). La vida cristiana madura es un caudaloso y sereno río que fluye majestuoso, independiente de los bruscos cambios anímicos. «(Mi) amor» (3:10). La vida cristiana genuina está envuelta en amor. A veces es el amor tierno y delicado, a veces es el amor fuerte y valiente. Sin embargo, no hay vida cristiana normal sin amor. «(Mi) paciencia»(3:10). Alguien ha dicho que el verdadero sello del apostolado es la paciencia. No los milagros, ni la capacidad de atraer multitudes, sino la paciencia para esperar los tiempos de Dios, para soportar la adversidad, para llevar la cruz.

«(Mis) persecuciones» (3:11). En Gálatas, Pablo dice que si se hubiese acomodado a los hombres, no sufriría persecuciones. La palabra de la cruz es una palabra que despierta oposición y violencia. Un verdadero mensajero de la cruz de Cristo, sufre las consecuencias de predicar el mensaje más resistido por las tinieblas.

«(Mis) padecimientos» (3:11). Pablo concluye esta lista de experiencias espirituales con los sufrimientos. Ahora mismo, mientras escribe esta epístola está encarcelado. Su vida intensamente vivida está concluyendo de la peor manera – humanamente hablando. Nadie en el mundo espera llegar al final de su vida con un sentido de pérdida personal y social tan grande. Pero suele ser la forma en la cual un verdadero siervo de Dios concluye su camino.

Por último está «mi partida» (4:6). Todo está concluido; la carrera ya fue corrida, el testimonio fue sostenido, la batalla fue ganada. Ahora, el anciano y experimentado apóstol solo espera el momento en que Dios diga «basta». Al llegar al final, Pablo puede pasar revista a su vida, y hacer un inventario de sus bienes. No son aquellas cosas por las que el mundo se desvive; sin embargo, son bienes que nunca perderán su valor.

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