Alan Redpath

Es importante recordar que todos aquellos que son cristianos tienen una vida. En la visión del cielo, hay sólo una vida que cuenta delante de Dios: la vida del Señor Jesús, que permanece en cada uno de nosotros por su Espíritu.

Esta es una comunión sorprendente. Porque nosotros compartimos esa vida única, compartimos también un gran propósito y una gran obra: la edificación de vidas en el Reino de Dios. Y en esa tarea es absolutamente vital el cien por ciento de cooperación entre el pueblo cristiano. La mayor amenaza para el avivamiento es el cristiano que rehúsa trabajar con otras personas porque sus puntos de vista difieren en algunas cuestiones de interpretación bíblica, no esenciales en relación con el evangelismo.

Es interesante observar que Nehemías organizó a cada grupo para trabajar en aquella parte del muro más cercana al lugar donde vivían los miembros del grupo. Creo que nuestra primera obligación para Cristo es siempre nuestro propio vecindario. Las campanas del cielo no estarían sonando hoy si cada creyente dijera ante Dios: «Señor, quiero hacer de mi propia localidad inmediata mi campo de misión. Quiero ver que cada familia sea suplida regularmente con literatura del Evangelio y alentada a asistir a la iglesia».

Vean, mis amigos, en la obra cristiana, organizar y agonizar deberían ir juntos. Por desgracia, muy a menudo el organizar ha excluido el agonizar. Hay demasiado trabajo delante de los hombres y muy poca espera delante de Dios. Hay más y más acción y menos y menos unción. Luchamos con los problemas en comités y conferencias interminables, pero rara vez luchamos sobre nuestras rodillas contra nuestro enemigo real, Satanás.

Desde luego, muchos comités tienen un buen programa, ¡pero cuántos tienen una verdadera carga espiritual!

¡Oh, que Dios nos dé a cada uno de nosotros esa carga a fin de que haya un ciento por ciento de colaboración en este trabajo! Aquí no hay lugar para el cristiano independiente; estamos inmersos en una tarea suprema, la de alcanzar a este mundo para Dios, y ella exige todo de nosotros.