Llevad mi yugo sobre vosotros, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga».

– Mat. 11:29-30.

Deploro la inconstancia de mi vida:
Jesús, la entrego, en cambio por la tuya;
le quito el musgo y la viruta al puente,
y dejo que tú pases libremente
al fondo de mi cuerda, donde el agua,
a tu contacto, el tacto me aligera,
y la palabra no resbala, y queda.

Presumo que, si tú me lo propones,
me dejo uncir al yugo de tu vida.
No quiero la soltura que me agobia;
prefiero que te quedes con la mía,
a cambio de la tuya, que me agrada.

Deploro la inconstancia de mi vida,
que, disfrazada de justicia propia,
oculta su miseria y su impaciencia.
Acepto tu trayecto, tus coyundas,
tu arco de violín, tu pulso fino,
el blando nudo que me ciñe firme;
tu trino claro, apenas un silbido.
¡Jesús, acepto el canje que me ofreces!