Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.

– Ef. 5:16.

Es posible que, en el designio divino para ti, quizás hoy sea el día más importante de tu vida. Sin embargo, tú podrías dejarlo escapar como si fuese un día común y corriente.

El hombre cuyo hoy es igual a su ayer no es sensible al reloj de Dios. Ningún siervo del Señor debiera contentarse con los logros presentes, pues estar satisfechos con ellos equivale a desperdiciar oportunidades.

Supongamos que hoy el Señor pone en mi corazón el deseo de hablar con cierta persona, que en su providencia está destinada a ser, dentro de cinco años, un poderoso instrumento en sus manos para la salvación de las almas. Obedecerle en esto puede ser el servicio más importante de mi vida. Pero si por miedo al frío o por otra razón trivial, no lo hago, habré dejado pasar una oportunidad y quizás habré perdido un instrumento para Dios.

El problema es grave, pues tales ocasiones no se detienen a esperarnos. Pasan velozmente. De modo que cuando Dios se mueve, movámonos nosotros con él. No eludamos ninguna oportunidad que Dios nos presente.

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