A la manera de los profetas del Antiguo Testamento, el conocido predicador y autor evangélico realiza un punzante diagnóstico de la cristiandad actual.

Felicidad vs. santidad

Demasiado a menudo se presenta al evangelio como un medio para obtener la felicidad, la paz mental y la seguridad. Incluso están aquellos que usan la Biblia para relajarse, como si fuera una droga.

Se descubrirá cuánta equivocación hay en todo esto, sencillamente, leyendo el Nuevo Testamento completo y meditando en él. Allí, el énfasis no radica en la felicidad, sino en la santidad. Dios se preocupa más por el estado del corazón de las personas que por el estado de sus sentimientos.

Sin lugar a dudas, la voluntad de Dios, finalmente, trae felicidad a aquellos que le obedecen, pero lo más importante no es cuán felices seamos sino cuán santos somos.

Más que una invitación a la tranquilidad

Como creyentes deberíamos estar prevenidos de que toda apelación al público en el nombre de Cristo que no va más allá de una invitación a la tranquilidad, debe ser reconocida como simple humanismo con unas pocas palabras acerca de Jesús puestas allí para hacer parecer que pertenece al cristianismo.

¿No es extraño que nos atrevamos, sin sentir vergüenza, a alterar y cambiar las palabras de Cristo mientras les hablamos de Cristo a aquellas mismas personas por quienes él murió? ¡Cristo llama a los hombres a llevar una cruz; nosotros los llamamos a que se diviertan en su nombre!

El los llama a abandonar el mundo, y nosotros les aseguramos que si tan sólo aceptan a Jesús el mundo será su ostra. Él los llama a sufrir, y nosotros les decimos que disfruten de todas las comodidades burguesas que ofrece la civilización moderna. Él los llama a negarse a sí mismos y a morir; nosotros los invitamos a esparcirse como árboles verdes de laurel o quizás a convertirse en estrellas de un despreciable zodíaco religioso de quinta categoría. Él los llama a una vida de santidad; nosotros los llamamos a una felicidad barata que el menor de los filósofos estoicos hubiera rechazado con desprecio.

Verdaderamente cristiano es solamente aquello que concuerda con el espíritu y las enseñanzas de Cristo. Todo lo que sea extraño al Espíritu del Varón de dolores y contrario a las enseñanzas y prácticas de sus apóstoles es anticristiano, sin importar de dónde emane.

Sentimentalismos

La venida de Jesucristo al mundo se ha sentimentalizado tanto que ahora es algo completamente apartado de la enseñanza bíblica al respecto. En la mente de millones de personas, se ha sustituido la misericordia de Dios por una delicada compasión humana, compasión que hace tiempo se ha degenerado en autocompasión. De alguna manera, se ha pasado a Dios la culpa por la condición del hombre, y la muerte de Cristo por el mundo se ha torcido interpretándose como un acto de penitencia de parte de Dios. En el drama de la redención, se ve al hombre como una Cenicienta que por largo tiempo ha sido oprimida y maltratada, pero ahora, mediante las heroicas acciones del Hijo más noble de la tierra, está por ponerse sus radiantes vestiduras y convertirse en una reina. Esto es humanismo, ¡teñido románticamente con algo de cristianismo!

Salga mi reino

¿Cuántos cristianos hay que todos los domingos en la iglesia oran: «Venga tu reino; hágase tu voluntad», sin darnos cuenta de las implicaciones espirituales de esta intercesión? ¿Para qué estamos orando?

Para que esta oración se convirtiera en una confrontación deberíamos corregirla de la siguiente manera: «Salga mi reino, venga el tuyo.» El reino de Dios nunca puede consumarse en mi vida hasta que mi reino egoísta haya sido depuesto. Cuando yo renuncie, cuando no sea más rey de mis dominios, entonces Jesucristo podrá convertirse en rey de mi vida».

El peligro de la autocomplacencia

La mayoría de los grandes maestros de la vida profunda tales como Fenelon, Molinos, Juan de la Cruz, Madame Guyon y otros tantos, han advertido acerca de las experiencias seudorreligiosas que producen mucha alegría carnal pero que alimentan la carne y envanecen el corazón con amor propio.

He aquí una buena regla: Nada que provenga de Dios apelará a mi orgullo o a mi autocongratulación. Si me siento tentado a sentir complacencia o superioridad a causa de una experiencia espiritual avanzada, inmediatamente debo caer de rodillas y arrepentirme. ¡He caído víctima del enemigo!

Adoración

Debo ser fiel a lo que sé que es verdad, por lo tanto, debo decirles que si no adoran a Dios los siete días de la semana, no podrán adorarle un día. En el cielo no existe tal cosa como adoración dominical, a menos que esté acompañada por la adoración del día lunes, del martes, y del resto de la semana.

Fe y confesión

La Biblia une la fe a la expresión, y una fe que nunca se expresa no es bíblica. Se nos dice que debemos creer en nuestro corazón y confesar con nuestros labios que Jesucristo es el Señor, y que así seremos salvos. En mi opinión, hermanos, creo que el cristianismo silencioso, callado, hay algo que anda mal.

Dios nos ha dado a cada uno de nosotros una boca, y quiere que la usemos para expresar algunas de las maravillas que se generan dentro de nuestro ser. Esta silenciosa religión que se disculpa diciendo: «No tengo nada que decir», no encuadra con la visión de los seres celestiales que dicen con sus voces: «¡Santo, santo, santo!». Tú puedes decir: «Bueno, yo adoro a Dios en mi corazón». Dudo que lo hagas. Me pregunto si simplemente no estás excusando el hecho de que no has generado el suficiente calor espiritual como para abrir tu boca.

La vida cristiana es un milagro

La iglesia cristiana está llamada a vivir en un plano tan alto que ningún ser humano puede vivir de esa manera por su propia habilidad y poder. El cristiano más humilde está llamado a vivir un milagro, una vida que es moral y espiritual, con tal intensidad y pureza que ningún ser humano podría vivirla, sólo Jesucristo puede hacerlo. Él quiere que el Espíritu de Cristo venga sobre su pueblo, una invasión de lo alto que nos afecte mental, moral y espiritualmente.

El oso y el cordero

Esperar de las naciones una conducta que sólo es posible en los seguidores de Cristo que han sido regenerados y purificados, es confundir la verdad del cristianismo y esperar que suceda lo imposible. En las Escrituras, las naciones de la tierra se simbolizan con un león, con un oso y con un leopardo.

Los cristianos, en opuesto contraste, son comparados con pacíficos corderos en medio de lobos, que pueden sobrevivir únicamente permaneciendo cerca del Pastor. Si no es posible que el cordero actúe como el oso, ¿por qué vamos a esperar que el oso actúe como un cordero?

Sería bueno que los cristianos escucháramos menos a los nuevos comentaristas y más a la voz del Espíritu Santo.

Caricatura de Cristo

Confieso que me siento incómodo por las cosas que escucho que se dicen de lo que Cristo hace por la gente en estos días. Generalmente, se lo recomienda como alguien maravillosamente pero que no es demasiado capaz de discernir, que se deleita en ayudarnos a lograr nuestras metas, y que luego nos hace el favor de abstenerse de hacer preguntas molestas en cuanto a las cualidades morales y espirituales de esas metas.

En nuestro deseo de conducir a la gente a «aceptar» a Cristo, muchas veces nos sentimos tentados a presentar a un Cristo que es poco menos que una caricatura de «aquello santo» que fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María, que fue crucificado y resucitó al tercer día para ocupar su lugar a la diestra de la Majestad en las alturas.

Milagros y maravillas organizados

En los círculos evangélicos generalmente surge la pregunta: ¿Por qué no suceden más milagros y maravillas en nuestro medio a través de la fe?

En nuestros días, todo parece ser comercializado, y debo decir que no creo en las maravillas y en los milagros que pertenecen a organizaciones y corporaciones. «Asociación de milagros» – no me interesa. «Asociación de sanidad» – tampoco me interesa. «Asociación de evangelismo» – ninguna de éstas me interesan.

Tengo mis dudas acerca de las señales y maravillas que necesitan ser organizadas, que demandan un presidente, una secretaria, y un gran camión con luces y cámaras. ¡Dios no está en eso!

Pero el hombre de fe puede irse solo al desierto y allí ponerse sobre sus rodillas, y dar órdenes al cielo. ¡Dios está allí! El cristiano que está dispuesto a retirarse a un lugar adonde pueda obtener la respuesta de Dios, y solamente de Dios, ¡encontrará al Señor allí!

Pero no tiene sentido que tratemos de ocultar el hecho de que entre nosotros se hacen gran número de oraciones que no cumplen su propósito, ¡nunca traen nada de vuelta! Es como enviar a un granjero al campo sin arado. ¡No es de asombrarse que la obra de Dios no avance!

Filosofía especializada en trivialidades

Si la iglesia fuera un cuerpo puro, lleno del Espíritu, totalmente guiado y dirigido por consideraciones espirituales, con seguridad, los hombres y las mujeres más santos y más puros serían los más apreciados y honrados, pero sucede exactamente lo contrario. Ya nadie valora la santidad, excepto los muy ancianos o los que están muertos.

Las almas de los santos son olvidadas en el remolino de la actividad religiosa. Se procura todo lo ruidoso, lo que hace valer sus derechos, lo que entretiene, y se lo recompensa de todas las formas posibles, con regalos, con multitudes, con ofrecimientos y publicidad. Aquellos que se parecen a Cristo, los abnegados, los que pertenecen a otro mundo son empujados hacia un lado para dar lugar al último hombre mundano que generalmente tiene poco de convertido y mucho de mundano.

Toda esta filosofía ciega que ignora las cualidades eternas y que se especializa en trivialidades es una forma de incredulidad. Estos cristianos que representan tal filosofía están reclamando una recompensa presente; son demasiado impacientes como para esperar el tiempo del Señor. El verdadero santo ve más allá de esto; poco le importan los valores pasajeros; él mira ansioso el día en que las cosas eternas sean reconocidas, y en que todo lo que importe sea la santidad.

El cristiano sabio estará satisfecho de esperar ese día, y mientras tanto servirá a su generación en la voluntad de Dios.

Teoría vs. práctica

La evidente disparidad entre la teología y la práctica, en quienes profesan el cristianismo, es un mal más destructor, en cuanto a los efectos que tiene sobre la religión cristiana, que el comunismo y el liberalismo combinados.

En la iglesia, es tan grande la brecha que separa la teoría de la práctica, que algún extraño curioso que eche un vistazo a ambas no podría soñar que existe alguna relación entre ellas. Un observador inteligente de nuestro cuadro humano, que escuchó el sermón del domingo por la mañana, y por la tarde observó la conducta de aquellos que habían oído el sermón, llegaría a la conclusión de que habría estado examinando dos religiones distintas y contrarias.

La iglesia promedio, sencillamente, no se anima a cotejar sus prácticas con los preceptos bíblicos. Es posible que la mente dé su aprobación y que las emociones disfruten, mientras que la voluntad arrastra sus pies y se rehúsa a seguir adelante. Y como Cristo apela a la voluntad, ¿no tenemos justificadas razones para preguntarnos si estas almas divididas alguna vez se han entregado verdaderamente al Señor?

Popularidad vs. excelencia

Los cristianos han caído en el hábito de aceptar a los más ruidosos y a los más destacados entre ellos como los mejores y los más grandes. Ellos también han aprendido a igualar la popularidad con la excelencia. En abierto desafío al Sermón del monte, los cristianos han dado su aprobación a quienes hacen sentir sus derechos en lugar de los mansos; a los seguros de sí mismos, en lugar de a los que lloran; a los cazadores de publicidad que buscan estar en los titulares, en lugar de los puros de corazón que ven a Dios.

Enseñanza bíblica vs. Enseñanza espiritual

Algunos lectores pueden alarmarse ante la sugerencia de que existe una diferencia entre poseer «enseñanza bíblica» y poseer «enseñanza «espiritual». ¡Sin embargo, es así!

Es muy posible tener instrucción sobre los rudimentos de la fe y, sin embargo, no tener una verdadera comprensión de todo el asunto. Y es posible convertirse en un experto en doctrina bíblica y no tener iluminación espiritual, con el resultado de que un velo permanece sobre la mente impidiendo que ésta aprehenda la verdad en su esencia espiritual.

Test para medir experiencias espirituales

La persona que busca las mejores cosas de Dios, siempre está deseosa de escuchar a todo aquel que ofrece una nueva manera de obtenerlas. He conocido a cristianos que fueron conducidos a experiencias emocionales que estaban más allá de su poder de comprensión, y han preguntado ansiosamente si esta experiencia provenía de Dios.

La primera prueba debe ser: ‘¿Qué ha aportado esta experiencia a mi relación con el Señor Jesucristo y a mi actitud hacia él? ¿Amo más a Dios? ¿Jesucristo es todavía para mí el centro de toda doctrina verdadera? ¿Todavía estoy de acuerdo con que todo lo que tienda a hacer que Jesucristo sea menos de lo que Dios ha declarado que es, debe ser rechazado?’. Otra vez: ‘¿Cómo ha afectado mi actitud hacia las Sagradas Escrituras? ¿Este nuevo punto de vista de la verdad brota de la misma Palabra de Dios o es el resultado de algún estímulo ajeno a la Biblia?’.

Programa vs. expectativa

Una característica que escasea en la iglesia promedio de hoy en día es la de la expectativa espiritual. Cuando los cristianos se reúnen, no esperan que suceda nada fuera de lo común; consecuentemente, sólo sucede lo habitual, y esto es tan predecible como la puesta de sol.

La expectativa de la iglesia cristiana sigue al programa y no a las promesas. Los agobiados esclavos de la aburrida rutina encuentran que es imposible esperar algo mejor. Actualmente necesitamos un espíritu fresco de expectativa que emane de las promesas de Dios. Debemos declararle la guerra a este espíritu de apatía, y reunirnos con fe infantil. Sólo entonces podremos conocer nuevamente la belleza y la maravilla de la presencia del Señor entre nosotros.

La verdadera iglesia no está muerta

Existe una noción generalizada según la cual el cristianismo está en sus últimos suspiros, demasiado débil o casi muerto. En la mente de muchos que no comprenden el cristianismo, la principal prueba de su muerte es el hecho de que cuando el mundo más lo necesitaba, no ha provisto un liderazgo.

Permíteme decirte que aquellos que se han adelantado a enterrar la fe de nuestros padres han hecho la cuenta sin el huésped. De la misma manera en que una vez enterraron a Cristo con la plena certeza de que se habían librado de él, así su iglesia ha sido puesta a descansar un sinnúmero de veces. Y de la misma manera en que Jesús desconcertó a sus enemigos levantándose de la muerte, así la iglesia ha confundido a los suyos resurgiendo nuevamente a una vida vigorosa, una vez que le habían rendido todas las exequias sobre su ataúd y habían derramado las lágrimas de cocodrilo sobre su tumba.

La verdadera iglesia es quien repone la vida de Dios entre los hombres, y si en algún lugar esta frágil vasija se rompe, esa vida surgirá por algún otro lado. De esto podemos estar seguros.

Entrenamiento y exhibición

Algunas iglesias entrenan a sus ujieres y recepcionistas para sonreír, mostrando la mayor cantidad de dientes posible: pero yo puedo presentir esta clase de exhibición, y cuando me saluda un hombre que sonríe porque lo han preparado para esa tarea, sé que estoy estrechando la aleta a una foca entrenada.

Pero cuando en una congregación existe la calidez, el deleite y el gozo del Espíritu Santo, y sus miembros son espontáneamente alegres y no pueden esconder la sonrisa de felicidad, el resultado es una maravillosa influencia sobre los demás.

La iglesia es celestial

La clase de cristianismo que descansa en la influencia de su poder humano y terreno enferma a Dios, porque la iglesia de Jesucristo es una institución celestial.

Debemos esforzarnos porque nuestras creencias y prácticas sean neotestamentarias en su contenido. Debemos enseñar y creer las verdades del Nuevo Testamento sin que se infiltren cosas del exterior.

Debemos mantener saludable nuestra parcela de plantío divino, y existe una sola manera de hacerlo: ¡Permanecer fieles a la Palabra de Dios! Constantemente debemos remitirnos a los fundamentos, y hacer que la Palabra more en la iglesia.

Oración vs. obediencia

¿Has notado cuánto se ha orado últimamente por un avivamiento y cuán poco se ha obtenido? Yo creo que nuestro problema es que hemos estado tratando de sustituir la obediencia por la oración, y esto sencillamente no funciona. Una iglesia, por ejemplo, sigue sus tradiciones sin pensar demasiado si éstas están de acuerdo a las Escrituras o no. O se rinde a la presión de la opinión pública y se deja llevar por tendencias populares que la apartan del modelo del Nuevo Testamento. Entonces, los líderes notan una falta de poder espiritual entre la gente y comienzan a inquietarse por eso. ¿Qué hacer? ¿Qué pueden hacer para que bajen lluvias refrescantes que vivifiquen sus almas desfallecidas?

En su concepto, ya tienen la respuesta. Los libros les dicen qué hacer: ¡Oren! El evangelista que está de paso conforma lo que los libros dicen: ¡Oren! Por lo tanto, el pastor llama a la gente a orar. Frente al entusiasmo de la misma, parecería por un momento que el avivamiento está en camino. Pero como no llega, el celo por la oración comienza a decaer. Pronto, la iglesia vuelve a su condición anterior y el desaliento se apodera de cada uno. ¿Qué es lo que ha estado mal?

Simplemente esto: Ni los líderes ni la gente ha hecho ningún esfuerzo por obedecer a la Palabra de Dios. A ellos les parece que toda su debilidad está basada en no orar lo suficiente, cuando realmente y de muchas maneras, eran deficientes en el vital asunto de la obediencia.

Adaptándose a la gente

Uno de los errores más populares, y del cual surge la mayor parte de la ruidosa y tumultuosa actividad religiosa en los círculos evangélicos, es la noción de que así como los tiempos cambian, la iglesia debe cambiar con ellos. Los cristianos deben adaptar sus métodos de acuerdo a las demandas de la gente.

Evangelismo contemporizador

Cualquier evangelismo que apele a los intereses comunes y a las disertaciones sobre los asuntos de actualidad para establecer un campo común donde el pecador se pueda sentir como en casa, es tan falso como lo eran los altares de Baal.

Cualquier esfuerzo por suavizar el camino del hombre y por quitar la culpa y la vergüenza, es algo peor que tiempo perdido, es malo y peligroso para las almas de los hombres.

Éxito y fracaso

¿Por qué será que la que se profesa como iglesia cristiana parece haber aprendido tan poco acerca de la sencilla enseñanza de nuestro Señor con respecto al éxito y al fracaso humanos?

Todavía vemos como ven los hombres y juzgamos de acuerdo a los juicios de los hombres. ¿Cuánto trabajo inútil, en el nombre de la religión, se hace basado en el deseo carnal de obrar bien? ¿Cuántas horas de oración se pierden rogando a Dios que bendiga proyectos que están destinados a glorificar a los pequeños hombres? ¿Cuánto dinero que le pertenece a Dios se vierte en hombres que, a pesar de su apelante tono de voz no procuran otra cosa más que lograr un espectáculo agradable en la carne?

El verdadero cristiano debe apartarse de todo eso. Ningún hombre puede ser merecedor del éxito hasta que no esté dispuesto a fracasar. Ningún hombre es moralmente merecedor del éxito en las actividades religiosas hasta que no esté dispuesto a que otro reciba el honor del éxito, si Dios así lo desea.

Dios permitirá que su siervo tenga éxito cuando lo haya disciplinado a tal punto que no necesite del éxito para ser feliz. El hombre que se siente gozoso cuando triunfa y frustrado cuando fracasa, todavía es un hombre carnal.

Nuestro honor se halla basado en ser justamente lo que Jesús fue y es; en ser aceptados por aquellos que lo aceptaron a él, rechazados por aquellos que lo rechazaron a él, y amados por aquellos que lo amaron. ¿Qué gloria mayor puede alcanzar un hombre?

Fe y razón

El testimonio de la iglesia cristiana es más efectivo cuando se declara en lugar de explicarlo, porque el evangelio apela a la fe y no a la razón. Lo que puede ser aprobado no necesita fe para ser aceptado, y la fe descansa en el carácter de Dios, no en las demostraciones de un laboratorio o de la lógica.

La cruz se yergue en abierta oposición al hombre natural. Su filosofía es contraria a los procesos de la mente no regenerada, de tal manera que Pablo pudo decir lisa y llanamente que el mensaje de la cruz es locura para los que se pierden. Tratar de encontrar un punto común entre el mensaje de la cruz y la razón del hombre caído sólo puede resultar en una razón empeorada, una cruz carente de significado y un cristianismo sin poder.

Estrellas religiosas

Creemos que el movimiento evangélico continuará apartándose más y más de la posición neotestamentaria, a menos que sus líderes dejen de ser las estrellas religiosas modernas, para convertirse en los modestos santos que no desean alabanza y no buscan una posición, sino que se sienten felices cuando toda la gloria se atribuye a Dios y ellos son olvidados.

Verdad objetiva y vida

Mucho de lo que se transmite como cristianismo neotestamentario es poco más que verdad objetiva endulzada con canciones y sazonada con entretenimientos religiosos. Corro el riesgo de que se me interprete mal cuando digo que probablemente ninguna otra porción de las Escrituras se puede comparar con las epístolas de Pablo cuando se trata de formar santos artificiales. Pedro advierte que los indoctos e inestables torcerían los escritos de Pablo para su propia destrucción, y con sólo visitar un estudio bíblico promedio, y escuchar algunas conferencias, nos daremos cuenta de lo que quiero decir.

Lo nefasto del caso es que las doctrinas del Pablo se pueden enseñar siendo completamente fieles al texto, sin hacer que los oyentes sean una pizca mejor de lo que son. El maestro puede, y a menudo lo hace, enseñar la verdad de tal manera que los oyentes queden sin un sentido de obligación moral.

Una de las razones para el divorcio entre la verdad y la vida puede ser la falta de iluminación del Espíritu. Otra es, con seguridad, que los maestros no desean meterse en problemas. Cualquier hombre con dones para el púlpito puede seguir adelante con una congregación promedio si tan sólo los «alimenta» y los deja seguir solos. ¡Dales mucha verdad objetiva y nunca insinúes que están equivocados y que deben cambiar, y así los tendrás contentos!

Pero el hombre que predique la verdad y la aplique a las vidas de sus oyentes sentirá los clavos y las espinas. Tendrá una vida dura, ¡pero gloriosa!

Fragmentos tomados de «Manantiales de lo Alto».