¿Qué significa en verdad ser cristianos?

Nosotros … somos transformados … en la misma imagen”.

– 2ª Corintios 3:18.

Habiéndome yo movido entre cristianos en muchas partes del mundo, y en muchas situaciones, una cosa me ha estado preocupando cada vez con más fuerza. En presencia de un montón de confusión entre cristianos y muchas complicaciones en la cristiandad, ha venido a ser más y más fuerte el sentimiento de que los cristianos necesitan realmente saber qué es la fe cristiana, y saber lo que ellos son como creyentes.

Eso parece, quizás, bastante drástico, pero estoy muy seguro que una gran parte del problema –y pienso que todos están de acuerdo en que hay infinidad de problemas en la cristiandad en general– es debido realmente a un fracaso en entender qué significa ser cristiano. Puede parecer extraño que yo les hable a ustedes, cristianos mayormente experimentados y maduros, sobre la verdadera naturaleza de la fe cristiana.

Bueno, si ustedes sienten que eso es presuntuoso e impertinente, sean pacientes, y creo que a poco andar se sentirán como yo: que aunque conocemos mucho sobre la fe cristiana como se enseña en el Nuevo Testamento, estamos frecuentemente en dificultades por la sencilla (o profunda) razón de que no hemos asido realmente el significado de aquello en lo que estamos. Así, a menudo, estando afligido por alguna situación, y perplejo por lo que debía haber ocurrido, yo he comprobado que eso es exactamente lo que la Palabra ha dicho que pasaría.

Debo decirles (y estoy seguro que ustedes estarán de acuerdo después de pensarlo un poco) que la parte mayor del Nuevo Testamento –me refiero a todas las cartas que constituyen la sección más extensa del Nuevo Testamento– tiene como propósito esta única cosa: hacer entender a los cristianos lo que es el ser cristiano. Si eso es verdad, y todas estas cartas fueron para los cristianos, ciertamente tenemos que concluir que aun los creyentes del Nuevo Testamento necesitaban que se les explicase la fe, e incluso entonces había esta necesidad de definir claramente la naturaleza real de aquello en lo cual ellos habían entrado.

Empezando con la carta a los Romanos. ¿Era ella necesaria para los cristianos? Fue escrita a los creyentes; pero, ¿para qué se escribió? ¡Para ponerlos al día en materia de la fe de Cristo! Al parecer, ellos no estaban bastante claros en su posición, en sus vidas y en sus corazones acerca de las implicaciones de aquello a lo cual habían venido por la fe en Jesucristo.

Veamos ahora las cartas a los Corintios. ¿Qué son ellas? Puestas contra un fondo de real confusión y contradicción en Corinto, esas cartas realmente fueron escritas para lograr que los creyentes realmente entiendan lo que significa el ser cristiano. Y así sucesivamente a través del Nuevo Testamento, tal es el objetivo; que nosotros y todos los que creen en el Señor Jesús tengan realmente una comprensión clara de esto, del significado del nombre que llevamos, de aquello en que creemos y a lo cual hemos venido por la gracia de Dios.

Podemos resumirlo todo en esta sencilla declaración: que toda la vida cristiana es una educación acerca de lo que significa ser cristiano. ¿Es eso verdad? ¿No ha enfrentado usted a veces alguna situación, alguna dificultad, alguna prueba, alguna complicación, un poco de perplejidad, un poco de experiencia, y ha dicho: ‘¿Qué significa todo esto? Yo soy un cristiano. He puesto mi fe y mi confianza en el Señor Jesús. Yo soy suyo, pero no entiendo lo que significa todo esto. ¿Por qué esta experiencia? ¿Por qué estoy pasando esto? ¿Por qué me ha venido esto? ¿Por qué mi vida es así? Estas muchas cosas están tan llenas de misterio y perplejidad. ¿Qué es lo que he logrado? ¿En esto consiste el ser cristiano? ¿Es esto realmente lo que tengo que esperar y aceptar? En ese caso, necesito entendimiento, y ser alumbrado, y necesito ayuda como cristiano, porque todo esto está a menudo más allá de mí’?

Bueno, esa es la situación – ¿pero es eso verdad? Si hay alguien que nunca ha pasado por esto, que nunca ha tenido un momento así, y cuyo camino ha sido tan grato y fácil, todo tan recto y bien ajustado y sin ningún tipo de problema, lo excusaré si no quiere seguir leyendo, porque yo no tengo nada que decirle.

Bien, ahora, ¿a qué apuntan estas palabras en 2ª Corintios 3:18? «Nosotros … somos transformados…». La oración está en tiempo activo presente: ‘Nosotros estamos siendo transformados’; ‘Estamos en un proceso de transformación, pasando de una forma a otra’. Hay un sentido en el cual ese fragmento, ese verso condensado en tan pocas palabras, toca el corazón de todo el Nuevo Testamento y lo explica todo.

Habiendo dicho eso, regresemos al segundo capítulo de la primera carta a los Corintios. Esta carta (como de hecho son todas las cartas, pero ésta es un excelente ejemplo) está construida alrededor de dos palabras contrastadas, y ellas están en este capítulo. Esas dos palabras contrastadas describen dos tipos diferentes de humanidad, dos humanidades diferentes, y entre ambas, está plantada, firme y sólidamente, la Cruz del Señor Jesucristo.

Veamos de nuevo el capítulo a la luz de esa última declaración: «…cuando fui a vosotros… me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesús Cristo, y a éste crucificado», y todo después de eso descansa en esa distinción entre estos dos tipos que la Cruz divide, y dice: ‘Eso pertenece a una categoría de seres humanos y esto pertenece a otra categoría de seres humanos’. Hay una sima cortada por la Cruz del Señor Jesucristo entre esos dos, que los separa y los hace dos especies diferentes de humanidad. Tal verdad prosigue a través de esta carta.

Sigan la lectura con esto en su mente. El apóstol habla aquí acerca de un fundamento y de un edificio. Él dice: «…pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo», y entonces pone la cuña de la Cruz directo en la superestructura y habla de una clase de obra u obras que son el producto de un tipo de hombre, o cristiano, y otra clase de obra u obras que son el producto de otro tipo. Una será quemada y nunca será hallada en la eternidad. Se ha ido para siempre. La segunda perdurará. Resistirá el fuego del juicio y la prueba del tiempo, y será encontrada en la estructura final, o edificio de Dios.

Vean ustedes, Pablo aplica este principio de dividir entre dos tipos de personas cristianas, y a los dos tipos de obras o frutos de cada uno respectivamente. La edificación, dice él, en relación a su valor eterno, estará determinada por quién está produciéndola, por qué tipo de hombre, o humanidad, está produciéndola. ¿Cuál de los dos está levantando este edificio? ¡Piensen en esto! Éstos no son incrédulos. ¡Cuánto de lo que se está construyendo en Cristo se va convirtiendo en humo! La obra de cada hombre será probada a través del fuego, y su valor real y su resistencia serán determinadas y dependerán de su procedencia, de cuál de estos dos tipos de humanidad.

Ahora, ustedes se preguntarán cuáles son las palabras que definen los dos tipos de humanidad. Lea el capítulo: «…el hombre natural … el que es espiritual». Esas son las dos palabras: el cristiano natural y el espiritual. Ellos no son personas inconversas, no son no-cristianos. ¿Es necesario entrar en detalles para confirmar y ratificar lo que estoy diciendo? ¡Debo recordarles que el apóstol Pablo había estado en Corinto dos años enteros con estas personas! Yo no sé qué piensan ustedes, pero si tuvieran al apóstol Pablo entrando y saliendo durante dos años, ¡tendrían terreno suficiente para considerar! Él estuvo allí entre ellos por dos años enteros, entrando y saliendo, enseñándoles probablemente todos los días, y luego se ausentó durante cinco años.

Entonces, él oyó lo que le informaron los de la casa de Cloé. ¡Ojalá todos hiciéramos lo que hizo el apóstol! Él no tomó el informe sin investigarlo. Recibió la información y despachó de inmediato a un mensajero fiel para verificar si el asunto era o no cierto. El mensajero fue y regresó, diciendo: ‘Es todo cierto, y aun peor que el informe’. ¡El deterioro en cinco años!

Quizás ustedes se sobresaltan y se conmueven por eso, y dirán: ‘¿Es posible?’. Bueno, recuerden los mensajes a las siete iglesias en Asia en Apocalipsis, y cómo empezaron todas ellas. Al principio, hubo cosas maravillosas en esas iglesias. Lean la historia del principio de la iglesia en Éfeso. ¡Qué gran relato! Enfrentando tremendo antagonismo y hostilidad, esas personas salieron decididamente, y trajeron todos sus libros de magia, de los cuales se da el precio (¡una suma enorme a ojos humanos!), los amontonaron en la calle, o tal vez en la plaza del mercado o algún lugar abierto, y los arrojaron todos a las llamas. ¡Ésa es una separación completa!

Sin embargo, ¿dónde está esa iglesia en Apocalipsis? «Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido» (Apoc. 2:4-5). ¿Qué pudo haber pasado? Bien, yo puse eso a modo de enfatizar esta posibilidad, por lo menos, de declinación. ¿Por qué en Corinto, por qué en Éfeso y en las otras hubo tal decadencia? Regresemos a los dos hombres, los dos hombres en lugar de uno, los dos hombres en lugar de cada individuo. No es una división de una compañía en esta y esa categoría, sino las dos cosas en una persona.

Ustedes saben, todos nosotros, si somos del Señor, somos en alguna medida naturales y espirituales. ¿Están de acuerdo con eso? La cuestión no es si somos enteramente perfectos y ya no hay más del natural en nosotros. Ése no es el punto. El punto es: ¿Quién está dominando y está gobernando? ¿Cuál de los dos, el natural o el espiritual? Aquí en Corinto, como vemos por la carta, el hombre natural gobernaba en los varones y en las mujeres, y había tomado ascendiente sobre el hombre espiritual.

Las dos palabras, entonces, son ‘natural’ –y ustedes no necesitan que yo les diga que la palabra griega es ‘almático’– y ‘espiritual’; el hombre de alma y el hombre de espíritu siempre en conflicto. ¿Quién llevará la ventaja, el dominio, en cada uno de nosotros? Los dos están en cada persona.

Intelectualismo

Ahora, ¿qué es esta categoría natural, esta especie natural? Veamos de nuevo la Carta. En primer lugar tenemos el dominio, el ascendiente, el control del intelectualismo, la sabiduría de este mundo. Eso es lo que está siendo marcado y subrayado como una parte del problema en Corinto; el control del intelectualismo, la razón natural, la mente natural, la idea que tú vas a resolver los problemas de vida mediante el intelecto. ¿Les parece que eso no es un peligro en la cristiandad de hoy? ¿Por qué? ¡Está por todas partes! Les grita a ustedes desde la prensa religiosa. Ustedes pueden no leer tanto de ello, pero es mi trabajo estar familiarizado con lo que está pasando en el mundo teológico cristiano, y les digo, amigos, que cuando leo ciertas revistas teológicas, encuentro muerte. Ellos fatigan al espíritu.

Todo este tremendo esfuerzo por resolver los problemas de la cristiandad mediante el intelecto humano; la investigación, el argumento, la discusión y el debate, las tesis, etc.; la cristiandad filosófica intentando resolver los problemas espirituales; ¡qué cansancio es eso! ¡A veces tengo que tirar esos papeles! No puedo terminar de leerlos, porque están tan muertos, tan absolutamente inanimados. Y esa clase de cosas está por todas partes. Se piensa que si tú vas a nuestras sedes y seminarios de aprendizaje con un cerebro diestro, capaz de crear un argumento convincente, vas a salvar almas. ¡Nunca hubo falacia mayor!

Esta carta a los Corintios dice eso. Lean este segundo capítulo de nuevo y verán que Pablo está diciendo eso. ¡Pablo era un hombre educado, tanto como para que durante dos mil años los mayores estudiosos le hayan dado la razón, y ellos aún no lo han dominado! Vengan a las librerías religiosas y miren las estanterías sobre la exposición del Nuevo Testamento, y encontrarán que Pablo predomina.

Conseguí un libro de un connotado profesor de teología en la universidad, titulado Un retrato de Pedro. Este hombre, con todo su saber, comenzó esbozando un retrato de Pedro. Abrí el libro ¡y encontré que las primeras páginas estaban totalmente ocupadas con Pablo! Él no podía llegar a Pedro porque Pablo estaba en el camino, y su razonamiento era: ‘Bueno, Pedro era un gran hombre, pero Pablo era muchísimo mayor!’.

Sí, este hombre Pablo era un hombre educado, un hombre intelectual, un hombre sabio. Ustedes no pueden en absoluto desacreditar a Pablo en ese sentido, porque él les golpeará cada vez en ese ámbito – ¡pero escuchen! ‘Corintios, cuando yo vine a ustedes no vine con excelencia de palabras o de sabiduría, sino en temor y mucho temblor. Yo había determinado que no sabría nada entre ustedes, corintios intelectuales, sino a Jesucristo, y a éste crucificado’.

¿Cuál era la conclusión de Pablo? ‘Es inútil lo mucho que yo puedo tener de las escuelas, lo que yo puedo saber. Aunque podría argumentar con los corintios o con los atenienses en la Colina de Marte, no seguiré en ningún lugar esa vía ante una situación espiritual como ésta. He tomado una determinación acerca de esto’. Forma parte del hombre natural pensar que ustedes van a poder construir algo mediante su capacidad intelectual, escolástica, académica. ¡El hecho es que lo que el intelecto puede construir, el mismo intelecto lo puede derribar!

Potencialismo

Entonces, miremos esta prominente palabra: poder. Está allí en el capítulo: «la sabiduría … el poder»; y en Corinto se rendía culto al poder natural, la habilidad de conquistar algo a través de la fuerza natural. Puedes llamarlo ‘potencialismo’, porque era un ‘ismo’ allí. Puedes aplastar por la superioridad de tu fuerza, imponer algo fuerte, poderoso, sobre la gente, y tú ganarás. Sólo tienes que ser lo suficientemente fuerte y podrás resolver todos los problemas y cambiar todas las situaciones. ‘Potencialismo’ es la idea del hombre natural acerca de cómo hacerlo todo.

Emocionalismo

Entonces, entre estos corintios, tenía un gran lugar el emocionalismo. Ir a cazar, cautivar y dominar, y obtener tu propósito por el poder de la emoción, apelando a los sentimientos de las personas, jugando con ellas, trabajando en ellas, hasta obtener una respuesta casi histérica. ¡Si haces eso bien y completamente, tú conseguirás algunos cristianos! El apóstol dice: ‘¡De ninguna manera!’. Es evidente que estos corintios eran personas muy emocionales.

Locura

¿Qué es lo que sobrepone el apóstol a estos tres aspectos del hombre natural? Sobre la sabiduría, pone ‘la locura’. En el primer capítulo, habla de ‘la locura de la predicación’. ¡Vean que ‘la locura’ era una gran cosa para Pablo! «Nosotros somos insensatos por amor de Cristo» (1ª Cor. 4:10). ¿Qué quiso decir él? Bueno, él no quiso decir: ‘¡Sean simplones!’, que es lo que nosotros asumimos como significado de ser necio. Lo que Pablo quería decir por locura era la negación de que ese intelectualismo podía conocer a Dios. ‘Los príncipes de este mundo, y la sabiduría de este mundo no conocieron a Dios’, dijo Pablo, ‘y ellos no podrán conocerlo. Ellos no podrán conocer nada de lo que tiene que ver con Dios’. «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender».

La locura es la negación de que toda la sabiduría y toda la filosofía de los griegos allí en Corinto, donde alardeaban tanto de ella, podrían derribar la barrera para conocer a Dios; todo este poder de la mente y de la voluntad, proyectado y afirmado de cualquier manera, vendrá contra la barrera y fracasará, no encontrará a Dios, ni las cosas de Dios. Todo es desechado como necedad cuando la búsqueda de Dios sigue ese rumbo. ¡Cuán insensato es esto! Pablo da un maravilloso, casi sobrecogedor, ejemplo de esto: «…sabiduría de Dios … que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria». No hay mucho sentido en esa sabiduría, ¿lo hay? ¡No hay mucha lógica o filosofía en eso!

Así que Pablo pone lo que él llama ‘locura’ contra la sabiduría de ellos, significando una positiva negación registrada por la Cruz del Señor Jesús de que el mero intelectualismo pueda encontrar a Dios y las cosas de Dios. ¡No puede, porque el hombre natural no puede!

Debilidad

Contra el potencialismo de esta mentalidad del hombre natural, el apóstol se gloría usando la palabra ‘debilidad’. Aun dice que Cristo fue crucificado en debilidad, y él mismo siempre se está refiriendo a su propia debilidad y gloriándose en ella. ¿Qué quiere decir Pablo? La negación de que este tipo de poder humano pueda lograr algo en el mundo espiritual. ¡Qué edificio estamos derribando!

Como ustedes saben, esa ha sido la prueba del derecho humano desde el principio. ¿No fue esa la prueba de Abraham para dejar ir incluso lo que Dios le había dado en Isaac? La prueba de la espiritualidad real de este hombre fue la habilidad de dejar ir. ¿Fue esto verdad acerca de Jacob? ¿No era él un hombre tenaz, decidido, un hombre que conseguía lo que él quería a cualquier precio, en favor de su conveniencia y bienestar? ¿No fue ese el problema de Peniel, o Jaboc? «¡No te dejaré ir!». ¡Ése es Jacob! Él había actuado así toda su vida, aferrándose tenazmente a lo que él quería, lo que él tenía o lo que él quería tener. ¡Pero el dedo de Dios tocó el encaje de su muslo, y después de eso usted puede ver que él es un hombre que cojea! ¡Vean la manera en que se reencuentra con su hermano Esaú!

Si tú eres Abraham o Jacob o cualquiera de los otros a quienes podríamos mencionar, tú no vas a terminar con Dios totalmente y finalmente por tu propia determinación y tenacidad natural. Una de las grandes lecciones de la vida cristiana es aprender a dejar ir a Dios.

Toda exhortación a fortalecerse en el Señor, a soportar, a actuar varonilmente y ser fuerte, no significa hacerlo con esta fuerza natural. Es otro tipo de fuerza, de un tipo muy diferente, una fuerza que sólo es vista a veces por nuestra habilidad de permitir a otras personas hacer las cosas a su manera, para lograr después lo que ellos son y negarnos a nosotros mismos. Ellos sostienen, sujetan y mantienen las cosas en sus manos a desventaja nuestra, y nuestra fuerza real está en nuestra debilidad. El apóstol Pablo puso esto en palabras. Lean el capítulo 2 de la carta a los Filipenses: «Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (esclavo) … haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Bien, ¿ha probado esa ser la actitud correcta? ‘Nosotros estamos siendo cambiados…’. ¿Ven ustedes ahora el punto?

Equilibrio

Así pues, contra el intelectualismo – la locura; contra el potencialismo – la debilidad; contra el emocionalismo – ¿qué? La negación de que la búsqueda, el anhelo, la persecución del sensacionalismo, logrará su fin. Yo creo que ese era el motivo de la lujuria de estos corintios: su apetito excesivo, su ansia del alma por los dones espirituales. Es notorio que sea a los corintios, mucho más que a cualquier otra iglesia en el Nuevo Testamento, a quienes se hable tanto sobre los dones espirituales. Estas demostraciones, este despliegue, estas cosas que tú puedes ver y gloriarte en ellas porque puedes verlas, están todas fuera del sensacionalismo.

Estoy seguro que si ustedes hubieran entrado en las reuniones en Corinto, habrían visto algún comportamiento histérico cuando ellos hacían de estos dones espirituales, como ellos pensaban, el terreno y la naturaleza de su espiritualidad – y ellos son la menos espiritual de todas las iglesias. Así, ante lo desmesurado en la iglesia cristiana, hay necesidad de equilibrio.

¿Notan ustedes una característica de estos cristianos, un defecto que es descrito tan clara y extensamente aquí en la carta? ¡Hay una ausencia del poder de discernimiento espiritual, de la percepción espiritual, de la intuición espiritual que nos advierte: ‘¡Sé firme! ¡No te dejes impresionar! ¡No pierdas la sobriedad! ¡Esta cosa puede estar bien en su lugar correcto y bajo el control apropiado, pero sé cuidadoso! Hay una trampa en cada don espiritual, y si tú haces del don el asunto principal y no del significado espiritual del don, esa cosa, que en sí misma puede ser muy correcta, te traerá problemas’. Estoy cubriendo mucha historia cuando digo eso. Quizás algunos de los problemas más grandes con los que algunos de nosotros hemos tenido que tratar en las personas han sido el resultado de esta búsqueda desequilibrada de la manifestación de aspectos sensacionalistas de la fe cristiana.

Bueno, quizás algunos de ustedes no entienden todo esto, pero ésta es la situación aquí en Corinto, y yo sólo estoy diciendo esto para mostrar la existencia de estos dos órdenes, estas dos categorías de lo que he llamado ‘especies de humanidad’, que tienen su morada dentro de una parte del cuerpo humano: el alma o el espíritu.

Ellos están allí, y el apóstol escribe a estas mismas personas –porque la segunda carta es sólo una continuación de la primera–: ‘Nosotros estamos siendo cambiados de una forma a otra’. ¿Qué está sucediendo? ¿Cuál es el proceso del Espíritu de Dios en el creyente? ¿Cuál es el significado de todo esto que el Señor nos permite vivir, esta disciplina, estas adversidades, estas pruebas, estos sufrimientos, estas dificultades, éstas ‘cosas extrañas’ (para usar las palabras de Pedro, porque ellas son extrañas a nosotros, como viniendo de Dios o siendo permitidas por Dios)? ¿Cuál es el propósito de todo ello? Es para provocar el cambio, la transformación de una especie a otra, de un tipo de humanidad a otro. Hay algo en cada prueba, en cada adversidad, en el sufrimiento, que, en la soberanía de Dios, es pensado por él para hacer una diferencia en nosotros. ‘Estamos siendo transformados’.

¡Ciertamente no está mal tener un alma! Es eso lo que tiene que ser salvado. En el curso de esa salvación, la gran lección es cómo someter el alma al control del espíritu. Esto es lo que significa ser ‘espiritual’. Esto es verdaderamente «el que es espiritual».

De «A Witness and a Testimony», Jul-Ago 1969.