Los capítulos 14 y 15 de Romanos tienen una importancia fundamental en la actual coyuntura de la iglesia. Aquí aparece lo que es, tal vez, el mayor desafío para la iglesia en estos tiempos finales, en lo que a la vida de iglesia respecta.

Debemos reconocer que la iglesia, en su larga historia de casi veinte siglos, ha pasado por todos los puntos doctrinales que contiene la epístola a los Romanos en cada uno de sus capítulos. Es probable que, en gran parte, ella haya vivido la experiencia de Romanos incluso en el mismo orden en que esas doctrinas están expuestas.

Si esto fuera así, entonces los capítulos finales deberían ser la experiencia del presente y del futuro inmediato de la iglesia. ¿De qué se trata? En los capítulos 14 y 15 se habla de que los miembros del cuerpo deben recibirse unos a otros, cualquiera sea la diferencia que tengan respecto a doctrinas ‘secundarias’. Aquí se mencionan algunas de esas doctrinas: lo referente a las comidas, y a los días. ¿Qué de las comidas? Uno, que es fuerte en la fe, piensa que se puede comer de todo; otro, que es débil, que se debe comer solo legumbres. ¿Qué de los días? Unos celebran un día; otros celebran otro.

Ante esto, el apóstol dice: «No se menosprecien unos a otros; no se juzguen unos a otros, porque Dios les ha recibido». Noten que la base de la unidad es un hecho divino: Dios ha recibido a todos, tanto a los que comen como a los que no comen; a los que celebran un día, como a los que celebran otro (14:3; 15:7).

El punto es recibir a todos los que Dios ha recibido en Cristo. Nosotros podemos poner infinidad de condiciones, y expresar nuestros reparos hacia los que no piensan o hacen como nosotros; sin embargo, el punto es que Dios no exige más. Nosotros tampoco podemos exigir más.

La tendencia natural del hombre es asimilar a todos para que todos crean y hagan como nosotros. Sin embargo, el corazón de Dios es más amplio que el nuestro, y en él cabe una amplia variedad de cristianos. El cuerpo de Cristo tiene miembros de diversos colores, idiomas, estratos sociales, culturas, y maneras de pensar. Nosotros no podemos cambiar a Dios; más bien, tenemos que ensanchar nuestro pequeño corazón, para que sea amplio y generoso como el suyo.

En los capítulos 14 y 15 de Romanos, hay una amplia argumentación a favor de este principio. Los que necesitan argumentos para obedecer las instrucciones de Dios encontrarán mucho allí para considerar. Pero los que están dispuestos solo a obedecer la Palabra, hallarán su deleite en recibir a todos los que Dios ha recibido, sin otra condición.

¿Cómo la iglesia expresará la unidad de la fe, del Espíritu y del cuerpo sobre la tierra? Solo si es capaz de vivir en la práctica estos dos capítulos de Romanos. Conforme avanzan los tiempos, y las señales de la segunda venida de Cristo se cumplen, esta parte de la Escritura tendrá más y más importancia; será más y más realizada, para que, cuando el Señor vuelva, encuentre su oración de Juan 17 contestada sobre la tierra.

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