El lugar de la epístola a los Hebreos en el contexto del Nuevo Testamento.

Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios”.

– Col. 2:18-19.

En los manuscritos más antiguos, el título de la Epístola a los Hebreos es simplemente: «A los hebreos», pero entendemos que eso se refiere a los cristianos hebreos, o a los cristianos que eran naturalmente hebreos.

Debemos entender el trasfondo de la carta en tiempos del Nuevo Testamento. Sabemos de la gran batalla que se libró entonces entre judíos y cristianos. El apóstol Pablo, que era él mismo un gran hebreo, tenía un corazón muy grande para su propio pueblo. Recuerden que él dijo: «Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne» (Rom. 9:3).

Él estaba preparado para dejarlo todo si solo su pueblo aceptaba al Señor Jesús, tan grande era su deseo y su esperanza a favor de ellos. Pero él luchó una batalla perdida para Israel, y en el último capítulo del libro de los Hechos vemos la rendición de Pablo a esa esperanza: «Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán» (Hech. 28:28). En efecto, él dijo: «Viendo que Israel no oirá, los dejamos. Abandono mi gran esperanza por ellos y me vuelvo a aquellos que oyen – los gentiles».

Entonces, al final de la epístola a los Hebreos, tenemos el resultado del rechazo de Israel. El escritor hace esta súplica a aquellos cristianos hebreos: «Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos… Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible…» (Heb. 12:25, 27, 28).

Estas palabras contienen el juicio final sobre los hebreos que rechazaron a Cristo. Esa «remoción» se refiere, en primer lugar, a la destrucción que vino sobre Israel en el año 70 d. de C., y cuando eso sucedió Israel fue dejado sin territorio, sin ciudad, sin templo y sin gobierno. Todo fue sacudido hasta que cayó totalmente, como resultado de rechazar oír «al que amonesta desde los cielos».

Es en este panorama que tenemos la carta a los Hebreos. Por un lado, es una apelación final a los cristianos hebreos a no desechar a Jesucristo; por otro lado, la carta es una gran advertencia en cuanto a lo que sucederá si ellos lo ignoran. Hay que poner la carta en este escenario; ella es escrita en una gran crisis de la vida espiritual, y, por supuesto, contiene un mensaje válido para cualquier época. Veamos brevemente las tres características que desembocaron en ese gran conflicto y esa división final.

Causas de la división final

La primera característica era Cristo mismo como el Mesías, Jesús como el Cristo. Por supuesto, los judíos creían en un Cristo, porque Cristo es solo la palabra griega para el Mesías hebreo. Pero ellos no aceptaron a Jesús como el Mesías, y por eso, como fue profetizado, él vino a ser la piedra sobre la cual cayeron y fueron desmenuzados. Era un asunto del lugar que ellos dieron a Jesús.

Ustedes pueden ver en qué lugar preeminente pone esta carta a Jesús. Jesús es el Hijo ungido de Dios, el Cristo, la Roca sobre quien ellos fueron quebrantados. Ese fue el primer gran factor en el conflicto y en la división final.

Debemos recordar siempre que la prueba de todo es el lugar que se da a Jesucristo. Si alguien viene a usted pretendiendo que acepte cierto sistema de enseñanza, con maravillosos argumentos y usando mucho la Biblia, ¿qué hará usted al respecto? Usted puede no ser capaz de refutar sus ideas y puede incluso no ser capaz de contestar a Escritura con Escritura; pero hay una cosa que irá siempre al corazón del asunto: ¿Qué lugar le da usted al Señor Jesucristo? ¿Le da el lugar del Hijo eterno de Dios?

Todo se afirma o cae sobre eso. Usted puede intentarlo, y hallará que la mayor parte de los falsos maestros comenzarán a eludir el punto. «Oh, creemos en Jesús como un gran hombre, como el maestro más grande que jamás vivió», y así sucesivamente. «Pero si usted quiere que creamos que Jesús es Dios, bueno, no podemos aceptar eso». El lugar dado al Señor Jesús es la prueba de todo. Ese es el primer factor en este gran conflicto en la carta a los hebreos, y usted verá por qué el escritor utiliza la totalidad de la primera parte para magnificar al Señor Jesús.

La segunda característica es lo que el escritor llama aquí el «llamamiento celestial», y usted tiene que poner todo el énfasis sobre esa palabra «celestial». Vean, los hebreos buscaban un llamamiento terrenal, y todos los que son como ellos, aunque se llamen a sí mismos cristianos, sólo desean un llamamiento terrenal, un cristianismo que pertenece a esta tierra y a este mundo. Vamos a ampliar esto más adelante, pero hay un tremendo significado en esta pequeña frase, «el llamamiento celestial».

Luego, hay una tercera característica. Estos hebreos eran preparados para ser cristianos, pero debía ser una fe según su propia mente, un cristianismo que permitiera que el sistema del Antiguo Testamento continuara. Debía permitir que Moisés y toda la ley de Moisés continuaran, que el templo y los sacerdotes del Antiguo Testamento continuaran, que todos los sacrificios continuaran. «Estamos preparados para ser cristianos si usted nos deja introducir nuestro Antiguo Testamento en el cristianismo; pero si usted dice que todo ello ha concluido y un sistema celestial ha tomado su lugar, entonces no podemos recibir eso». Ellos querían que el sistema judío entrara en el cristianismo, es decir, un cristianismo de ritual y de forma.

¿Usted ve la fuerza de esta expresión «participantes del llamamiento celestial» – compañeros de Cristo? Estos compañeros de Cristo son aquellos que son constituidos de nuevo sobre una base celestial y espiritual. Son los que están respondiendo a un llamamiento celestial.

Rechazaron transitar hacia el Israel celestial

Ahora hemos llegado al punto de la transición del Israel natural y terrenal al nuevo Israel espiritual y celestial. Esta transición debería haber ido en una secuencia divina, el uno dando paso tranquilamente al otro. El antiguo debería haber hecho pleno espacio para el nuevo. El viejo Israel debería haber muerto, sido sepultado y levantado otra vez en Cristo y convertido en el Israel celestial –los compañeros de Cristo– pero ellos rechazaron aceptar algo así.

Y, cuando rechazaron aquello, ellos fueron puestos a un lado. Dios solo se mueve con su propósito concerniente a su Hijo, y, aunque muchos fueron llamados, pocos fueron escogidos. Hubo unos pocos de Israel que fueron elegidos como compañeros, pero muchos de los llamados rehusaron, y así ellos fueron rechazados, y Dios se movió en esta transición hacia su nuevo Israel celestial.

Nótese que ellos rechazaron realmente moverse al terreno celestial, rehusaron moverse al terreno del Hombre celestial. Por lo tanto, en consecuencia, ellos tomaron el camino de Adán – y aquí hay una cosa muy interesante e instructiva.

Adán fue creado por Dios, elegido por Dios y llamado por Dios en relación a su propósito referente a su Hijo, pero cuando Adán fue creado, él no era perfecto – era inocente, pero no era perfecto. Usted sabe la diferencia entre ser inocente y ser perfecto. Un pequeño bebé es inocente, pero no es perfecto. Él tiene que crecer, madurar y llegar a ser perfecto pasando a través de toda clase de dificultades y problemas. Ese es el camino en que un niño inocente se transforma en un hombre adulto.

Adán era inocente como un niño pequeño. Era muy hermoso, sin pecado, pero no era perfecto. Él tenía que llegar a la perfección espiritual, aún tenía que ser hecho como el Hijo de Dios. Para eso había sido creado. Dios permitió que él fuese probado, y, ¡oh, qué maravilloso hubiera sido si Adán hubiese pasado su prueba victorioso! De la inocencia de un niño él habría sido hecho un hombre espiritual maduro, como el Señor Jesús humano, y los hijos de Adán habríamos sido gente muy distinta. Pero falló en su prueba y no tomó el rumbo al cual Dios lo había llamado. ¿Qué hizo Dios? Desechó a Adán. Él puso una maldición sobre él y dijo: ‘Esta clase de ser nunca podrá satisfacerme. Él ha rehusado tomar el camino de mi Hijo’.

Eso es exactamente lo que sucedió a Israel después. Dios hizo a Israel, eligió a Israel y llamó a Israel – todo con su Hijo en mente. E Israel rechazó ir a la manera de Dios. Israel fue probado en relación a Jesucristo – los cuatro evangelios están llenos de Israel siendo probado con referencia a Jesucristo, y todos ellos se cierran con Israel diciendo «¡No!» al camino de Dios. Entonces, Dios hizo con Israel lo mismo que había hecho con Adán – los puso a un lado. Él puso una maldición sobre ellos y por muchos siglos esa maldición ha permanecido sobre Israel.

Como ustedes ven, en esta carta es presentada esa posibilidad. Dios está diciendo a los cristianos hebreos que no rechacen a aquel que ha hablado desde el cielo. Pero aquí está el otro lado de la historia. Israel rechazó el llamamiento celestial de Dios… y justo en ese punto es revelado el plan eterno de Dios, es decir, un pueblo celestial con una naturaleza espiritual ocupando un lugar en la creación de Dios. Eso es lo que planeó Dios eternamente. Él pensó eso antes de llamar a Israel, y él llamó a Israel a ser ese pueblo – un pueblo celestial con una naturaleza espiritual.

El plan de Dios es un pueblo celestial

El punto es que justo aquí, cuando Israel rehúsa, Dios presenta su plan eterno, que es un pueblo celestial de una naturaleza espiritual. La totalidad del Nuevo Testamento es el cuerpo de verdad que se refiere a esta voluntad eterna de Dios. Veamos esto rápidamente, mirando en los cuatro evangelios.

Si usted toma a Mateo, Marcos, Lucas y Juan y tiene alguna idea global de lo que contienen, por detrás de ellos podrá ver dos líneas de movimiento pasando a través de ellos. Estos dos movimientos corren en forma paralela. Por un lado, está la idea judía del Mesías y la idea judía del reino de Dios. El conjunto del sistema judío está allí. Junto a eso, y en contraposición, hay algo diferente. Está la idea de Dios, la idea celestial, del Mesías, que es muy diferente de la idea judía y está siempre en conflicto con la idea judía.

Existe la idea judía del rey, que corre por una vía a lo largo de los cuatro evangelios – qué clase de rey ellos desean y están determinados a tener. Junto a esta idea, y por sobre ella, está la idea de Dios, la idea celestial, de un rey: «He aquí tu rey vendrá a ti … humilde, y cabalgando sobre un asno» (Zac. 9:9). ¡Ésa no es la idea judía de un rey! ¿Cómo puede un hombre manso, jinete sobre un asno, vencer al poderoso imperio romano? Esa no es la idea de ellos acerca de un rey. «No queremos que éste reine sobre nosotros» (Luc. 19:14).

Así pues, vemos las dos líneas que surcan los cuatro evangelios: la idea hebrea y la idea celestial. Ese es el verdadero significado de los evangelios. Cuando llegamos al final de ellos, vemos la idea judía rechazada definitivamente por Dios y, por otro lado, la idea de Dios introducida y establecida para siempre. Dos mil años han probado eso. El sistema terrenal se ha ido y no ha habido nada de él por dos mil años. En el otro lado está la idea de Dios acerca de Su reino. Esta fue introducida cuando Israel fue rechazado, y Dios ha estado avanzando en ella por dos mil años. Nosotros tenemos al Rey de Dios, estamos en el reino de Dios, y estamos bajo el gobierno de Dios.

Eso es lo que nos dicen los cuatro evangelios. Por supuesto, eso no es todo, pero esa es la conclusión general de los cuatro evangelios. Veremos después los detalles, por lo menos en uno de los evangelios, que demuestran cuán real es eso. Los cuatro evangelios muestran el rechazo de Dios a los que rechazaron a su Hijo, y por otro lado, muestran a Dios tomando lo que está de acuerdo con Su Hijo y estableciéndolo por siempre de modo que las mismas puertas del infierno no han podido prevalecer contra ello.

Al movernos desde los evangelios al libro de los Hechos, tenemos aquí dos características. Primero, tenemos la característica de la transición de lo viejo a lo nuevo. Con Dios, la transición es completa, pero con su pueblo fue hecha gradualmente, porque ellos no estaban listos para aceptarla. Fue más lenta de lo que debería haber sido porque Jacobo, a la cabeza de la iglesia en Jerusalén, todavía deseaba tener algo del viejo Israel, y aun Pedro era muy renuente a abandonar Israel e ir hacia los gentiles. Y el amado Bernabé fue cazado en esa trampa. Pablo dice, con pena en su corazón: «…aun Bernabé» (Gál. 2:13).

Éstos, que venían de la vieja tradición, eran muy lentos para abandonar su tradición, pero vemos que Dios seguía avanzando – «Jacobo, Pedro, o quienquiera que seas, si tú no vienes y caminas de acuerdo conmigo, te dejaré atrás y encontraré a otros». Y mientras ellos eran tan lentos, él halló a Pablo – y Pablo logró que todo avanzara. La transición fue completa con Pablo; él fue instrumento de Dios para concluirla. La carta a los Gálatas es el instrumento por el cual esa transición fue concluida. El judaísmo en la iglesia cristiana recibió un golpe fatal con esa carta.

Pasamos del libro de los Hechos a las cartas, las «Epístolas», y aquí tenemos simplemente el cuerpo completo de la enseñanza referente a la naturaleza divina y espiritual del pueblo de Dios. Esto se aplica a una variedad entera de conexiones. Hay un estado de cosas en Corinto, otro estado de cosas en Galacia, otro en Éfeso, y así sucesivamente. Pero aplicada a todas estas diversas condiciones es esta única cosa – es intención de Dios tener un pueblo celestial y espiritual. Todas las cartas fueron aplicadas a diversas situaciones con ese único objetivo en la visión. Cada carta en el Nuevo Testamento tiene algo decir sobre la naturaleza celestial del pueblo de Dios.

Hebreos: la reunión de los afluentes de la revelación de Jesucristo

Llegamos a la epístola a los Hebreos, y esta carta asume un lugar muy, muy importante en todo este asunto, como un resumen del Nuevo Testamento en conjunto. En ella se reúne todo el significado del Nuevo Testamento, y a ella fluyen los afluentes, haciéndola el punto de encuentro de toda la revelación de Dios referente a su Hijo Jesucristo.

¿Cuál es el propósito de Dios con respecto a su Hijo? «Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial…». Hemos llegado a ser compañeros de Cristo. ¿Quiénes son los compañeros de Cristo? Aquellos que han dejado totalmente el ámbito de las cosas terrenales y se han unido al Señor celestial; los que han llegado a ser el Israel espiritual de Dios, los que han respondido al llamamiento celestial.

Pablo clamó, cuando estaba en prueba: «Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial» (Hech. 26:19). Si Pablo fue un gran compañero de Jesucristo, es porque él había acabado en absoluto con todo, menos Jesucristo. «Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp. 3:8). Él era un hombre que estaba por completo en el terreno de Jesucristo, enteramente en el terreno del propósito celestial de Dios. Tales son los compañeros de Jesucristo.

Hay muchos creyentes jóvenes aquí que quizás no conocen la Biblia tan bien como los cristianos más antiguos y no conocen todo el trasfondo de la Biblia del cual he estado hablando. Espero esto haga que deseen conocer mejor su Biblia. Quizás hay mucho de lo dicho que ustedes no entienden, pero ustedes comprenderán todo a medida que avancen, si retienen su firmeza del principio hasta el fin. Si realmente se comprometen con el Señor Jesús, ustedes llegarán a entender.

Quiero que ustedes comprendan que tienen un Cristo mucho mayor que aquel que hayan imaginado jamás. El Cristo a quien ustedes se han entregado es un Cristo muy grande. El llamamiento del Señor al cual ustedes han contestado aceptando al Señor Jesús es el llamado mucho más grande del cual ustedes tengan conocimiento. Sólo quisiera que ustedes salieran con esta impresión: «¡Oh, esto es algo grande! Esto es suficiente para llenar mi vida entera».

No se preocupen acerca de aquello que ustedes no entienden, sino comprendan cuán grande Señor es su Señor, y qué gran cosa es el llamamiento celestial.

Tomado y traducido del inglés de http://www.austin-sparks.net