Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura”.

Hebreos 10:22.

Dios es lo incomprensible, lo oculto. El Espíritu Santo es la obra y la presencia secretas e incomprensibles de Dios. No busques entenderlo todo. Acércate – no dice con la cabeza despejada, sino con un corazón sincero. Confía en que Dios hará por ti mucho más de lo que entiendes, en la plenitud de la fe.

En plenitud de fe, y no en plenitud de sentimientos. Cuando vengas, y, mirando hacia el más abierto de todos los santos, oigas la voz de Aquel que mora entre los querubines llamándote a entrar; y mientras miras – anhelando, en verdad – entrar y morar allí, la palabra viene de nuevo: ¡Acércate con un corazón sincero!

Tu respuesta es: Sí, Señor, con todo mi corazón, con ese corazón nuevo que tú mismo me has dado. Haces la entrega de ti mismo, para vivir solo y siempre en su presencia y para su servicio. La voz habla de nuevo: Que sea Hoy – Ahora, en plena fe. Has aceptado lo que él te ofrece. Tú has dado lo que él te pide. El gran Sacerdote sobre la casa toma posesión de tu vida interior, y te lleva ante Dios. Y sin embargo te preguntas por qué te sientes tan poco cambiado. Te sientes igual que el viejo yo que eras. Ahora es el momento de escuchar la voz: ¡En plena fe, no de sentimiento!

Recuerda que todos estos son misterios divinos, espirituales, de gracia, para ser revelados en ti. Aparte de sentir, sin sentir, en plenitud de fe, en fe desnuda que honra a Dios, entra. Considérate realmente vivo para Dios en Cristo Jesús, acogido en su presencia, en su amor, en su mismo corazón.

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