Un trabajo insignificante

Cuando la Standard Oil Co. buscaba un hombre en el Lejano Oriente, escogieron un misionero para que fuera su representante. Le ofrecieron 10.000 dólares al año, y él rehusó. Veinticinco mil. Rehusó. Cincuenta mil. Nuevamente rechazó. Ellos le preguntaron:

– ¿Qué hay de malo?

– El precio es muy bueno, pero el trabajo es insignificante. Dios me ha llamado para que sea misionero.

Billy Graham, citado por William McDonald, en Cristianismo Radical.

La consolación de Dios

Una de las experiencias más dolorosas para Charles Finney fue la muerte de su esposa. En un período anterior a su partida, debió luchar mucho en oración para que su corazón estuviese preparado para el momento que temía. Después de que ella ya había muerto, un día hablaba con Dios sobre este asunto. Entonces él sintió que tenía con Dios algo que se asemejaba a un diálogo:

– ¿Amabas a tu mujer?

– Sí.

– ¿La amabas por ella misma o por ti? Y si la amabas por ella misma, ¿por qué te afliges? ¿No debieras alegrarte de su felicidad?

– Sí.

– ¿No la amabas también por mí? Si la amabas también por mí, de seguro que debieras alegrarte de que esté conmigo. ¿Por qué ocuparte tanto en tu propia pérdida, en vez de pensar únicamente en su ganancia, y ser feliz con su felicidad?

A consecuencia de este diálogo interior con Dios, Finney perdió todo sentimiento de dolor; su pena se esfumó, por decirlo así, en el gozo que tenía de la felicidad de su mujer, y se sentía en comunión de espíritu con ella por su propia comunión con Dios.

En «Charles G. Finney, su vida y su obra», Anónimo.

Oración fastidiosa

Cuando D.L. Moody realizaba una de sus giras por Inglaterra, en una reunión, un hermano que dirigía, fastidiaba a la asamblea con una oración interminable. Entonces Moody dijo a la concurrencia: – Cantemos un himno mientras nuestro hermano termina su oración.

En «C.T. Studd, deportista y misionero», por Norman P. Grubb.

Qué respuesta

Cierta vez iba Juan Wesley manejando su coche, cuando un incrédulo que lo conocía y le hostigaba apareció en su propio coche, del otro lado del camino. Intencionalmente, ocupó el centro de la calzada, obligando al predicador a pasar peligrosamente junto a la cuneta.

– ¡Yo no dejo el lugar a los tontos! – exclamó el hombre.

– Pues yo sí – repuso tranquilamente Wesley, y siguió su camino.

Es necesario

Jorge Whitefield fue un gran predicador y evangelista inglés del siglo XVIII. Él despertó a Inglaterra y Estados Unidos con su elocuencia. Predicó más de trescientas veces sobre el texto: “Os es necesario nacer de nuevo”. Una vez alguien le preguntó: – Whitefield, ¿por qué predica usted tan a menudo sobre este texto?  A lo que él contestó: – Porque os es necesario nacer otra vez.

En Tras las almas perdidas, de Austin Crouch.

Una carta sin mensaje

El gran predicador Henry Ward Beecher recibió en un sobre un pedazo de papel en el cual estaba escrita únicamente la palabra: «Tonto». Seguramente la intención de la extraña misiva era ofender al señor Beecher; pero él se dirigió a la congregación y le dijo:

– He recibido muchas cartas en las cuales ha habido algún mensaje, aunque quienes me las han enviado no han firmado con su nombre. Esta es la primera vez que recibo una carta con firma y sin mensaje; la firma dice: «Tonto».

El interés anual

Henry Drummond, predicador y escritor, fue convidado cierta vez para hablar en una reunión de un club muy selecto de Londres. Al llegar, él inició su discurso de esta forma: “¡Señoras y señores, para entrar en el reino de los cielos no se paga absolutamente nada, pero el pago del interés anual lo exige todo!”.

“À Maturidade”, Nº 4, 1978.

Una respuesta teológica

En una oportunidad le preguntaron al teólogo suizo Karl Barth cuál era la verdad más profunda que había llegado a descubrir como resultado de sus estudios teológicos. El célebre teólogo pensó un momento y respondió: – Cristo me ama, bien lo sé, en la Biblia dice así.

Citado por Daniel Zuccherino en revista “Conquista Cristiana”.

Agradecido

Mattthew Henry, el famoso autor del comentario bíblico que lleva su nombre, fue asaltado por unos ladrones que le robaron su cartera.  Entonces él escribió lo siguiente en su Diario: «Señor, ayúdame a estar agradecido; primero, porque nunca antes he sido robado; segundo, porque aunque se llevaron la cartera, no me quitaron la vida; tercero, porque aunque se llevaron todo lo que yo tenía, no era mucho; y cuarto, por que fui yo quien fue robado y no quien robó».

Tribuna Evangélica.

Buena noticia

Se dice que el poeta Tennyson le preguntó una vez a una anciana cristiana si tenía alguna noticia. – Pero, señor Tennyson –contestó la anciana–, hay una sola noticia que yo conozco, y es que Cristo murió por los pecadores. – Esa es noticia vieja, noticia nueva, y buena noticia – respondió el poeta.

D.L. Moody.