…a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo».

– Efesios 4:12.

Efesios 4:12 es un versículo de fundamental importancia. Allí, en esas pocas frases, se expresa el objetivo del servicio de los ministros de la palabra: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Dentro de ese versículo, la palabra ‘perfeccionar’ es clave. ¿Qué significa ‘perfeccionar’, en griego? Su significado es muy interesante y muy rico.

En su forma más simple, el adjetivo griego ártios es la raíz de las palabras castellanas ‘artesano’ y ‘artífice’ (el que crea o forma con las manos), y proporciona la idea de componer, organizar, dimensionar. En 2 Timoteo la herramienta para este trabajo es la palabra de Dios. En el texto de Efesios 4:12, Pablo utilizó el sustantivo katartismós, que es una forma reforzada del anterior.

La primera mención de una palabra en el Nuevo Testamento con esta raíz (katartizó) está en Mat. 4:21: «…que remendaban sus redes». La segunda es «perfeccionaste la alabanza» (Mat. 21:16). Aquí significa legitimar, purificar, autenticar, etc. Una tercera mención es «el que fuere perfeccionado» (Luc. 6:40), es decir, ‘equipado’. Una cuarta está en 2 Cor. 13:9: «orando para vuestra perfección», en el sentido de restauración espiritual.

William Barclay dice que esta palabra tiene dos grupos de significados: a) Ajustar, restaurar, poner en orden. y b) Equipar o habilitar algo para un propósito determinado. Por ejemplo, se usa con respecto a la habilitación de un barco o de un ejército, cuando son completamente equipados, armados y formados en orden de batalla. Él desarrolla un cuadro con el término ‘perfeccionar’ en el sentir de Pablo, y reconoce las siguientes cuatro acepciones: a) Proveer con lo necesario (como un padre, 1 Tes. 3:10). b) Sanar las coyunturas y tejidos (como un médico, 1 Cor. 1:10). c) Reparar o restaurar a una posición (como un constructor, Gál. 6:1). d) Alimentar para el crecimiento homogéneo (como un pastor, Ef. 4:12).

Como vemos, la significación es rica y variada, y todo ello apunta a la función del ministerio de la Palabra. ¡Cuán importante es! Ellos han de tomar a cada creyente que llega a la fe, y realizar un trabajo «de joyería» con él. Desde sanar sus heridas, restaurarlo, alimentarlo, proveerle los recursos espirituales necesarios, y equiparlo para que esté en condiciones de hacer la obra del ministerio – la edificación del cuerpo de Cristo.

Porque, ciertamente, esta misión final no es la de los ministros, sino la de cada creyente. Una vez, sanado, restaurado, alimentado, y equipado, éste estará en condiciones de cumplir el propósito de Dios para él en medio del cuerpo. ¿Cómo hará este trabajo el ministro de la palabra? Precisamente, por medio de la ministración de la palabra. Con la gracia de Dios, con la paciencia de Cristo, con el discernimiento del Espíritu Santo. ¡Precioso ministerio!

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