Una mirada a los principales temas que ocupan al mundo en los días que corren.

Durante los primeros días de Junio de 2008 se llevó a cabo en la ciudad de Roma, Italia, una nueva Cumbre sobre Seguridad Alimentaria, bajo los auspicios de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). La cumbre llegó justo en medio de una aguda crisis mundial desatada a causa del reciente desvío, en naciones productoras, de más de 100 millones de toneladas de cereales a la producción de ‘biocombustibles’, lo cual ha desencadenado un alza sin precedentes en los precios de los alimentos en todo el planeta.

En dos cumbres anteriores de la ONU sobre alimentación, una en 1996 y otra en 2002, la comunidad internacional prometió «aliviar el hambre y reducir la desnutrición». Hubo incluso declaraciones más optimistas: En una conferencia mundial de alimentos, en 1974, se prometió terminar con el hambre «en una década». Pero la mayoría de los objetivos planteados en esos encuentros no se concretaron – aunque los compromisos fueron asumidos por los líderes mundiales.

Ahora, con el antecedente de disturbios en más de 30 países por el alto precio de los alimentos, y la escasez de arroz y de maíz en más de 60 naciones, esta Tercera Cumbre Mundial de más de 150 líderes prometió «acciones urgentes y coordinadas» para resolver la crisis.

El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, puso una nota dramática al declarar que «en Liberia, hace poco, me encontré con gente que antes podía comprar arroz por bolsas y ahora lo hacen por taza».

«Si no actuamos con celeridad, los mil millones más pobres del mundo pasarán a ser 2 mil millones de la noche a la mañana, porque su poder de compra se reducirá a la mitad como consecuencia de la duplicación de los precios de los alimentos y los combustibles», advirtió Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA) del organismo mundial.

Con justificada decepción, los analistas han catalogado de «vagas intenciones», las declaraciones con que se cerró esta cumbre: «Luchar por todos los medios para erradicar el hambre» o «Buscar un mundo más justo», toda vez que los países ricos se han resistido a disminuir las barreras comerciales y los subsidios propios.

Es el triste resultado de la Cumbre Alimentaria de la FAO, en la que más de 50 presidentes de gobierno, se dieron cita para abordar el hambre y la desnutrición ante el alza de los precios de los alimentos, la escasez de agua y tierras de cultivo, el cambio climático, el aumento de las necesidades energéticas y el crecimiento de la población.

Pocas medidas, algunas promesas contributivas, y pocas soluciones para los 854 millones de personas que ya sufren hambre en el mundo.

Las promesas contributivas han venido de Francia y España, que se han comprometido a destinar 500 millones de euros para impulsar la agricultura en los países pobres, medida aplaudida, pero ni rastro de medidas estructurales que pongan freno a la hambruna, la muerte y la desnutrición en países empobrecidos.

Algunas ONG, como «Médicos sin Frontera» y «Manos Unidas», han denunciado «las políticas económicas que permiten que se especule en el mercado con productos básicos para la alimentación de millones de personas». Si bien achacan el incremento del precio de los cereales en gran medida al aumento del precio del petróleo y al cultivo de productos destinados a los biocombustibles, lamentan que no se mencionen los monopolios, ni las barreras comerciales, ni los subsidios a la agricultura por parte de los países ricos.

Postura de los gobiernos y la ONU

Para el Secretario General, Ban Ki-moon, urge el incremento de la producción agrícola en un 50% hasta 2030, con el fin de salvar la crisis alimentaria, debida, en parte, al alza del precio del petróleo, que repercute en el aumento de los precios de los alimentos, su producción y transporte.

El presidente de Brasil, Luiz Inázio Lula da Silva pidió a los gobiernos la eliminación de las prácticas comerciales «desleales» que caracterizan el comercio agrícola internacional, apostando por los biocombustibles para combatir el calentamiento global, y lamentando el agravamiento del problema del hambre con la subida de los precios de los alimentos. Lula Da Silva dijo durante su intervención que los biocombustibles no son los ‘villanos’; afirmó que «éstos pueden ser un instrumento para generar ingresos y salvar a los países de la inseguridad alimentaria y energética».

Sin embargo, se pronunció contra la producción de etanol a partir del maíz u otros alimentos, aunque el uso de este grano para fabricar biocombustibles fue defendido por el secretario de Agricultura de Estados Unidos, Ed Schafer.

Herman Kumara, representante del Foro Mundial de los Pescadores de Sri Lanka, dijo que la cumbre sólo tendrá resultados positivos para las multinacionales que dominan la distribución de alimentos en el planeta.

Los «beneficiados» de la actual crisis

En países como Haití, Pakistán, Guinea, Marruecos, México, Senegal, Uzbekistán, Bangladesh… la gente ha salido a la calle para decir: «¡Ya basta!».

Pero, ¿qué se esconde detrás de la crisis alimentaria mundial? ¿Todo el mundo pierde? ¿O hay quien sale ganando? El precio de sesenta productos agrícolas ha aumentado un 37% en el último año en el mercado internacional. Un aumento que ha afectado sobre todo a los cereales con un alza del 70%. Entre éstos, el trigo, la soja, los aceites vegetales y el arroz, han alcanzado cifras récord. El precio del trigo, por ejemplo, suma hoy un 130% más que hace un año y el arroz un 100%. Viendo estos datos, no es de extrañar las explosiones de violencia para conseguir alimentos, porque se trata de los cereales básicos, aquellos que alimentan a los más pobres, los que han experimentado un alza sin parangón.

Pero el problema hoy no es la falta de alimentos en el mundo, sino la imposibilidad para acceder a ellos, ha dicho Esther Vivas, analista internacional y autora de varios libros. De hecho, la producción de cereales a nivel mundial se ha triplicado desde los años sesenta, mientras que la población a escala global tan sólo se ha duplicado.

La crisis alimentaria global beneficia a las multinacionales que monopolizan cada uno de los eslabones de la cadena de producción, transformación y distribución de los alimentos. No en vano los beneficios económicos de las principales multinacionales de las semillas, de los fertilizantes, de la comercialización y transformación de comida y de las cadenas de la distribución al detalle no han dejado de aumentar.

«Los alimentos se han convertido en una mercancía en manos del mejor postor. Las tierras, las semillas, el agua… son propiedad de multinacionales que ponen un precio exorbitante a bienes que hasta hace muy poco eran públicos. Frente a la mercantilización de la vida, debemos de reivindicar el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria, a controlar su agricultura y su alimentación. No se puede especular con aquello que nos alimenta», sentencia Esther Vivas.

Petróleo, fuera de control

Por otra parte, a nadie en el planeta ha dejado indiferente la sostenida alza del precio del petróleo en las últimas semanas, cuyos efectos, sin duda nos afectan directamente a todos. A principios de este siglo (año 2001), el precio del barril no superaba los 30 dólares. Muchas preguntas afloran de inmediato. ¿Ha bajado la producción? ¿Tanto ha aumentado la demanda? ¿O nos estamos quedando sin crudo? ¿Cuánto petróleo nos queda? ¿Cuánto tiempo podrá el planeta seguir manteniendo esta dependencia y estas alzas? Todo es un misterio. O un gran secreto.

El factor China-India

El papel emergente de China como segundo importador de crudo, y de la India como un consumidor cada vez más ávido, no puede ignorarse. La población de China asciende a 1.300 millones de personas, y el país más poblado de la Tierra está despegando a un ritmo de crecimiento económico de entre el 8% y el 10% anual. La sed de crudo del gigante chino crece al 7,5% anual, siete veces más rápido que Estados Unidos, según el Instituto de Análisis de Seguridad Global, una organización con sede en Washington.

La causa fundamental, según esta organización, es la transición de las bicicletas a los automóviles privados, ya que, hacia 2010, China tendrá 90 veces más coches que en 1990. Durante la década de los setenta y ochenta, China exportaba petróleo, pero ahora importa el 32% de lo que consume. La fecha que manejan los analistas es 2030, cuando China tendrá más coches que Estados Unidos.

India por su parte, está cambiando también su apetito energético. De un paisaje en el que las gasolineras eran una rareza, se ha pasado a un escenario típicamente occidental. En 2010, India tendrá 36 veces más coches que en 1990.

Pero Estados Unidos sigue siendo el bebedor de crudo número uno, y muchos consideran que es injusto «echarles la culpa» a chinos e hindúes, a pesar de que hayan contribuido a este incremento del consumo mundial. «Hemos llegado a esta situación porque Estados Unidos consume demasiado petróleo y lo hace de forma muy ineficiente» aseguran los expertos.

Respecto a la producción, desde hace dos años circulan noticias preocupantes sobre el gigante Arabia Saudita, cuyo yacimiento de Ghawar constituye el mayor depósito de crudo jamás descubierto por el hombre. En 2007, su producción total cayó un 6% respecto a 2006. Analistas como Mathew Simmons, un banquero que tiene una compañía de asesoramiento energético en Texas (EE.UU.), creen que 2006, año en el que se extrajeron 84,8 millones de barriles al día de todos los yacimientos explotables, marcó un punto de inflexión en la producción mundial de petróleo. A partir de entonces, señala este experto, la cantidad extraída no ha aumentado. Simmons piensa que hemos entrado en los tiempos donde la escasez empezará inexorablemente a aumentar.

Dado que los árabes no permiten auditorías en lugares como Ghawar, resulta prácticamente imposible averiguar cuándo el gigante empezará a dar señales de cansancio. Cabe señalar que desde hace más de medio siglo, los saudíes han extraído de este supergigante yacimiento, la impresionante cifra de 60.000 millones de barriles. Ghawar suministra actualmente la mitad de la producción de Arabia Saudita, estimada el año pasado en algo más de nueve millones de barriles al día. Probablemente, si es que alguien conoce sus reservas aproximadas, éste sea uno de los secretos mejor guardados del mundo.

En realidad, esta situación se aplica con más o menos secretismo a la mayoría de los países productores. Michael Klare, profesor del programa «Peace and World Security Studies», en el Hampshire College, Massachussets, afirma: «Mi suposición es que la producción mundial de crudo aumentará hasta los 95 millones de barriles diarios en los siguientes cinco o diez años (considerando que el actual requerimiento mundial de petróleo asciende a unos 84 millones de barriles diarios), Arabia Saudita, el productor de petróleo más prolífico, experimentará un descenso en la producción, aunque es imposible predecir exactamente cuándo ocurrirá». Klare piensa que, hacia 2025, el mundo entrará en una escasez extrema que afectará profundamente a los transportes, y por añadidura, a la economía de muchas sociedades. Dentro de esta visión catastrofista, no hará falta esperar hasta la última gota para ser testigo del resquebrajamiento del sistema. La crisis, brusca y rápida, vendrá antes.

Decididamente, el oro negro sigue determinando mucho de lo que pasa en el planeta, desde las guerras hasta el clima.