Hay en la vida de Moisés cuatro preciosos rasgos que prefiguran al Señor Jesucristo.

1. Su nacimiento bajo condiciones hostiles. Moisés nació bajo la amenaza de muerte de Faraón; así también nuestro Señor tuvo a su propio Faraón –Herodes– quien procuró matarlo. La matanza de Faraón a niños inocentes es similar a la que Herodes realizó (Mateo 2:16-18).

2. Su identificación en perfecta gracia con los sufrimientos de su pueblo. Él rechazó el palacio de Faraón con toda su riqueza y optó por «el oprobio de Cristo» en medio de su pueblo. Él, simplemente, pudo haber intercedido por ellos desde el palacio para hacerle la vida más fácil, pero no hizo así. Él bajó y se humilló, y eso trajo consigo maltrato y sacrificio. Él no buscaba un alivio pasajero a su mal, sino tenía en mente la solución definitiva, los objetivos de Dios.

¿No es un anticipo de lo que hizo nuestro Señor, el sacrificio aún mayor de dejar el seno del Padre, desprenderse de su gloria, descender del cielo, tomar el lugar de su pueblo, cargar sobre sí el pecado de todos nosotros y expiarlos en la cruz?

3. Su rechazamiento por Israel: Los judíos rechazaron a Moisés en forma muy parecida a como rechazaron al Señor. Las palabras de la parábola, aplicadas al Señor, son también aplicables a Moisés: «No queremos que éste reine sobre nosotros» (Lucas 19:14), igual que las palabras de Juan: «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron» (Juan 1:11). Los ojos de los judíos estaban demasiado cegados, su entendimiento demasiado aletargado, como para ver detrás de ese hombre un instrumento de Dios enviado para su liberación.

4. Su unión con una mujer extranjera del país de Madián. En la presciencia de Dios, Moisés toma a Séfora, una esposa gentil, para representar a la iglesia tomada de entre los gentiles. Y el tipo es aún más preciso, porque Séfora muestra a la iglesia en un tiempo muy definido, cuando ella se une a su Señor en la intimidad, como escondida del mundo, que es su situación en el tiempo presente. En esto hay una diferencia con Asenat, la esposa de José –como tipo de la iglesia– porque ésta muestra a la iglesia en el tiempo de su exaltación, aún futuro para nosotros.

La unión matrimonial de Moisés y Séfora nos muestra la perfecta unión que existe hoy entre Cristo y su iglesia, aunque esto no sea conocido del mundo. «El mundo no nos conoce, porque no le conoció a él» (1 Juan 3:1). Muy pronto esta situación cambiará: «Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria» (Col. 3:4).

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