El rol de los jóvenes creyentes en la sociedad actual.

Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.

– Flp. 3:4-8.

Poco antes de mi viaje a este encuentro de jóvenes en Chile, se produjo el estallido social en este país, un verdadero terremoto humano. Y creo realmente que hoy el Señor ha reunido a los suyos, porque él quiere dar una respuesta a lo que está aconteciendo.

Nosotros no vivimos a merced de las circunstancias; tenemos un Dios que anticipa todos los eventos. Antes que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra, él pensó en Abraham, su amigo, diciendo: «¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?» (Gén. 18:17).

Sabemos que Internet muestra una visión que no siempre es real. Chile estaba entrando en un colapso, pero vinimos con tranquilidad. Para mí es una honra poder ministrarles al Señor.

Pablo y los filipenses

El lema de esta comunión está tomado de Filipenses 3:13 «Extendiéndome a lo que está delante». Esta es una carta muy íntima del apóstol Pablo, donde él abre su corazón de manera muy sensible. Filipos fue la primera ciudad por donde el evangelio entró a Europa. Esta colonia del imperio romano gozaba de algunos beneficios políticos y tenía la protección del ejército romano.

El apóstol recibió un llamado para ir a Macedonia. Él se había separado de Bernabé y tomó a Silas y al joven Timoteo. Pablo entró en Filipos, y allí una joven que tenía un espíritu de adivinación y daba gran ganancia a sus amos, seguía a los discípulos diciendo: «Estos hombres son siervos del Dios altísimo» y llamaba a todo el mundo para que los oyesen hablar. El apóstol se molestó y expulsó aquel espíritu. Al cesar el lucro que ella daba a sus señores, Pablo y Silas fueron azotados y encarcelados.

A medianoche, mientras ellos alababan al Señor, un terremoto abrió las puertas de la cárcel, y luego se produjo la salvación del carcelero y de su familia. La experiencia de Pablo marcó a los filipenses. Cuando él escribe a los filipenses, estaba en una prisión en Roma, en un periodo maduro de su vida, habiendo pasado ya por muchos sufrimientos.

Filipos era la única iglesia que recibía algo de Pablo y daba algo a cambio. La iglesia que levantó en Filipos tenía un relacionamiento muy especial con él. Entonces, en su carta a los filipenses, él rasga su corazón.

El entorno judío

A partir del versículo 3:4 Pablo presenta su currículum. «Hebreo de hebreos», un linaje de personas que temían y servían a Dios. «En cuanto a la ley, fariseo». Nosotros tenemos una mala imagen de los fariseos, por aquellos religiosos hipócritas que persiguieron al Señor.

Los fariseos surgieron más menos en el año 167 a. de C, en la época de la guerra de los Macabeos. Los griegos querían unificar la fe de los pueblos y destruir la fe judaica. Los judíos se levantaron contra los griegos y recuperaron el poder político durante casi un siglo, retomando el sacrificio y el culto.

En esa época se generó un conflicto dentro de la nación. Los saduceos, secta del linaje de los sacerdotes, apoyaban a los griegos. Esto provocó una gran división entre ellos. Al final, los fariseos, frustrados, abandonaron la política para dedicarse al estudio y enseñanza de la Palabra.

En la Antigüedad hubo muchos pueblos que se perdieron en la historia, pero Israel es un pueblo que hasta hoy mantiene sus tradiciones. La razón por la cual ocurrió esto, aun en el tiempo de la esclavitud, fue la creación de las sinagogas.

Las sinagogas eran un ambiente donde los judíos en la dispersión practicaban sus tradiciones; en primer lugar, su lenguaje. Si nosotros perdemos el lenguaje, perdemos un pedazo enorme de esa cultura. En la sinagoga, día tras día, los judíos hacían lectura oral de la Torá públicamente, y enseñaban la ley. También se reunían allí para los ejercicios espirituales: oraciones, alabanzas y salmos.

En ese ambiente lograron preservar durante siglos las tradiciones. Pero no solo eso; ellos influenciaron el pensamiento humano. Hoy muchos piensan que los griegos son la fuente del conocimiento humano, ignorando la influencia que ha tenido el pensamiento judaico. Todo el pensamiento humano viene de una sola fuente: Dios es la fuente de todo conocimiento.

En Cristo «están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col. 2:3). Humanamente, Pablo era una persona plena, pero lo estimó todo como basura por causa del conocimiento de Cristo. Él vio el evangelio como un tesoro de valor inestimable.

Olvidar para avanzar

¿Cuál era la meta del apóstol? «Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp. 3:13-14). Ese premio no era un buen lugar para vivir, ni un buen empleo. Sin embargo, él encontró un tesoro invaluable y sus ojos estaban fijos en el galardón, al punto que se volvió un mártir, un testimonio de la fe viva y real.

La generación actual es una generación que no olvida nada. En Facebook, tú hallas recuerdos de lo que hiciste el año pasado o diez años atrás. Claro, en tu mente, eso ya cambió, y ya no piensas así. Pero Facebook te lo recuerda siempre.

Nuestro problema hoy es la falta de espacio para la memoria. No solo no olvidamos sino que no tenemos suficiente espacio. Nuestra dificultad es olvidar, y la tecnología está allí para hacerte recordar y no solo las cosas buenas.

Cuántos jóvenes por un descuido, envían una foto errada a alguien, y allí ya no hay regreso; cuando aquello es expuesto se vuelve una vergüenza pública.

La tecnología está allí para registrar todo lo que tú haces. Sin embargo, el Señor es tan misericordioso que cuando nos arrepentimos, él perdona, y luego olvida. Si quieres avanzar hacia el galardón, debes aprender una cosa: olvida lo que queda atrás y avanza hacia lo que está delante.

Fe y palabra

Esto solo es posible mediante la fe. La memoria y el lenguaje son aspectos de la fe. La fe es un don dado a los hombres y una capacidad de comprender. «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Heb. 11:1). La certeza y la convicción son formadas por la comunicación, por el lenguaje. «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Rom. 10:17).

Hoy estamos en una guerra cultural, o más bien, una guerra de fe. El mundo quiere imprimir su visión en nosotros: su imagen, sus memorias, sus ideologías, y así cambiar toda la sociedad. Es una batalla por capturar tu mente, por tus recuerdos, por tu corazón. Por eso, la palabra de Dios tiene una importancia única.

Cuando Pablo habla de Timoteo, menciona la fe que había en su abuela y en su madre, y que pasó a Timoteo. La fe es viva, ella es transmitida. Es un ejercicio de anticipar eventos que no se ven. Por ejemplo, ¿cómo el ser humano logra predecir el tiempo? Él necesita entender mecanismos que no ve.

¿Se imaginan a los antiguos entendiendo el funcionamiento del universo? Hebreos dice que por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios. La fe nos lleva a entender las cosas como ellas funcionan de verdad y traen para nosotros una convicción, una certeza. O sea, si tu mente está dañada, tu fe también está dañada. Por eso tenemos hoy una batalla por la mente humana.

El Señor quiere tu mente y tu corazón. Él quiere renovar tu mente para que puedas experimentar Su perfecta voluntad. La fe es transmitida de unos a otros; puede crecer y puede rebosar, pero también puede ser dañada, y entonces algunos, abandonando la buena conciencia, naufragan en cuanto a la fe. Esto puede ocurrir cuando nuestras certezas y convicciones no están en Cristo, no están en la Palabra. Nuestra seguridad y conciencia necesitan estar en el Señor, siendo alimentadas con la palabra de fe, con la palabra de justicia.

El lenguaje del Señor

Pablo dice a Timoteo que las Escrituras inspiradas son útiles para la enseñanza, corrección, instrucción en la justicia. Tenemos una herramienta que puede educarte, corregir tu mente; todos somos como un computador en el sentido que recibimos información, procesamos y devolvemos.

Necesitamos entender el lenguaje del Señor. Aquí, en las Escrituras, vamos a encontrar respuesta, sabiduría, conocimiento y fe, y alimentaremos nuestra fe para que nuestro depósito pueda ser guardado hasta el regreso del Señor.

No queremos que, cuando el Señor regrese, él nos encuentre llenos a medias, sino rebosando. Porque esa fe es la que nos salvará de ser una generación corrupta, confundida con las contradicciones del saber, que se ocupa en un 80% recordando cosas innecesarias y discutiendo otras de las cuales poco se sabe.

Tenemos el ejemplo bíblico de dos generaciones pasadas, una de las cuales se perdió. «Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron» (Heb. 4:2). «Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón» (Rom. 10:8). La primera generación cayó a causa de la incredulidad.

«Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos» (2 Cor. 4:13). Si tú no crees, entonces no hablas; pero si crees, vas a hablar. Es un ejercicio que no podemos perder.

Rescatar la lectura y la tradición oral de la palabra, trae frescor. Por eso, Pablo dice a Timoteo: «Ninguno tenga en poco tu juventud … ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza» (1 Tim. 4:12-13). Lo más importante en tu vida es conocer las Escrituras, que son aptas para salvarte.

Estas son palabras de salvación, que requieren ser inculcadas día y noche, y ellas van creando una imagen en nuestros corazones. Nuestra memoria va siendo ocupada con la fe de Jesús; entonces, aun cuando fueres viejo, no te apartarás de él. Esa es nuestra seguridad. Nuestro corazón necesita ser ejercitado en la fe, para que la palabra pueda tener un efecto. La palabra necesita ser recibida por fe, y así podemos comprender la voluntad de Dios.

Nuestra condición humana

Si no entendemos nuestra condición humana, no podremos valorar lo que es el evangelio. Pablo, al mostrar su genealogía, su formación, su celo, dijo considerar todo aquello como basura. Cuando el apóstol encontró al Señor en el camino de Damasco, una gran luz lo cegó y luego le mostró quién era Pablo.

«Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad» (1 Tim. 1:12-13). «Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros» (Tit. 3:3).

El apóstol Pablo, en su celo religioso, experimentó pasiones y odio, al punto que consintió en la muerte de Esteban. Aquella debió haber sido una escena tensa, cruel. Las ropas de quienes apedreaban a Esteban fueron puestas delante de Saulo. Más tarde él confesó haber entrado con violencia en casas de los cristianos, para llevarlos a prisión. Era un joven celoso, un perseguidor. En verdad él experimentó en su carne de una manera muy profunda, su odio, sus pasiones, su infamia.

Juventud y fe

Si nosotros no nos conocemos, no podríamos conocer a Dios. Somos una generación privilegiada, que goza de beneficios que otros no tuvieron. Tenemos todo fácil, todo en bandeja, todo pronto. Sin embargo, tenemos un problema muy serio: falta de paciencia y perseverancia.

El placer ganó un lugar tan grande en esta sociedad, que destruyó nuestro sistema de recompensa. Por ejemplo, si tu eres disciplinado para hacer ejercicio físico, percibirás que después de 30 minutos ejercitando te comienzas a sentir muy bien. Eso es recompensa. Cuando estudias para una prueba muy difícil, que te quita el sueño, te quedas sobre los libros, estudiando. Luego das la prueba y ves una buena nota, y te alegras.

Hoy, en cambio, todo es fácil. Los hombres no son conducidos por este sistema de recompensa. Por eso les sugiero que abandonen las cosas muy fáciles; si no, no querrán pagar un precio.

El hombre de hoy no aprende a controlar sus necesidades físicas, la pornografía lo corrompe, el exceso de comida lo enferma, las sustancias lo esclavizan. Hoy ha surgido una nueva clase de droga que está siendo un éxito en Estados Unidos: las drogas inteligentes, que te ayudan a concentrarte. Todos quieren ser súper hombres, pero nadie quiere restringirse ni acostarse temprano, nadie quiere hacer ejercicio o controlar su alimentación. Pero es necesario perseverar, tener paciencia.

«No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma» (Heb. 10:35-38). Este pasaje hace referencia a Habacuc: «He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá» (2:4).

Todo tiene su tiempo

La juventud es el periodo en que tenemos más relacionamiento social. Los jóvenes hacen amistades con gran facilidad; es una cosa espontánea, libre y rápida. Esto no ocurre cuando ya eres mayor. Todo en la vida tiene su momento, y la juventud es la etapa en la cual tenemos más vigor para anunciar el evangelio. Cuando nuestras emociones están aflorando, y cuando las conducimos bajo del señorío de Cristo, el Señor llena estas emociones y las usa para trasmitir nuestra fe.

 «Todo lo hizo hermoso en su tiempo» (Ecl. 3:11). Todo tiene su tiempo, y en el tiempo debido, el Espíritu fue dado, y vivimos la regeneración. Esa luz brilló en nuestro corazón exponiendo nuestra naturaleza caída. Cuando somos niños no somos conscientes de la corrupción que hay en nosotros, y damos libre curso a nuestros sentimientos; entonces nuestros padres necesitan corregirnos.

Si algo en tu vida te trae dolor, ten la certeza que el Padre está allí tratándote, porque la disciplina y las tribulaciones son para producir en nosotros perseverancia, paciencia, para que podamos desarrollar tareas a largo plazo. Estamos siendo preparados para asumir una tarea que tal vez aun no entendamos bien. La Palabra dice que juzgaremos a los ángeles. Son cosas muy elevadas para nuestra comprensión. Si estás acostumbrados a tener las cosas fáciles en tu vida, y a la primera dificultad tú desistes, ¿sabes lo que pasará? No soportarás una carrera larga.

Nuestro camino hoy

Hay muchas maneras en que podemos contribuir a la sociedad de manera general. La primera de ellas es nuestra consagración a la predicación del evangelio. La segunda es aprovechar las oportunidades y los talentos que Dios ha dado, en un ambiente de consagración y ejercicio de la fe, con diligencia y gratitud.

Ocuparnos en nuestra salvación tiene relación con nuestra vida humana, preparándose para asumir responsabilidades, para el matrimonio, para ayudar a las personas a nuestro alrededor. Así, las personas percibirán que hay algo en nuestra vida con respecto a las cosas eternas de Dios. Lo que nos mantiene firmes en medio de esta generación corrupta es la misericordia de Dios, es su Palabra, el ejercicio del cuidado mutuo y nuestro servicio al Señor.

Tengamos ánimo. Esta fe, esta capacidad que Dios nos dio, debe ser puesta a los pies del Señor, junto con la Palabra, para que ésta produzca el fin de nuestra fe: la salvación de nuestras almas. Esto generará en nosotros perseverancia, diligencia, y nuestra esperanza irá en aumento cada día. La esperanza del mundo es vana; ante cada problema, las personas se abaten, porque su esperanza está en la tierra.

«No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp. 3:12-14).

¿Te sientes imperfecto o débil? Pablo también. No hay nadie perfecto. Y mira qué interesante el verso 15: «Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios». Pablo dijo antes que no era perfecto, pero ahora sí lo es. ¿Qué está diciendo aquí? Cuando tú decides avanzar y olvidar, ese sentimiento de buscar a Cristo y su voluntad te vuelve perfecto. Este es el espíritu que debemos tener.

«Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros  … Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas» (v. 16-17; 20-21).

El Señor es cabeza de todas las cosas: de nuestra vida, nuestra profesión, nuestro hogar. Nuestra esperanza es una esperanza viva; por eso Pablo miró hacia atrás y vio que no había nada comparable con la gloria que había de venir; por eso él se volvió el principal predicador, pagando un alto precio hasta el punto del martirio. Este es un ejemplo de cómo la gracia del Señor es eficaz en un hombre. ¡Alabado sea el Señor!

Síntesis de un mensaje oral impartido en Temuco (Chile), en noviembre de 2019.