La actitud de los creyentes en tiempos de conflicto social.

Gracias al Señor por estos encuentros que tenemos, en los cuales no solo hay propósito al ser edificados en la palabra, sino también en la comunión y en el crecer juntos. El Señor nos ha sostenido en el andar con muchos hermanos con quienes hemos caminado juntos en los últimos años. Él quiere tener un pueblo celoso de buenas obras, donde todos tengan el mismo propósito de servir.

Tiempos difíciles

Queremos compartir respecto de la situación que hemos estado viviendo en estos días. Hacía mucho tiempo que no veíamos imágenes tan duras en la televisión y en las redes sociales. Mensajes violentos y devastadores. Como país, estamos viviendo un momento complejo, y no podemos abstraernos de esto.

En el colegio, en la universidad o en el trabajo, hay que plantearse, hay que comentar las cosas que ocurren. No estamos ajenos a ello.

Como hijos de Dios, el punto es: ¿cuál es nuestro lugar en la realidad social y política? ¿Cuál es nuestra posición en Cristo frente a lo que ocurre?

La luz de la Palabra

Hace muchos años que no veíamos algo semejante. Pero nosotros somos de Cristo, nuestra vida costó el precio del Hijo de Dios y fuimos redimidos, aún de estos aspectos culturales y políticos. Nosotros hemos sido bendecidos por Dios. Las Escrituras nos ayudan para poder discernir las situaciones, los contextos, para entender lo que está ocurriendo.

«Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Cor. 2:11). ¿Quién sabe las cosas del hombre? El espíritu del hombre que está en él, o sea, en lo profundo de nosotros. Y ¿quién conoce las cosas de Dios? «El Espíritu de Dios», dice Pablo..

«Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo» (1 Cor. 2:11-16).

¡Qué interesante es esto! Si lo leemos en varias versiones, podemos entenderlo de manera muy simple. Lo que está diciendo es que, en toda la creación de Dios, nosotros somos la única especie capaz de conocerlo todo y discernir todas las cosas conforme al corazón de Dios, porque tenemos el Espíritu de Dios morando en nosotros.

Podemos ver como Dios ve y podemos conocer las cosas como fueron creadas.

Discernimiento espiritual

Aquí hay algo importante. El hombre natural va de un lado a otro, movido por la emoción, impulsado por sus pensamientos; es un pobre ser que carga un montón de información y que de acuerdo a su realidad discierne lo poco que puede ver. Pero nosotros que hemos recibido el Espíritu de Dios podemos discernir las cosas espiritualmente, y en eso hay que poner la atención.

¿Cómo discernimos lo que está sucediendo? ¿Cómo está viendo Dios nuestra realidad? ¿Cómo vamos a hablar nosotros? ¿Cuál será nuestra opinión? ¿Hablaremos como el hombre natural, o conforme a cómo ve Dios lo que está ocurriendo?

Debemos saber esto: Nosotros tenemos el Espíritu de Cristo y podemos ser libres de todas estas pasiones humanas. Nosotros debemos actuar y participar con el reino de Dios. Si debemos actuar aquí o allá, debe de ser desde la perspectiva de Dios, comprometidos con el Señor y con su voluntad; no con aquello que es terrenal, sino con lo que es de arriba, para lo cual fuimos asidos por Cristo.

Cuánto nos debe celar el Espíritu de Dios cuando hacemos un comentario indebido o damos un like, simplemente motivados por un medio que nos está lanzando información. ¡Cómo nos anhela el Espíritu de Dios! Dios tiene una visión propia, con la cual nos quiere enseñar a ver la vida.

La historia humana

«Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará» (Sal. 1:1-3).

El Salmo 1 nos habla del hombre celestial, del hombre perfecto, Cristo. Por otra parte, el Salmo 2 nos habla del hombre terrenal. Esto es muy interesante. Siguiendo la idea de una edición televisiva, que va seleccionando y mostrando imágenes, sigamos la secuencia del Salmo 2, el salmo de la historia humana.

Al inicio, la pantalla muestra una imagen terrenal. «¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas» (Sal. 2:1-3).

Dios está mostrando la historia humana. Ésta es la edición. El foco de atención es el hombre. La acción partió cuando los hombres se concertaron y cocieron el barro para hacer una torre que llegara hasta el cielo. «Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra» (Gén. 11:4).

Dios, «una molestia»

Esa ha sido la historia de la civilización. Se construyen sociedades y los hombres van intentando desligarse de Dios, porque Dios es una molestia para ellos. Y se reúnen, ¿para qué? Para romper sus ligaduras, sus limitaciones. Pero los hombres necesitan una regulación. Si esa regulación es quitada, sale a relucir el hombre perverso que hemos visto en estos días. No saldrá un hombre bueno, sino un animal.

«Rompamos sus ligaduras». Es decir «Yo tengo mi verdad; seamos libres, marchemos por la libertad, por la paz». Sin embargo, aquel que se enrola con el Señor no puede estar mezclado en el ejercicio de las cosas de esta vida, dice Pablo a Timoteo (2 Tim. 2:3). Pero ¡cuidado!, que en estas cosas comprometes la fe, comprometes lo que el Señor quiere hacer en ti, comprometes el reino de Dios.

«Echemos de nosotros sus cuerdas». Las grandes organizaciones internacionales van negando cada vez más los principios morales cristianos, erradicándolos de la vida humana, en pos de un ilusorio bienestar social. Dios es una molestia; eso ni se debe nombrar, es casi una ofensa.

La visión celestial

Hay una segunda cámara que enfoca al cielo: «El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira» (Sal. 2:4-5). Y luego la cámara encuadra a la Trinidad. Primero enfoca al Padre: «Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte» (v. 6). El rey, el Ungido; en hebreo, el Mesías; en griego, el Cristo.

La cámara ahora va al Hijo, y él dice: «Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás» (v. 7-9).

Esto es lo que dice el Padre al Hijo. Es la palabra de Dios. No es un cuento, no es una historia de escuela dominical. Esta es la verdad principal que sostiene y sostendrá todo el universo, hasta que lleguemos ante el trono, al Padre y al Hijo. Cristo ha sido puesto como Rey y Señor.

Y luego, interviene el Espíritu Santo: «Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían» (vs. 10-12).

Este Salmo nos muestra cómo ve Dios la vida terrenal, los tiempos y las civilizaciones. Estas cosas que estamos viviendo, ya se vivieron en el pasado. Es como un círculo. No podemos poner nuestra esperanza en cambios políticos o humanos, menos en personas. Nuestra esperanza, nuestra vida, es Cristo. Nuestra acción debe ser desde Cristo. Desde él, Dios nos mueve a manifestarnos como hijos suyos.

Expresando a Cristo

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mat. 5:6). Pero esa plenitud de la cual el Señor habla en el Sermón del monte no se refiere a una saciedad circunstancial. En ningún sistema social hallaremos saciedad. Quien nos sacia con la justicia celestial es Cristo mismo.

Si quieres tomar el otro camino verás que, al cabo de un tiempo, estarás igual de insatisfecho, y no solo eso, sino lleno de odios y separado de los demás. No llenes tu corazón con la basura del mundo. Tú eres de Cristo, fuiste comprado por Cristo y para Cristo, y desde allí puedes orar y pedir al Señor sabiduría.

¿Cómo nos manifestamos como pueblo de Dios? ¿Qué oportunidad tenemos de servir expresando a Cristo, quien es la justicia, la paz, la vida, la verdad? Todo lo demás es circunstancial y te llenará de angustia y de odiosidades terrenales, te hará decir y hacer cosas que no quieres.

Hay otros tipos de análisis, sin lugar a dudas; pero nosotros hablamos desde la Escritura, desde la fe. Somos de Cristo. De allí no te muevas. No te impresione lo que el mundo te presenta. Tu movilidad emocional debe ser la misma de Cristo al ver las multitudes como ovejas sin pastor (Mar. 6:34). Esa es la compasión que debe regir nuestro corazón; no levantar el brazo empuñado y salir afuera, mimetizándose con los demás como un hombre natural, sin discernir las cosas espiritualmente.

Una mente tras el caos

Un psiquiatra contemporáneo dice: «Una de las cosas que más fácilmente inflama el corazón de una persona es el espíritu de reivindicación». Cuando alguien intenta movilizar un pueblo, puede suministrar información para encender ese espíritu de reivindicación, diciendo: «Esos derechos te fueron quitados, y eran tuyos». No hay nada más reactivo que eso, que atenta directamente contra los hijos de Dios.

Seamos cuidadosos con lo que vemos, con lo que leemos, pues detrás de eso hay un espíritu maligno que está moviendo todo. Sí, esto es real. «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12). Hay una mente perversa que inspira al hombre sin Dios; pero nosotros tenemos la capacidad de discernirla y de detenerla, porque tenemos el Espíritu de Dios en nuestros corazones.

Un hecho espiritual

Estos días, tuvimos la oportunidad de viajar a Nueva York con mi esposa. Compartimos con los hermanos de allá y fue hermoso. Estando allá, explotó la crisis en Santiago de Chile. La información que recibíamos era como estar viendo una película. ¡Quién iba a soñar que podía ocurrir algo así en Chile!

Nueva York es el centro del mundo capitalista. Es una ciudad muy atractiva en su arquitectura, en su arte. La gente puede transitar aún muy de noche, y nos sentimos en un ambiente seguro. En apariencia, se ve todo muy controlado. Entonces pensamos en aquella urbe que vimos en las películas antiguas, cuando estaba atestada de delincuencia, de pandillas, de drogas, de prostitución.

Hablando con los hermanos neoyorkinos sobre esto, uno de ellos me dijo: «Sí, la ciudad era así en los años 80, 90 y hasta el 2000. Aquí no se podía vivir, era aterradora, muy insegura. Tal como se veía en la televisión en ese tiempo». Entonces, ¿qué produjo ese cambio? Algunos explican la intervención de un alcalde famoso que limpió la ciudad con un plan de tolerancia cero. Pero un hermano hizo un análisis espiritual que me pareció muy interesante.

Él comentó que, cuando Nueva York iba cada vez más en dirección al caos y a la destrucción, hubo un punto de inflexión. Cuando el pastor David Wilkerson, un hombre de Dios, sintió el llamado para ir y predicar el evangelio de Jesucristo y logró establecer una iglesia en medio de Times Square.

Aquel barrio neoyorkino estaba lleno de pandillas, de drogas, de prostitución. Él se atrevió y fue a predicar. Hay varios libros suyos donde cuenta su historia. Los jóvenes pandilleros comenzaron a convertirse, y desde entonces la ciudad comenzó a cambiar. Sí, lo que ocurrió allí fue un efecto espiritual del reino de Dios.

Entonces, ante lo que está ocurriendo en Chile, nosotros, que somos de Cristo, hagamos un análisis espiritual, a la luz de nuestro compromiso con el Señor. Desde allí podremos plantear con valentía cómo son las cosas según Dios, cuál es la visión de Dios, porque esto es lo que finalmente prevalecerá.

Hago un llamado a corregir aquello en que nos deslizamos. Cada día debemos educar nuestro corazón con respecto a la voluntad de Dios. Necesitamos analizar toda la información recibida, y juzgar los impulsos terrenales a la luz de la Palabra, y ser aquellos pacificadores que serán llamados hijos de Dios.

«Señor, ¿hasta cuándo?»

Las Escrituras, como siempre, nos son de gran ayuda al respecto. Muchos siervos de Dios, en diferentes situaciones, tuvieron dudas y cuestionamientos. No es malo que nosotros también los tengamos. Y sin duda, esas interrogantes pueden ser resueltas en Cristo. Veamos el caso de algunos salmistas:

«Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?» (Sal. 6:3). Aquí vemos una queja del salmista. «¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?» (Sal. 13:1-2). ¿Hasta cuándo la injusticia?

«Señor, ¿hasta cuándo verás esto? Rescata mi alma de sus destrucciones, mi vida de los leones» (Sal. 35:17). «¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre? ¿Por qué retraes tu mano? ¿Por qué escondes tu diestra en tu seno?» (Sal. 74:10-11). Es una queja, y suena legítima.

«¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia» (Hab. 1:2-3). Parece una escena actual.

Muchos hombres de Dios en la Escritura vivieron situaciones semejantes a las nuestras, y también plantearon su queja. ¿Cuál ha sido tu oración? ¿Has orado por el país? ¿Has clamado al Señor por alguna causa que consideras injusta? Haz ese ejercicio. Esto es mejor que salir a las calles con una pancarta, porque Dios te contestará.

La respuesta divina

Habacuc planteó su queja, y entonces Dios comienza a hablarle: «Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis» (Hab. 1:5). El Señor comienza prometiendo una intervención tan potente que será casi increíble.

«Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad. Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar. Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena. Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y levantará terraplén y la tomará» (v. 6-10).

El profeta comienza a ver estas injusticias sociales, viendo que Dios obra de una manera aparentemente injusta con los impíos, y sufre un conflicto emocional.

¿Por qué Dios obra así? ¿Por qué prevalece la injusticia sobre la justicia? Por cierto, este es un reclamo humano; pero Dios en su santo templo, con amor y paciencia, comienza a responder. Dios dialoga con Habacuc y promete hacer una obra poderosa.

«Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja. Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá» (Hab. 2:1-4).

Dios siempre responde con su visión. Escucha bien: la respuesta de Dios puede tardar, pero viene. Sin lugar a dudas, hay un propósito en las cosas que están ocurriendo. Dios está en su santo templo, y él no ha perdido el control.

«He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece». Éste actúa y procede conforme a sus pasiones y su orgullo, y piensa cosas vanas. «Mas el justo por su fe vivirá». Este es el versículo que inició la Reforma, con Lutero y otros, para abrir un espacio nuevo de salvación y apropiarse de las realidades espirituales a partir de la fe.

«El justo por su fe vivirá». El justo vive dependiendo de la mano de Dios. El mundo correrá de aquí para allá, pero el justo se resguarda; él guarda su corazón en Dios, en la fe, y allí está seguro. Y aunque pareciera ridículo, de allí no se mueve, porque al final del tiempo y de la historia, ese justo tendrá la razón, porque Dios no desamparará su palabra. «Aunque tardare», la respuesta de Dios llegará.

El profeta comienza a pronunciar «ayes» contra los injustos. Allí hay un versículo precioso, que resume el evangelio, el propósito de Dios. «Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar» (2:14).

Esta es una realidad espiritual histórica, real, que ocurrirá. Y es nuestra verdad, nuestra vida, nuestra realidad espiritual, de la cual no debemos movernos.

Un cántico de alabanza

En el capítulo 3, Habacuc percibe toda la situación con un entendimiento nuevo, refrescado por la Palabra, y en un cántico, en una oración, describe la gloria del Señor y termina con un pasaje precioso:

«Aunque la higuera no florezca,
ni en las vides haya frutos,
aunque falte el producto del olivo,
y los labrados no den mantenimiento,
y las ovejas sean quitadas de la majada,
y no haya vacas en los corrales;
con todo, yo me alegraré en Jehová,
y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
el cual hace mis pies como de ciervas,
y en mis alturas me hace andar».

Este hombre que empezó lleno de interrogantes, termina con alabanza, con acción de gracias, con un reconocimiento y una confianza en lo que Dios hará, porque Dios es justo y verdadero. «Con todo, yo me gozaré en el Dios de mi salvación». ¡Bendito sea el Señor!

Hago este llamado al corazón, para no caer en la vanidad del mundo, ni en la sedición, ni en la información tendenciosa. Y aun cuando la realidad sea tal cual se está mostrando, nuestra acción es desde Cristo, no desde nuestra rabia, no desde las frustraciones ni desde la injusticia.

El Señor abrirá nuevas oportunidades para poder servirle, en este tiempo de caos, como hijos de Dios.

¡Sea el nombre del Señor bendito!

Síntesis de un mensaje oral impartido en Temuco (Chile), en noviembre de 2019.