El ministerio del Señor Jesús comenzó con su bautismo – un hecho que sorprendió a muchos, incluso a Juan el Bautista. Esto, debido a que el bautismo se había asociado comúnmente con el arrepentimiento y el lavamiento de los pecados. Por tanto, si el bautismo significaba eso, el Señor Jesús no debió haberse bautizado.

La comprensión de Juan el Bautista –y de muchos– acerca del bautismo solo llega hasta ahí. Pero la comprensión más completa la tuvo el apóstol Pablo algunos años después. En Romanos 6, Pablo nos dice que el bautismo significa muerte y resurrección. No solo muerte a una antigua vida para resucitar a una vida nueva, sino muerte al yo, y resurrección a un caminar en el Espíritu.

El Señor necesitó morir a lo suyo, a su voluntad, para poder expresar cabalmente la voluntad de Dios. Siendo él un hombre, tenía una voluntad humana, que debió desechar. Por eso el bautismo debía ocurrir – aunque contrariara a Juan. El Señor debía, al comienzo de su carrera, sentar las bases para un ministerio espiritual. Y cuando lo hizo, ocurrió algo notable: “Los cielos le fueron abiertos” (Mat. 3:16). Y este “le” significa “a él”, o “para él”. No es que, simplemente, los cielos hayan sido abiertos cuando él fue bautizado, sino que fueron abiertos para él.

Y luego, dice el Evangelio, que el Espíritu, como paloma, descendió “sobre él”, y que vino una voz del cielo dando testimonio de él. Por decirlo así, todo el Cielo se puso a disposición de Cristo luego de su bautismo.

En efecto, todo lo que allí ocurrió, vino por él y para él, a causa de su aceptación a este principio básico: todo lo que es humano tiene que morir, todo lo que procede del alma humana tiene que ir a la cruz, para que, por medio de la resurrección, haya un nuevo hombre que pueda andar y servir a Dios en el Espíritu.

En aquel momento, cuando Juan le bautizó, Jesús era la única persona en quien se cumplía este principio, y por eso todo el Cielo halló contentamiento en él. Pero este es también un modelo para todos los cristianos. Tal como este bautismo le abrió los cielos a Jesús, así también le abrirá los cielos a todo aquel que acepta este bautismo de Cristo para sí.

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