Nosotros, como viña del Señor, somos el lugar donde él trabaja en nosotros, paciente y amorosamente. Su obra es eficaz y fructífera, porque él sabe cómo tratar a cada una de sus vides para que lleven mucho fruto. Sin embargo, él también nos hace a nosotros labradores de su viña, y entonces no es él quien trabaja (al menos no directamente), sino que somos nosotros quienes trabajamos.

Para que los cristianos sean labradores eficaces, ellos primero han de ser ‘tratados’ por el Señor. Nadie puede trabajar para Dios, si primero no ha trabajado Dios en él. Y entonces, luego que él ha invertido en sus hijos suficiente tiempo y recursos, él los pone en su viña a trabajar.

La parábola de la viña (en Lucas 20:9-19) nos muestra claramente esto. El Señor tuvo, antes que nosotros, una clase de labradores que le resultaron inútiles y malvados. Ellos no solo no rindieron cuenta del trabajo a su Amo, sino que maltrataron a los siervos que el Amo enviaba, y finalmente mataron a su Hijo.

Así que el Señor entregó su viña a otros labradores. Y estos segundos labradores somos nosotros. Dios espera que éstos sean mejores que los anteriores, que no cometan sus mismos errores. Sin embargo, a juzgar por los frutos que hemos estado dando, parece que el Señor va a tener un nuevo motivo de tristeza en su viña.

El primer error que podríamos cometer es pensar que la viña es nuestra, y no del Señor. Entonces de nuevo estaríamos apropiándonos de los frutos, y haciendo negocio con ellos, en vez de ofrecerlos a Dios. Podríamos también pensar que nosotros somos siervos excepcionales, y envanecernos, en circunstancias que el Señor dijo que éramos siervos inútiles (Luc. 17:10). El ‘orgullo espiritual’ es una enfermedad terrible que infecta a los hijos de Dios.

El Señor requiere también que nosotros seamos diligentes, que seamos fructíferos, porque de tiempo en tiempo él pasa revista, y entonces espera recibir el fruto de nuestro trabajo. El Señor dijo que era necesario trabajar mientras el día dure, porque viene la noche cuando nadie puede obrar.

En Proverbios 24:30-34 hay un ejemplo de un labrador perezoso: la cerca estaba destruida, las malezas lo habían invadido todo. La viña estaba en ruinas. Cantar de los Cantares nos muestra el peligro de las zorras pequeñas que echan a perder las vides. Cuando la cerca se ha roto, el enemigo se introduce, y aunque su accionar parezca inocuo, hace estragos.

La parábola de Mateo 20:1-7 nos enseña que solo los que laboran en la viña del Señor están ocupados; los demás no cuentan para Dios, pierden irremediablemente su tiempo.

En 1 Corintios 3 se nos dice que hay frutos de diversas calidades, y que esa calidad depende de si hemos servido en la carne o en el espíritu.

Si hemos sido tratados por Dios podremos percibir la diferencia, y saber de antemano qué nos esperará en el día del tribunal de Cristo, día cierto e ineludible (2 Corintios 5:10). Estas son algunas lecciones de la viña.

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