…mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre…».

– Deut. 29:29.

Antes de hablar sobre la salvación propiamente dicha, tenemos que comprender la idea de unidad que la familia representa a los ojos de Dios. Después que Dios formó al hombre, y de una de sus costillas formó a la mujer, dijo: «…y serán una sola carne» (Gén. 2:24). Por tanto, ya no son más dos, sino una sola carne, como dijo Jesús (Mat. 19:6). Uno solo, una unidad.

También el apóstol Pablo nos habla de esa unidad, añadiendo ahora a los hijos cuando dice en 1 Corintios 7:14: «Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos».

Dios mira a la unidad, sea para juicio o para salvación. Cuando Faraón quiso tomar a Sarai mujer de Abraham, Dios lo hirió a él y a toda su casa con grandes plagas (Gén. 12:17). En el pecado de Acán, el Señor muestra claramente esta unidad cuando dice: «Os acercaréis, pues, mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones» (Jos. 7:14). Toda su casa, con todo lo que tenía fue destruido (Jos. 7:24-25).

Si el Señor da testimonio de la unidad en el juicio, ¡cuánto más en la salvación! Dios, que no se deleita en la muerte del impío (Ez. 18.23), tiene gran gozo en la salvación, pues él quiere que todos sean salvos y lleguen al pleno conocimiento de la verdad (1 Tim. 2:4).

La salvación de Dios involucra toda la casa. Un cordero –Cristo– para cada familia (Ex. 12.3). El arca de Noé, que también es una figura de Cristo, fue para la salvación de toda su casa, incluso las nueras (Gén. 6:18). Cuando Lot fue avisado para salir de Sodoma, los ángeles anunciaron la salvación para toda su casa, incluyendo hasta sus futuros yernos (Gén. 19:12-13).

La salvación de nuestra casa es un pacto, una alianza perpetua de nuestro Dios: «Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre» (Is. 59:21).

La salvación de toda la casa es una cuestión de fe. «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hech. 16:31). De fe y de actitud delante de la promesa de Dios: «Yo y mi casa serviremos al Señor» (Jos. 24:15).

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