Pablo interrumpe su discurso en 2 Corintios sobre la descripción de su ministerio, para citar de pronto al profeta Isaías. La exhortación es a «no recibir en vano la gracia de Dios» (6:1). Tal exhortación resulta sorprendente. La cita del profeta es: «Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido», y corresponde a la primera parte de 49:8. Pablo agrega: «He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación».

¿Qué relación hay entre la exhortación a recibir la gracia y la cita de Isaías? Aparentemente ninguna, porque, al revisar el contexto, vemos que el profeta se refiere a Israel, cuando Dios promete restaurarlo. Temporalmente, se ubica en un tiempo futuro con respecto al profeta, y aun con respecto a Pablo y a nosotros. Los israelitas aún no han recibido el cumplimiento de esa promesa.

Sin embargo, mirando más atentamente, sí se refiere a nosotros, porque somos el verdadero Israel, la nación santa, escogida por la fe, lo mismo que Abraham. Al igual que Abraham, Isaac y Jacob, nosotros somos hijos de la promesa, engendrados por Dios, no por carne y sangre. Entonces, el llamado es pertinente.

La gracia de Dios está disponible hoy. Si estamos en problemas al punto de casi desesperar, si necesitamos una mano fuerte que nos sostenga, si la maldad nos rodea y amenaza con derribarnos, entonces «ahora es el tiempo aceptable». No tenemos que esperar a estar en mejores condiciones, ni esperar armarnos de valor para enfrentar solos los muchos problemas: acudamos al Dios de la gracia, porque es él quien nos dice: «He aquí ahora el día de salvación».

Y si se nos permite continuar la cita de Isaías hallaremos una promesa preciosa, que, a causa de la cita de Pablo, nos atrevemos a reclamar los que acudimos para recibir la gracia de Dios. «Y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas soledades; para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Mostraos». La promesa sigue, y es preciosa. ¡Cómo llena el corazón de esperanza!

Así, sorprendentemente, el evangelio nos socorre. Por decirlo de alguna manera, cualquier excusa es válida para llevarnos a la gracia. Con razón Juan, al comenzar su evangelio, nos presenta al Señor Jesús como «lleno de gracia y de verdad», y en seguida agrega: «Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Porque la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (1:14, 16-17). Un experto del griego del Nuevo Testamento, nos dice que esta expresión tiene la imagen de «la gracia tomando el lugar de la gracia, como el maná renovado cada mañana; una nueva gracia para el nuevo día y el nuevo servicio».

Así que, no temamos asirnos de Cristo, pues él está lleno de gracia, y su provisión es inagotable. Desechemos todo temor, toda justicia propia, para acogernos a su abundancia. No hay camino más seguro, ni Roca más firme. «Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, porque no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (Rom. 6:14).

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