DESDE EL GRIEGO

Koinonía es la palabra griega que se traduce generalmente por “comunión”. Aparece 19 veces como sustantivo (koinonía) y 8 veces como verbo (koinonéo). Ambos términos provienen de otra palabra griega “koinonós”, que se traduce por “compañero” y “participante”. Por lo tanto, sinónimos de “comunión” son “compañerismo” y “participación”. El diccionario de sinónimos agrega, además, los términos: Amistad, camaradería, fraternidad, familiaridad, intimidad, confraternidad y hermandad.

Esta “comunión”, que es fruto y obra del Espíritu Santo (2 Co. 13:13; Flp. 2:1), expresa tanto nuestra relación con Dios como con los hermanos. Con respecto a Dios, el apóstol Juan declara que nuestra comunión (koinonía) verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo (1 Jn. 1:3). Según Pablo, los creyentes fuimos llamados por Dios a la comunión (koinonía) con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Co. 1:9). Esta común unión con el Hijo llega a ser tan profunda que nos permite participar (koinonía) de sus mismos padecimientos (1 P. 4:13; Flp. 3:10). Pero no sólo de sus padecimientos, sino también de sus bendiciones. En efecto, dice Pablo que la copa de bendición que bendecimos en la mesa del Señor es la comunión (koinonía) de la sangre de Cristo, esto es, es la manera divina en que los creyentes participamos de los beneficios de la sangre de Cristo. Asimismo, el pan que partimos es la comunión (koinonía) del cuerpo de Cristo, es decir, es nuestra participación en el cuerpo de Cristo, del cual ahora formamos parte (1 Co. 10: 16-17).

Con respecto a la koinonía entre los hermanos, es interesante notar que la comunión no es, según el Nuevo Testamento, algo puramente romántico o abstracto. Todo lo contrario. La koinonía se expresaba en acciones muy concretas. Por ejemplo, Macedonia y Acaya, dice Pablo, tuvieron a bien hacer una ofrenda 1 (koinonía) para los pobres de la iglesia en Jerusalén (Rom. 15:26). Según Pablo, es lo que correspondía hacer, por cuanto los gentiles habían sido hechos participantes (koinonéo) de los bienes espirituales de los creyentes judíos (Rom. 15:27). Los creyentes, por tanto, expresan su comunión de la siguiente manera: Compartiendo (koinonéo) para las necesidades de los santos (Rom. 12:13). Por eso, las iglesias de Macedonia pidieron con muchos ruegos que los apóstoles les concediesen el privilegio de participar (koinonía) en este servicio para los santos (2 Co. 8: 4) ¡Aleluya! ¡Qué comunión! De la misma manera, Pablo, escribiendo a los gálatas, les exhorta: “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe (koinonéo) de toda cosa buena al que lo instruye” (6:6). Por eso, la iglesia en Filipos participó (koinonéo) con Pablo en razón de dar y recibir (Flp. 4:15). El escritor a los Hebreos termina diciendo: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua (koinonía) no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (13: 16).

¡Que la koinonía con el Señor y entre los hermanos vaya más allá de las palabras! Amén.

1 Lo mismo pasa con la palabra “contribución” en 2 Cor. 9: 13.