Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones… por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”.

– 1 Timoteo 2:1-2.

Ante las manifestaciones y protestas que movilizan a las multitudes, podemos preguntarnos cuál debe ser nuestra reacción como cristianos.

La Biblia nos invita a recordar siempre que somos «extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (Heb. 11:13). Claro que debemos cumplir las leyes de nuestro país y someternos a «las autoridades… que… por Dios han sido establecidas» (Rom. 13:1). Pero Dios no nos pide tomar parte en las polémicas en las cuales él mismo es excluido.

Un día el Señor Jesús dijo a uno de sus discípulos: «Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos» (Mat. 8:22). A los ojos de Dios el incrédulo es un «muerto», al que sin embargo desea darle la vida eterna. Lo importante para nosotros, creyentes, es seguir a Cristo, sin participar en combates que no tienen nada que ver con nosotros, pues somos ciudadanos del cielo (Flp. 3:20).

Nuestro combate debe consistir en rechazar toda forma de mal en nuestra vida, mediante la oración. Si la gente se burla de Dios, oremos por los que se burlan; si hay personas que matan a inocentes, oremos por los familiares afligidos, como también por los asesinos. Oremos igualmente por los gobernantes, pues su tarea no es fácil; no olvidemos que «Dios… quiere que todos los hombres sean salvos» (1 Tim. 2:3-4). – LBS.

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