La ejemplar y controvertida historia de Nee To Sheng, más conocido como Watchman Nee.

Watchman Nee, cuyo nombre chino es Nee To-sheng, nació en la ciudad de Fu-chou, el 4 de noviembre de 1903. Era hijo de Nee Weng-hsiu, un hombre de carácter apacible y Lin Huo-ping, una mujer de voluntad firme. Debido a que anteriormente no habían tenido varón, su madre le prometió a Dios que, si era varón, se lo ofrecería.

Al principio, según las tradiciones familiares, fue llamado Nee Shu-tsu, que significa: «Aquel que proclama los méritos de sus antepasados». Más tarde, consciente de su nueva misión en la vida, decidió llamarse Nee Ching-fu («Uno que advierte o exhorta»), pero le pareció muy tajante. Finalmente, su madre le propuso To-Sheng, que significa «nota de batintín (o matraca) escuchada de lejos», que era usada por los centinelas. Él se sentía llamado por el Señor como un centinela, para hacer sonar su batintín a las personas en la noche oscura. Entre los creyentes de habla inglesa se le llamó Watchman Nee, que significa ‘vigía’ o ‘atalaya’.

Nee To-Sheng pertenecía a una familia de rica historia cristiana, pues su abuelo, Nee U-cheng fue el primer pastor chino en esa gran región, y un gran expositor de la Biblia. Su padre, Nee Weng-hsiu fue el cuarto de nueve hijos varones. Debido a que era un estudiante aventajado, obtuvo el puesto de oficial menor de aduanas.

Primeros años

La infancia de To-Sheng transcurrió en un hogar de severos principios. Huo-Ping llevaba las riendas de la casa con mano firme. Inculcaba en sus hijos el orden, la limpieza, y sobre todo, les instruía en la fe. La música era un gran pasatiempo para los niños, quienes aprendieron muchos himnos y cánticos cristianos.

A la edad de trece años, To-Sheng ingresó a la Enseñanza Media, en la Escuela Trinidad de Fuchou, de orientación occidental. Este colegio era la puerta para obtener empleo en la Misión o del Estado, y de allí los jóvenes ascendían a posiciones de influencia.

Nee era muy buen alumno, y bastante engreído. Incluso su estatura sobrepasaba a la de la mayoría. Por ese tiempo, el ‘mandarín’ comenzó a desplazar al chino literario clásico en los textos escolares, lo que hizo más fácil el acceso a la literatura. Nee se convirtió en un ávido lector. Comenzó a escribir artículos para los periódicos, y con el dinero obtenido compraba boletos de lotería. También le gustaba mucho el cine.

Cuando los vientos de revolución envolvieron al país, el hogar de los Nee se vio involucrado. Huo-Ping participó activamente en política y en los eventos sociales, alejándose poco a poco del Señor. Su casa pasó a ser un centro político-social, donde se reunían las mujeres a jugar a los naipes.

Llega el día de la fe

Por este tiempo ocurrió un hecho muy significativo en la casa de los Nee. Un día de enero de 1920, Huo-Ping encontró roto un costoso adorno de la casa. Después de investigar rápidamente, halló que To-Sheng era el culpable. Como éste no lo admitió, fue castigado severamente. Más tarde ella supo que él era inocente, pero no se lo hizo saber. To Sheng se llenó de dolor y resentimiento hacia su madre. Las relaciones quedaron rotas por algún tiempo.

Ese mismo mes llegó a la ciudad Yu Tsi-tu (Dora Yu), una misionera muy conocida, para dirigir dos semanas de reuniones evangelísticas en una congregación metodista. En esas reuniones Hou-Ping se reencontró con el Señor, y su hogar recibió inmediatamente el impacto de esta experiencia.

Un día, mientras ella tocaba y cantaba himnos en una reunión familiar, fue impulsada por el Señor a pedir perdón a su hijo por la injusticia cometida. Este hecho, insólito en una cultura como la china que enseña que los padres nunca se equivocan, tocó el corazón de To-Sheng, y lo sensibilizó para la fe. Antes que finalizaran las reuniones, éste también se había entregado al Señor. Tenía 17 años de edad.

Preparación para el ministerio

Recibir al Señor y consagrarse por completo, fueron para él una sola cosa. Anteriormente había considerado algo indigno ser predicador – debido al triste ejemplo de los predicadores chinos empleados de los extranjeros. Pero ahora no concebía dedicar su vida a otra cosa que no fuera servir a Dios. De modo que comenzó de inmediato a hacer los arreglos necesarios.

De todas las asignaturas del colegio, la más descuidada había sido la de Biblia, tanto que solía usar «torpedos» en los exámenes. Ahora abandonó esa práctica y confesó su falta al director del colegio – con riesgo de ser expulsado y perder el derecho a una beca –. La falta le fue perdonada.

En los meses siguientes, aprovechando los disturbios sociales que hacía muy irregular el año escolar, se fue, con el permiso de sus padres, a Shangai para estudiar en la Escuela Bíblica de la señorita Yu. Por un año se dedicó a sus estudios, donde aprendió a recibir en su corazón el mensaje de la palabra de Dios (y no sólo en el intelecto), y el secreto de confiar solamente en Dios para sus necesidades materiales. Sin embargo, él mismo, reconoce que aquello fue un fracaso: «No pasó mucho tiempo para que ella (Dora Yu), cortésmente, me desvinculase del Instituto, con la excusa de que me era inconveniente permanecer allí más tiempo. Por causa de mi «buen apetito», de mis ropas inadecuadas y de mi costumbre de levantarme tarde, la hermana Yu pensó que sería mejor mandarme a casa. Mi deseo de servir al Señor sufrió un fuerte revés. Aunque pensase que mi vida había sido transformada, en verdad aún restaban muchas otras cosas que debían ser cambiadas».

De regreso en Fuchou, retomó sus estudios regulares, pero con una nueva visión. Por sugerencia de una misionera, elaboró una lista con los nombres de 70 muchachos del Colegio y comenzó a orar sistemáticamente por cada uno de ellos, testificándoles en cada oportunidad que se le presentaba. Al principio se reían de él, pues siempre llevaba la Biblia consigo, y la leía en todo momento. Pero poco a poco se comenzaron a convertir aquellos compañeros, con excepción de uno solo. Se formó así un grupo de entusiastas evangelistas que testificaban en la escuela y por las calles, repartiendo tratados, portando carteles y acompañándose de un sonoro gong.

Por este tiempo, Nee conoció a M. S. Barber, una ex misionera anglicana que ahora trabajaba en forma independiente, y que vivía en los suburbios de Fuchou. La srta. Barber, acompañada de su compatriota, M. L. S. Ballord, compartían el evangelio entre las mujeres de la localidad, y oraban intensamente por un mover de Dios en China. M. S. Barber solía ayudar a los jóvenes que buscaban la guía del Señor; por algún tiempo hubo hasta sesenta jóvenes recibiendo ayuda de ella. Ella llegó a ser un verdadero mentor en la vida de To-Sheng, la influencia viva más grande para él, comparable sólo a la de T. Austin-Sparks, algunos años más tarde.

Un adelanto de esa influencia se verificó poco tiempo después, el día que To-Sheng y su madre bajaron a las aguas del bautismo para ser bautizados por ella. Nee solía decir que fue por medio de una hermana que él fue salvo y también fue por medio de una hermana que él fue edificado. Más aún, él recibió mucha ayuda de otras dos hermanas mayores: Ruth Lee y Peace Wang.

Avivamiento entre los jóvenes

A comienzos de 1921 llegó a Fuchou un joven de nombre Wang Tsai (conocido también como Leland Wang), que a los 23 años de edad había renunciado a su puesto en la Marina para servir de lleno al Señor. Muy pronto entró en contacto con To-Sheng y sus amigos. Como era un poco mayor que ellos, y de mayor experiencia, se convirtió en su líder. La amistad entre Wang Tsai y To Sheng llegó a ser muy estrecha, pues compartían el mismo celo evangelístico.

En el año 1922, en el hogar de Wang Tsai celebraron por primera vez la Cena del Señor, sin sacerdote ni pastor, con la asistencia de sólo tres personas: Wang Tsai, su esposa y To Sheng. Sintieron tal gozo y libertad, que comenzaron a hacerlo con frecuencia. Semanas después se unió a ellos la madre de Nee y otros hermanos.

A fines de ese mismo año comenzó un verdadero avivamiento entre los jóvenes, luego de la visita a la ciudad de la evangelista Li Yuen-ju. Cuando ella se fue, los jóvenes ministros se hicieron cargo de las predicaciones. Unos salían a invitar por las calles, y el Espíritu Santo atraía a un número cada vez mayor de personas. La ciudad de Fuchou, de 100.000 habitantes, fue grandemente conmovida por este movimiento espiritual.

A causa de la necesidad, tuvieron que arrendar una casa más grande. To-Sheng y otro hermano se fueron a vivir allí, para estar disponibles para los jóvenes a toda hora. Luego comenzaron a salir unos 60 a 80 jóvenes a otros pueblos, a predicar, aprovechando los feriados y vacaciones. Su mensaje era escuchado y respetado por los rústicos campesinos, pues ellos eran jóvenes cultos.

Las primeras lecciones espirituales

Los días sábado, Nee acudía a ver a la Srta. Barber para estudiar la Biblia y ser reprendido. Cuando no había nada en él que ameritara una reprensión, ella hacía preguntas hasta encontrar alguna falla, y entonces lo reprendía. Así, él recibió sus más importantes lecciones espirituales.

Nee era muy celoso acerca de hacer siempre lo correcto y lo justo. Él formaba parte de un grupo de siete obreros, que se reunían todos los viernes. Muchas de esas reuniones se vieron empañadas por discusiones entre Nee y Wang Tsai, quien, según Nee, insistía en imponer su voluntad sólo por ser el mayor. Los demás obreros, generalmente tomaban partido por Wang Tsai. Nee se sintió muchas veces ofendido y buscó luz en la hermana Barber. Ella, contrariamente a lo que él esperaba, le dijo que debía sujetarse al mayor, sin darle mayores explicaciones. Esta dolorosa experiencia se repitió durante 18 meses, y concluyó cuando él se rindió y aceptó ocupar el segundo lugar.

Nee lo explica así: «Yo era siempre el primer alumno tanto en mi clase como de la escuela. También quería ser el primero en el servicio al Señor. Por esa razón, cuando me torné el segundo, yo desobedecí. Dije repetidamente a Dios que aquello era demasiado para mí. Yo estaba recibiendo muy poca honra y autoridad, y todos se alineaban con mi cooperador de más edad. Mas yo adoro a Dios y le agradezco desde lo profundo de mi corazón por todo eso. Fue el mejor entrenamiento. Dios deseaba que yo aprendiese la obediencia, por eso él dispuso que yo encontrase muchas dificultades. Así, con el tiempo, fui llenado de alegría y paz en mi camino espiritual».

Otra importante lección espiritual que Nee recibió de la srta. Barber fue a enfatizar la vida antes que la obra, pues a Dios le importa más lo que somos que lo que hacemos para él. También le advirtió acerca del peligro de la popularidad, que se constituye en un instrumento de seducción para los jóvenes predicadores.

Un episodio familiar ocurrido en este tiempo dejó una profunda enseñanza en Nee. Dios le mostró que durante las vacaciones debería ir a predicar a una isla plagada de piratas. Aceptó el llamado, e hizo los preparativos. Cuando todo estaba listo, y muchos hermanos se habían comprometido, sus padres se le opusieron. ¿Qué hacer? Consultó a Dios y sintió que debía obedecer a sus padres. Aunque era el deseo de Dios que fuera a predicar a la isla, ese propósito quedaba en Sus manos para su cumplimiento. Como To-Sheng no se sintió con la libertad de dar a conocer las razones de su deserción, se ganó una generalizada repulsa de parte de los hermanos.

Más tarde, pudo interpretar esa experiencia objetivamente a la luz de la crucifixión. La revelación de la voluntad de Dios puede ser clara, pero el cumplimiento de esa voluntad para nosotros puede ser en forma indirecta. «Nuestra estima de nosotros mismos se alimenta y nutre porque decimos: ¡Yo estoy haciendo la voluntad de Dios! y nos lleva a pensar que ninguna cosa debe interferir en nuestro camino. Pero cierto día Dios permite que algo se cruce en nuestro camino para contrarrestar esa actitud. Al igual que la cruz de Cristo, atraviesa, no nuestra voluntad egoísta, sino, aunque parezca extraño, ¡nuestro celo y amor por el Señor! Esto resulta muy difícil de aceptar». De hecho, en aquel momento, no fue capaz de hacerlo.

Cuando Nee concluyó sus estudios en el Colegio Trinidad, a los 21 años de edad, tuvo la satisfacción de ser uno de los dos mejores alumnos –junto a Wang Tse–, y sobre todo, de haber ganado un gran número de convertidos, tanto en el colegio, como en la ciudad y sus alrededores. La creación de una pequeña revista mimeografiada, El Presente Testimonio, cuya primera tirada fue de 1400 ejemplares, había contribuido al crecimiento espiritual de los convertidos y los obreros jóvenes.

Una desilusión amorosa

En la misma ciudad de Fuchou vivía una familia de apellido Chang. El padre, Chang Chuenkuan era un querido amigo cristiano, que llegó a ser pastor de la Alianza Cristiana y Misionera, y pariente lejano del padre de To-Sheng. Sus hijos eran de la misma edad y las dos familias se llevaban muy bien. La pequeña Pin-huei (conocida también como Charity) andaba siempre correteando detrás de To-Sheng. En sus travesuras y entretenimientos todos los consideraban como el «hermano mayor».

Cuando los jóvenes crecieron, To-Sheng comenzó a interesarse por Pin-huei, su ex-compañera, que era bonita e inteligente. Sin embargo, sus intereses diferían mucho. Mientras Nee había hecho la firme decisión de dedicarse de lleno a la predicación del evangelio, Pin-huei se convirtió en una joven mundana. Cuando Nee le compartía el evangelio, ella se burlaba de Dios y de él.

Un día que To-Sheng leía el Salmo 73:25: «Fuera de ti nada deseo en la tierra», el Espíritu de Dios lo compungió porque él no podía decir lo mismo. «Sé que tienes un deseo consumidor en la tierra. Debes renunciar a lo que sientes por la señorita Chang. ¿Qué cualidades tiene ella para ser la esposa de un predicador?». Su respuesta fue un intento de hacer un pacto con el Señor. «Señor, haré cualquier cosa por ti. Si quieres que lleve tus buenas nuevas a las tribus que aún no han sido alcanzadas, incluso en el Tíbet, estoy dispuesto a ir; pero no puedo hacer esto que me pides».

Con este sentimiento atado a su corazón, se lanzó a predicar el evangelio con mayor ahínco. Por su parte, Pin-huei se entregó a una vida de estudio y compromisos sociales. Poco tiempo después, al comprobar que ella no se interesaba en las cosas del Señor, sino que persistía en seguir el mundo, decidió olvidarla. Fue a su habitación, se arrodilló y encomendó el asunto firme y definitivamente a Dios, y escribió su poesía «Amor sin límites». Era el 13 de febrero de 1922.

Tu amor, ancho, alto, profundo, eterno,
es en verdad inmensurable,
pues sólo así pudiste bendecir tanto
a un pecador como yo.
Mi Señor pagó un precio cruel
para comprarme y hacerme suyo.
No puedo sino llevar su cruz con gozo
y seguirle firmemente hasta el fin.
A todo yo renuncio pues Cristo es ahora mi meta.
Vida, muerte, ¿qué pueden importarme?
¿Por qué he de lamentar lo pasado?
Satanás, el mundo, la carne
procuran apartarme.
¡Oh, Señor, fortalece a tu débil criatura,
no sea que traiga deshonra a tu nombre!
(Traducción libre).

Sin embargo, Dios no había dicho la última palabra. Pasarían todavía diez años antes de que este capítulo se cerrase.

Otras lecciones espirituales

Muchas lecciones espirituales fueron aprendidas por Nee en este tiempo. Por ejemplo, recibió un golpe a su ego al comprobar que muchas mujeres cristianas analfabetas, conocían más al Señor que él, pese a todo su conocimiento bíblico. «Yo conocía el libro que ellas apenas podían leer, mientras que ellas conocían a Aquel de quien habla el Libro».

En cuanto a su sustento, también recibió una enseñanza definitiva. Como ya había dejado el Colegio, debería pensar en cómo confiar en Dios para suplir sus necesidades materiales. Las misioneras le habían prestado libros sobre las vidas de fe de Jorge Müller y Hudson Taylor, quienes habían confiado enteramente en Dios. La misma Margaret Barber era un vivo ejemplo de ello. Así, To-Sheng decidió tomar el mismo camino.

Por este tiempo tuvo también una experiencia especialmente dolorosa: por razones que no están claras, fue excluido de la comunión con los hermanos. La decisión le fue comunicada por carta cuando él estaba lejos. Como es natural, su primera reacción fue de irritación, pero el Señor habló a su corazón. Al llegar a la ciudad, muchos hermanos le esperaban para solidarizar con él, pero él les dijo que el Señor no le permitía defenderse, que abandonaría la ciudad para no provocar una división, y que ellos deberían quedarse quietos. En esta situación él aprendió a permanecer de manera práctica a tomar la cruz y seguir al Señor.

De un testimonio dado por Nee en octubre de 1936, se puede deducir que el motivo pudo ser el diferente énfasis en hacer la obra de Dios, el de ellos, era evangelístico, y el de Nee era la edificación de las nacientes iglesias. Un autor dice que la causa fue el que Nee se oponía a la ordenación de uno de ellos por un misionero denominacional.

Sea como fuere, lo cierto es que, al poco tiempo, muchos de ellos se arrepintieron de haberlo excluido. Uno de ellos dijo: «Obramos muy neciamente, pero quizá estábamos muy influenciados por celos, pues el hermano Nee era mucho más dotado que nosotros».

Cuando Nee era ofendido por alguien, no le guardaba rencor. Al contrario, solía decir: «Los hermanos que pecan son como niños que caen en un charco con barro. Sus vestidos y cabellos se ensucian. Pero déles un baño y estarán nuevamente limpios. En el futuro, todos los hermanos y hermanas serán piedras preciosas transparentes en la Nueva Jerusalén».

Otro fuerte golpe recibió Nee en enero de 1925, cuando le fue sugerido por su amigo Wang Tsai que no asistiera a la convención de Fuchou, por cuanto las críticas a la obra se centraban en él. Este pedido sacudió su paz en Cristo y lo hundió en una profunda desilusión. Sin embargo, recibió del Señor las siguientes palabras: «Deja tus problemas conmigo. ¡Ve y predica las buenas nuevas!».

En una de esas salidas a predicar, tuvo una maravillosa experiencia en el pueblo de Mei-hua, que Nee relata en su libro «Sentaos, Andad, Estad firmes». Fue a ese pueblo con un pequeño grupo de seis jóvenes. Los vecinos allí tenían anualmente una celebración en honor de su dios Ta-wang. Ellos confiaban tanto en su dios, así que no precisaban creer en Cristo. Uno de los jóvenes cristianos desafió al dios Ta-wang, y Dios les dio una maravillosa victoria, humillando al ídolo y abriendo el camino para la fe.

Un ministro preparado

Watchman Nee no frecuentó nunca una escuela teológica o instituto bíblico. Pero estaba consciente de que Dios quería siervos preparados, por eso se dedicó a estudiar y meditar la Palabra de Dios, y a leer extensamente tanto comentarios bíblicos como biografías de destacados siervos de Dios. Su capacidad era tal, que podía comprender, y memorizar mucho material de lectura en muy poco tiempo. Él fácilmente podía captar los temas de un libro con una rápida ojeada.

Nee encontró mucha ayuda personal en los escritos de Andrew Murray y F. B. Meyer, sobre la vida práctica de santidad y liberación del pecado. También leyó sobre Charles Finney, Evan Roberts y el avivamiento de Gales; indagó en los libros de Otto Stockmayer y Jessie Penn Lewis sobre el alma y el espíritu, y la victoria sobre el poder satánico. Siguiendo el ejemplo de Govett, Panton y Darby, Nee vio la necesidad de buscar una forma más primitiva de adoración que la ofrecida por las denominaciones, las que en ese tiempo ofrecían ya un triste espectáculo de molicie y religiosidad muerta.

Por medio de M. Barber, Nee se familiarizó con los libros de Madame Guyon, D. M. Panton, Robert Govett, G. H. Pember, William Kelly, C. H. Mackintosh, entre otros.

En el comienzo de su ministerio, él invertía un tercio de sus ingresos en sus necesidades personales, un tercio en ayudar a los demás, y el tercio restante para comprar libros. Él hizo un acuerdo con algunos libreros de libros usados de Londres de que siempre que ellos recibiesen algún libro de los autores que a él le interesaban, que se los remitiesen inmediatamente.

Él llegó a tener una colección de más de 3.000 volúmenes de los mejores libros cristianos. Cuando aún era un joven, el cuarto de Nee estaba casi lleno de libros. Había libro en el suelo, y una ruma a cada lado de la cama, dejando apenas espacio para acostarse. Muchos comentaban que él estaba enterrado en libros. Sin embargo, su principal lectura siempre fue la Biblia, que leía sistemáticamente cada día, hasta completar al menos una lectura del Nuevo Testamento al mes.

Pese a que su salud era precaria, repartía su tiempo entre sus estudios, la obra, y la edición de su pequeña Revista cristiana. La revista se publicaba en forma irregular a medida que Dios le enviaba dinero por medio de pequeñas ofrendas, y era distribuida sin cargo. Su nombre comenzó a conocerse, y ya recibía invitaciones para dar su testimonio y predicar.

Su mensaje era muy novedoso para su época, pues exponía de forma sencilla y clara que el único camino a Dios es por medio de la obra consumada de Cristo. Demasiados cristianos se esforzaban por lograr la salvación en base a sus propias obras, lo que, en principio, no se diferenciaba mucho del budismo. Predicaba también que para los creyentes no era suficiente con recibir el perdón de los pecados y la seguridad de la salvación, puesto que sólo representaba el punto de partida. Era un evangelio para los creyentes.

En los próximos años, el peregrinar espiritual de Nee lo llevó a ministrar a estudiantes de Colegios y Seminarios, a colaborar con la revista Luz Espiritual, dirigida por Li Yuen-ju, a cambiar el nombre de su propia revista Avivamiento, por el de El Cristiano, y a establecer en Shangai su base de operaciones.

Enfrentando una prueba grande

Sin embargo, lo que sacudió profundamente su vida por este tiempo fue un problema de salud. Los problemas habían comenzado en 1924 con apenas un leve dolor en el pecho. El médico que lo examinó le dijo que era una tuberculosis, por lo que sería necesario un prolongado descanso. Pasados algunos meses de cuidados especiales, la enfermedad no cedía. Un nuevo examen indicó que la enfermedad había avanzado. El pronóstico del médico fue muy desalentador: «Tiene avanzada tuberculosis en sus pulmones. Vuelva a su casa, descanse y coma alimentos nutritivos. Es todo lo que puede hacer. Puede ser que mejore.» Todas las tardes tenía fiebre y por las noches transpiraba y no lograba dormir. Para predicar debía realizar un inmenso esfuerzo, que lo dejaba exhausto.

Había tenido tantos planes, tantas esperanzas de grandes cosas. Ahora Dios le decía que no. Comenzó a examinarse. Surgió en él un deseo de ser puro ante Dios, confesando pecados, buscando así una explicación de lo que él pensaba era el disgusto de Dios.

De regreso en Fuchou por asuntos familiares, Nee tuvo una experiencia inolvidable. Por esos días andaba muy debilitado y enfermo; su aspecto era bastante deplorable para un joven como él. Se encontró en la calle con un antiguo profesor del Colegio Trinidad. Por tradición, los estudiantes chinos tienen en alta estima a sus profesores, volviendo a ellos para agradecerles cada vez que obtienen algún éxito. El profesor lo invitó a tomar té, y le enrostró su fracaso: «Teníamos un alto concepto de ti en la escuela y teníamos esperanzas de que lograrías algo importante. ¿No has adelantado ni un centímetro? ¿No has progresado? ¿No tienes carrera, nada? Nee, por un momento, se sintió muy avergonzado. Pero de pronto, según cuenta, «supe lo que era tener el Espíritu de gloria sobre mí. Podía levantar la vista y decir: Señor, te alabo que he escogido el mejor camino. Para mi profesor era un desperdicio total servir al Señor Jesús; pero esa es la meta del evangelio: entregar todo a Dios».

Pero su enfermedad no cedía, y su madre, Huo-Ping tuvo la impresión, al verle, que le quedaba muy poco tiempo. En esos días recibió nueva luz de 2 Corintios, la carta autobiográfica de Pablo, acerca del vaso de barro, que le animó y consoló en su propia debilidad.

Dentro de las fuerzas que escasamente poseía, se abocó a la tarea de terminar un libro que había comenzado poco tiempo antes, sobre el hombre de Dios, que describía en forma concienzuda el espíritu, alma y cuerpo. Luego de escribir algunos capítulos, lo había abandonado por considerarlo demasiado teórico; ahora, en vista del escaso tiempo que le quedaba, decidió intentar terminarlo. Le parecía que sería una pérdida no compartir sus experiencias espirituales al respecto antes de morir.

Gracias a la oración persistente y el apoyo de numerosos hermanos y hermanas, logró concluir en cuatro meses el primer tomo de El Hombre Espiritual. Para escribir, se sentaba en una silla de respaldo alto y apretaba su pecho contra el escritorio para aliviar el dolor. De la hermana Ruth Lee recibió ayuda para la revisión literaria del libro, y lo publicó en Shangai. Un par de años después, en junio de 1928, Nee logró terminar el resto.

Fue el primer libro que escribió y el último, pues todos sus otros libros son recopilaciones de mensajes orales. Más tarde, Nee no aceptó hacer nuevas reimpresiones de El Hombre Espiritual, porque le parecía demasiado perfecto y sistemático. Pensaba que los lectores corrían el peligro de un entendimiento intelectual de las verdades, sin sentir la necesidad del Espíritu Santo. Además, la parte sobre la lucha espiritual enfatizaba sólo el aspecto individual, pero más tarde tuvo más luz para ver que era un asunto del Cuerpo de Cristo y no del individuo.

Después de concluido el libro, Nee oró a Dios: «Ahora permite a tu siervo partir en paz». En esos días, su enfermedad empeoró a tal punto que por las noches sudaba copiosamente, y no lograba dormir. Era apenas piel y huesos. Su voz estaba ronca. Algunas hermanas se turnaban para atenderlo. Una enfermera que lo visitó dijo: «Nunca vi un enfermo con una condición tan lamentable». Un hermano telegrafió a las iglesias de diferentes lugares, avisando que ya no había esperanza, que no necesitaban orar más por él.

Mientras oraba al Señor en su lecho de enfermo, Nee recibió tres palabras del Señor: «El justo por la fe vivirá» (Rom. 1:17); «Porque por la fe estáis firmes» (2 Cor. 1:24); y «Porque por fe andamos» (2 Cor. 5:17). Nee creyó que esas palabras significaban su sanidad. Así que, luchando contra su incredulidad, y contra los susurros de Satanás, se levantó con gran dificultad, se puso su ropa que hacía casi seis meses que no usaba, y se paró, repitiendo las palabras recibidas.

Sintió que el Señor le decía que fuera a la casa de la hermana Ruth Lee. Allí, desde hacía varios días, había un grupo de hermanos y hermanas orando y ayunando por su salud. Cuando abrió la puerta y vio la escalera le pareció la más alta que había visto en su vida (pues estaba en un segundo piso). «Le dije a Dios: –cuenta Nee– «Puesto que me dijiste que ande, lo haré, aunque la consecuencia sea la muerte. Señor, no puedo andar; por favor, sosténme con tu mano». Apoyándome en el pasamanos descendí escalón por escalón, nuevamente sudando frío. A medida que descendía seguía clamando «andar por fe», y a cada escalón oraba: «¡Oh Señor, tú eres quien me haces caminar». A medida que descendía los 25 escalones, era como si estuviese, por la fe, con mis manos en las manos del Señor. Al llegar al final, me sentí fortalecido y caminé con rapidez hacia la puerta del fondo. Al llegar a la casa de la hermana Lee, golpeé la puerta como lo hizo Pedro (Hch. 12:12-17), y al entrar, siete de los ocho hermanos y hermanas pusieron sus ojos en mí, sin hacer ni decir nada, y a continuación, todos se sentaron allí quietos por casi una hora, como si Dios hubiese aparecido entre los hombres. Al mismo tiempo, yo me sentí lleno de acciones de gracias y de alabanzas al Señor. Entonces les relaté todo lo sucedido en el transcurso de mi sanidad. Llenos de alegría hasta el júbilo en el espíritu, alabamos en voz alta la maravillosa obra de Dios… Al domingo siguiente, hablé tres horas desde una plataforma».

Más tarde confesaría que durante aquellos largos días de postración, él recibió luz para ver las directrices que debería tener la obra que Dios le había llamado a realizar: obra de literatura, reuniones para «vencedores», edificación de iglesias y entrenamiento de jóvenes.

Sin embargo, aun cuando fue sanado milagrosamente de la tuberculosis, padeció de una angina de pecho por cuarenta y cinco años, de la que no fue sanado. Frecuentemente, él sufría de fuertes dolores, aun en medio de las predicaciones, que le obligaban a apoyarse en el púlpito. Dios permitió que de esa manera él viviera en continua dependencia de Dios para desarrollar su ministerio.

Crecimiento e influencias

A principios de 1928 Nee arrendó una casa en la calle Wen Teh Li, en Shangai, que fue la sede de la obra a partir de entonces. Allí tuvo lugar ese mismo año la primera Conferencia de Shangai, en un pequeño salón para 100 personas.

En mayo de 1930 tuvo la tristeza de saber que Margaret Barber había partido con el Señor. Muchas veces después, Nee habría de reconocer que de ella aprendió las más valiosas lecciones espirituales en su vida. En la Biblia que ella le legó estaba la siguiente inscripción: «Oh Dios, dame una completa revelación de ti mismo», y en otro lugar: «No quiero nada para mí misma, quiero todo para mi Señor». Ella murió tal como siempre vivió: sin un centavo en su bolsa, pero rica en Dios, «…como pobre, pero enriqueciendo a muchos».

Otros hombres de Dios, extranjeros, habrían de ser un grato aliento y edificación para Nee. Lo fue primeramente C. H. Judd, y después Thornton Stearns. Más tarde también lo sería Elizabet Fischbacher.

T. Stearns era catedrático de la Universidad de Chefú, que tenía un grupo de oración y estudio bíblico compuesto por profesores y alumnos de esa universidad. Nee fue invitado en 1931 a dirigir una serie de reuniones para ellos, con gran éxito. Muchos jóvenes se agregaron a la fe.

Comunión con los Hermanos

En noviembre de 1930, Nee y los hermanos conocieron a Carlos R. Barlow, y a través de él, a los principales exponentes del grupo de los Hermanos de Londres (de la facción «exclusivista»). Entre ellos surgió una entusiasta comunión, que derivó en un viaje de Nee a Londres y Estados Unidos.

En Inglaterra fue muy bien recibido, y no sin extrañeza, por tratarse de un joven chino que mostraba gran madurez espiritual. Nee tuvo gran admiración por su erudición bíblica, pero se impacientó al ver su arrogancia y su inclinación por los largos debates teológicos.

La comunión se vio empañada muy luego por el excesivo celo de los Hermanos, quienes se molestaron porque Nee participó en Londres de la Mesa del Señor con otros hermanos. Esto trajo consigo una larga y triste serie de conversaciones, que derivaron, posteriormente, en la ruptura de los Hermanos.

El día del gozo

En 1934 concluyó la larga espera de Nee por una esposa. Para su sorpresa, Chan Pin-huei se volvió al Señor en Wen Teh Li, después de acabar sus estudios de inglés en la Universidad de Yenching. Era una joven muy culta, hermosa, y ahora, muy humilde y temerosa de Dios. Después de largas consideraciones y mucha oración, decidió pedirla en matrimonio. La oposición no fue menor, tanto de algunos familiares de ella – por casarse con un «predicador despreciado»; como de los hermanos, que casi lo idolatraban, al juzgar que un hombre de oración como él no debería preocuparse de cosas tales como sexo y la procreación.

El 19 de octubre de ese año, tras concluir la cuarta Conferencia de Vencedores en Hangchou, se casaron, el mismo día del aniversario matrimonial de los padres de Nee. Dieron gracias a Dios rodeados de hermanos, y cantando el himno que él le escribiera a su amada diez años antes.

(Continuará)