No hay muchas cosas relativas a este número en la palabra de Dios. Éste aparece apenas 24 veces. Si el 12 es el número que marca la perfección del gobierno divino, entonces el 11 no la alcanza. Es el número que denota el desorden, la desintegración y la desolación.

Génesis 32:22 indica su significado. Jacob vuelve de Padán-Aram con 11 hijos; Benjamín nace después y es un tipo de Cristo, porque su madre, al morir, lo llama Benoni: «Hijo de mi dolor», señalando al sufrimiento del Salvador. Jacob lo llama Benjamín: «Hijo de mi diestra», señalando al Cristo triunfante. Benjamín cambia el número de 11 hijos en 12, así como Cristo cambiará el desorden y la desorganización del presente mundo en un reino de perfecta paz. Después que nació Benjamín, José fue vendido, dejando 11 hijos en casa y trayendo desorden de nuevo por un tiempo.

El 11 señala la hora undécima, el tiempo confuso y desordenado antes de las 12, cuando Cristo volverá como Rey de reyes. En Génesis 37:9, las 11 estrellas del sueño de José prefiguran el día cuando los judíos aclamen a su Rey, a quien han desechado.

Dos de los últimos reyes de Judá reinaron 11 años. Joacim, el que quemó el rollo de Jeremías, reinaba cuando Nabucodonosor subió contra él e inició su obra de destrucción de Jerusalén (2 R. 23:36; 24:1; 2 Cr. 36:5-6). Sedequías, el rey que no quería oír palabra de Dios por boca de Jeremías, fue en quien Nabuco-donosor completó su tarea de dominio sobre Jerusalén (2 Cr. 36:11; Jer. 52:1) pues «en el undécimo año… se abrió brecha en el muro de la ciudad» (Jer. 39:2). Aquí comenzaron «los tiempos de los gentiles». Vemos así como el número 11 se asocia con la destrucción y desolación de Jerusalén.

En tipo, Jerusalén representa el testimonio de Dios. El número 11, figurada-mente está entonces ligado a la desolación o desintegración del testimonio de Dios.

El libro de Deuteronomio contiene «…las palabras que habló Moisés a todo Israel, a este lado del Jordán, en el desierto…». Es sorprendente entonces que leamos a modo de introducción: «Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-Barnea» (Deut. 1:2). Dios quiere destacar, en el inicio de este libro, que no había necesidad, de su parte, para los cuarenta años de intervalo entre Horeb y la tierra prometida. No eran más que once días de viaje. El número 11 es aquí un memorial vivo de la locura de los cuarenta años de peregrinación en el desierto por parte de los hijos de Israel.

Esaú o Edom siempre representa, en figura, la carne. Es interesante e instructivo para nosotros ver la descendencia de Esaú, registrada en Génesis 36 por muchas generaciones, floreciendo prematuramente en príncipes y reyes. La carne tiene siempre la probabilidad de asentarse en tronos. ¿Cuántos príncipes descendieron de Esaú? Once (Gén. 36:40-43).

La segunda cortina del tabernáculo consistía en 11 cortinas, un número incompleto (Ex. 26:7). En Mateo 20:6-9, los obreros de la hora undécima causaron confusión. En Hechos 1 vemos un número incompleto –11 discípulos– hasta que fue escogido Matías para tomar el lugar de Judas, el discípulo falso y suicida.

En griego, la palabra pseudoprophetes, que significa falso profeta, aparece once veces en el Nuevo Testamento.

Tomado de «Os números na Bíblia», Christian Chen, y de «Manual de Interpretación Bíblica», E. Hartill.