Por las cuales nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina…”.

– 2 Pedro 1:4.

Nunca valoraremos y apreciaremos demasiado el hambre de corazón por la Palabra. Es el Espíritu de la Verdad. Podemos haber nacido de nuevo sin saber mucho de la Biblia, pero ciertamente no vamos a crecer en ninguna medida sin un estudio cuidadoso y persistente de la Palabra de Dios.

Sí, el creyente que madura es un estudiante de las Escrituras que depende del Espíritu, “por las cuales nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”.

El progreso cristiano no es una cuestión de alcanzar algún estándar abstracto, o de avanzar hacia alguna meta lejana. Es totalmente una cuestión de ver la norma de Dios en la Palabra de Dios.

Avanzas espiritualmente descubriendo lo que realmente eres (en Cristo), no tratando de convertirte en lo que esperas ser. Esa meta nunca la alcanzarás, por mucho que te esfuerces.

Es cuando ves que estás muerto al pecado que mueres a él (diariamente); es cuando ves que has resucitado que te levantas; es cuando ves que eres una ‘nueva criatura’ en Él que creces (progresivamente).

Ver el hecho consumado en la Palabra determina el camino hacia la realización de ese hecho. El fin se alcanza viendo, no deseando ni trabajando. La única posibilidad de progreso espiritual reside en que descubramos la verdad tal como Dios la ve; la verdad concerniente a Cristo, la verdad concerniente a nosotros mismos en Cristo.

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