…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo».

– Efesios 4:13.

Mucho se ha hablado sobre el crecimiento espiritual, pero siempre es bueno recordar las cosas que nos son enseñadas por el Espíritu, pues, como dice Pablo, esto es seguro para nosotros.

Es evidente que Dios quiere hijos maduros, hombres perfectos, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Cuando Pablo dice en 1 Corintios 3:1 que no pudo hablarles a ellos como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo, nos revela claramente el propósito de Dios: que lleguemos a ser espirituales.

En lo que respecta a nosotros los cristianos, la Escritura habla de regeneración o nuevo nacimiento, y después, de crecimiento y fructificación (Mar. 4:26-29). Juan usa también estas etapas de la vida cristiana comparándolas con el desarrollo y crecimiento del ser humano, cuando habla sobre niños, jóvenes y padres (1 Juan 2:13-14). Para esto, el Señor envió su Espíritu, el Paracleto o enseñador, porque él no miró solo a la salvación, sino también a su Reino. Desde antes de la fundación del mundo, Dios anheló traer muchos hijos a la gloria – hijos de adopción, hijos maduros en Cristo, reyes y sacerdotes (Ef. 1:5).

El gran engaño es pensar que esta madurez será completada cuando recibamos un cuerpo glorificado. Lo que cada uno de nosotros necesita saber es que iremos al tribunal de Cristo con la misma medida que tengamos en el momento del arrebatamiento. Por ejemplo, si el Señor vuelve hoy, nuestra medida será aquella que tenemos hoy. El fuego probará la obra de cada uno, y si lo que hemos edificado fuere paja o madera, ésta se quemará, y sufriremos un perjuicio eterno (1 Cor. 3:13-15).

Es necesario también comprender que nadie puede crecer individualmente. Este tipo de crecimiento no es posible, porque necesita de la justa operación de cada miembro (Ef. 4.16). El hombre perfecto que muestran las Escrituras es Cristo resucitado, el nuevo hombre; un cuerpo formado por muchos miembros, donde la cabeza es Cristo (Col. 2:19). Su poder opera eficazmente para presentar a todo hombre perfecto en Cristo (Col. 1.28), hasta que todo esté lleno de Él (Ef. 4:10). Cuando Jesús vuelva, él vendrá por una esposa madura; mientras la iglesia no alcance esta etapa, será necesaria la edificación.

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