Bajo la influencia del posmodernismo, la gente no está dispuesta a creer en aquello que no disfruta.

Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?”.

– Sal. 11:3.

Recuerdo que, hace un tiempo atrás, hice un perfeccionamiento docente en Matemática. Me interesó, pues muchos de los expositores allí son los autores de los libros que se ocupan en el sistema educacional.

Mi sorpresa fue que, cuando el profesor comenzó a hablar de Estadística, citó un libro de publicación nacional, donde se hablaba de los terremotos. Y en referencia a este asunto, dijo: «Hay gente que cree que los terremotos son una forma de juicio divino porque nos portamos mal». Y todos los profesores asistentes se rieron. Como cristiano, aquello me pareció muy extraño.

Sociedad permeada

Entre los temas programados, había uno sobre Equidad de Género. También me interesaba, porque era un concepto nuevo. La exposición versó sobre cómo las mujeres deben luchar en medio de una sociedad machista, cómo todo está pensado desde esa visión, y cómo la educación tiene que responder a ese concepto de equidad.

Días atrás, en el colegio, vino un experto a dar una charla sobre carrera docente. ¿Y saben con qué partió? Explicando la política pública de inclusión escolar, dijo: «No sé qué vamos a hacer con la transexualidad, y ya lo estamos discutiendo. No sé si vamos a tener que instalar letreros en los baños en los colegios». Y eso aumentó mi inquietud.

Obviamente, el profesor que habló de los terremotos validó la naturaleza o, como dirían algunos, la sabia Madre Naturaleza. Entonces, ¿por qué se habla de naturaleza y no de creación? ¿Por qué se habla de género y no de sexo? Porque nuestra sociedad está totalmente permeada por un pensamiento que ha puesto al hombre en el centro de todas las cosas, desplazando toda realidad espiritual acerca de Dios.

Hoy se pretende construir una sociedad tolerante, que respete todo tipo de pensamientos. Estamos dominados por un lenguaje que lentamente nos introduce a la realidad en que éste quiere modelarnos. Hablamos de naturaleza y no de creación, de género y no de sexo, por un concepto lingüístico que consiste en que el lenguaje «crea la realidad» que queremos vivir.

El rol del lenguaje

Comúnmente, el lenguaje ha sido considerado como un instrumento que permite describir lo que se percibe del mundo exterior, o expresar lo que se piensa y se siente en el mundo interior, cuya única capacidad es ser pasivo o descriptivo. La realidad se asume ya dada, anticipándose al lenguaje, y éste limitándose a describirla.

A principios del siglo XX, comienza una rama de estudio llamada Filosofía del Lenguaje, la cual cuestiona el rol descriptivo y pasivo del lenguaje. El lenguaje no solo permite hablar de las cosas, sino que posibilita también que éstas sucedan. A partir del dominio del lenguaje, es posible crear la realidad que esperamos que se viva.

Para los filósofos del lenguaje, el ser humano es un animal simbólico, un ser que puede expresarse por medio de símbolos. En este sentido, el lenguaje no solo nos permite describir la realidad, sino que también la crea o genera.

En ningún libro avalado por el Ministerio de Educación actual, se habla de creación, sino de la naturaleza. ¿Dónde se habla de creación en los colegios? En las clases de Religión. Y noten lo sutil. Porque, al restringir el lenguaje de la creación a las clases de Religión, dado que esta asignatura no es evaluada, el tema no tiene importancia. Así que hoy día no se discute contra el creacionismo; simplemente se le omite, y se habla de la naturaleza.

Se habla de la sabia Madre Naturaleza, porque no se puede hablar de Creación, por algo muy sencillo: porque donde hay poesía, debe haber un poeta; donde hay música, hay un compositor, y donde hay creación, tiene que haber un Creador. Y si hay Creador, hay derechos de creación. Entonces, hoy se hace necesario situar al hombre con la Naturaleza en una relación distinta.

¿Qué es el hombre?

En la década de los ‘90, se publicó la llamada «Carta de la Tierra», que marcó el pensamiento desde esa década en adelante, en varias Cumbres internacionales, partiendo desde Río ‘92. Esta carta dice: «Uno de los errores de la sociedad humana es verse a sí misma separada de la Naturaleza, a la que contempla como una mera fuente de recursos. Hay que superar esta visión superficial, y poner al hombre en su verdadero lugar. ¿Qué es el hombre? Es un componente inmaduro de la comunidad biótica».

«Este es el sentido abrahámico de la posesión de la tierra, que implica la tradición judeocristiana, de la relación hombre-naturaleza», lo define así la revista Time del año 1967, que anticipó esta Cumbre. «En el cristianismo, el hombre comparte en gran medida la trascendencia de Dios respecto de la Naturaleza. Y además es voluntad de Dios que el hombre explote la naturaleza para sus propios fines. En consecuencia, la civilización cristiana es la responsable de la crisis ecológica. El hombre no puede verse separado de la naturaleza, pues él es parte de la naturaleza, un componente de ella».

¿Alguien vio la película Avatar? ¿Cómo es la percepción que nos da del hombre? El hombre es parte de la naturaleza; y además, es un ser inmaduro, porque no se comporta como ella. «Tenemos que situar al hombre en esta relación», decía esta Cumbre.

«¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra» (Sal. 8:4-5). Fíjense cómo se cita la relación entre el hombre y lo creado. «Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies». Así que el hombre no es parte de la naturaleza. «Todo lo pusiste debajo de sus pies». ¿Debajo de quién? ¡Del hombre!

¿Un componente más?

Y en la relación que nos quieren otorgar en este momento, el sentido con el cual nos quieren hacer ver nuestra realidad, es que somos un componente más de la naturaleza, un animal simbólico, en una categoría de absoluta inmadurez. Así que vamos a insistir con esta idea del lenguaje.

¿Por qué hablamos de género y no de sexo? Un documento oficial de la OMS, dice: «La identidad de género es la convicción personal, íntima y profunda, que se pertenece a uno u otro sexo, en un sentido que va más allá de las características cromosómicas y somáticas propias». ¿Qué quiere decir? «En otras palabras, las naturales diferencias sexuales no determinan la identidad de las personas como hombres o mujeres».

El Consejo Económico Social aclara: «El sexo de una persona es determinado por la naturaleza, pero su género lo elabora la sociedad, y lo mismo afirma la Comisión de Desarrollo Sustentable». Quiere decir que yo puedo nacer, por naturaleza, hombre o mujer; pero luego puedo definir, en base a esta ideología de género, mi identidad. Y mi identidad va más allá de las características cromosómicas y somáticas que me son propias.

Si dominamos el lenguaje, y hacemos que éste vaya lentamente presentando aquello que queremos, vamos a tener la realidad, vamos a tener la sociedad que queremos vivir.

La perversión del lenguaje

En este mismo escrito, se habla de la perversión del lenguaje. Por ejemplo, ¿qué se entiende por familia? Familia y otras formas de familia. ¿Qué se entiende por regulación de la fertilidad? ¿Por políticas de salud sexual y reproductiva? Siempre estamos escuchando estos términos. Pero lentamente van siendo introducidos ciertos conceptos, que luego se transforman en la realidad que estos conceptos quisieron determinar.

Tuvieron que aclarar que estos términos, derechos sexuales reproduc-tivos, libertad o autonomía repro-ductiva, siempre implicaban el aborto. O sea, el que los usaba, lo hacía permanentemente, con la conciencia de que aquello que estaba diciendo debiera ir avanzando hacia la idea del aborto, la destrucción del embrión en las primeras etapas de su desarrollo, por medio de productos químicos o mecánicos.

«Sálvanos, Señor, que ya no hay gente fiel; ya no queda gente sincera en este mundo. No hacen sino mentirse unos a otros; sus labios lisonjeros hablan con doblez. El Señor cortará todo labio lisonjero y toda lengua jactanciosa que dice: Venceremos con la lengua; en nuestros labios confiamos. ¿Quién puede dominarnos a nosotros?» (Sal. 12:1-3, NVI). Es decir, lo que vayan diciendo con sus labios, lo que vayan afirmando, lo que vayan colocando como palabras de sentido común y social, es aquello que les permitirá vivir la realidad que ellos quieren.

¿Por qué el control de la natalidad? ¿Por qué el aborto? ¿Por qué el matrimonio homosexual? ¿Por qué las medidas eugenésicas? ¿Por qué la eutanasia? Todo esto está enmarcado en un lenguaje que hoy se usa habitualmente. «Nosotros tenemos derechos. No hay verdad; cada uno tiene su propia verdad». Eso lo creen, lo afirman, y cada cual cree tener a su juicio el punto de vista que debe ser respetado por todos los demás.

Argumentos del posmodernismo

Hoy vivimos en una sociedad posmodernista, que niega la existencia de una verdad objetiva. Así como la belleza está en el ojo del espectador, el posmodernismo argumenta que la verdad está solo en la mente de cada individuo. Esto da como resultado la declaración: «Puede ser malo para ti, pero es bueno para mí. No hay verdad absoluta». Los absolutos son reemplazados por los sentimientos. Creemos en lo que nos gusta o en lo que nos atrae.

Conversábamos con unos hermanos que estuvieron en Inglaterra, y comentaban cómo este sentido de generar gusto en las personas llega a tal punto que las iglesias tratan de hacer aquello. La gente asiste a las iglesias porque le gusta la música, porque le gusta el pastor, porque le agrada el tipo de jóvenes que van. Bajo la influencia del posmoder-nismo, la gente no está dispuesta a creer en aquello que no disfruta.

¿Han oído la frase: «Estuvo aburrida la reunión»? ¿Por qué tiene que ser entretenido? En el posmoder-nismo, se lleva el pluralismo a la verdad, donde cada punto de vista es igualmente válido. «Esa es tu opinión; ésta es la mía. Y tu opinión es tan verdadera como la mía». Cada juicio es simplemente un asunto cultural. La verdad universal no existe. Éste es el tipo de sociedad que se está construyendo hoy.

Fundamentos destruidos

«En el Señor hallo refugio. ¿Cómo, pues, se atreven a decirme: Huye al monte, como las aves?» (Sal. 11:1, NVI). ¿Qué haremos frente a esto? Pienso que el próximo año se obligará a los profesores a enseñar las ‘políticas de género’. Hasta ahora, en el colegio donde trabajo, nos salva la ley. Tenemos un proyecto educativo confesional evangélico, y la ley, hasta ahora, lo permite. A esto nos hemos asido con firmeza.

«Vean cómo tensan sus arcos los malvados: preparan las flechas sobre la cuerda para disparar desde las sombras contra los rectos de corazón. Cuando los fundamentos son destruidos, ¿qué le queda al justo?» (Sal. 11:2-3, NVI). Se ha destruido el pacto matrimonial; se ha aprobado la ley de divorcio, el re-casamiento cuantas veces se quiera. Se ha derribado la virginidad prematrimo-nial. Hoy tenemos sexo libre.

Es terrible un libro que se anunció hace algunas semanas. A los trece años, poner este libro en manos de jovencitos y señoritas, donde el hombre es reducido a un pedazo de materia, de carne, es la destrucción total.

Hoy, a los niños de cinco años, se les quiere pasar el libro «Nicolás y sus dos papás». El gobierno lleva el libro a todos los jardines infantiles. Y después dice: «Fue un error, porque la sociedad chilena no está preparada para esto». No fue un error el contenido del libro; fue un error, porque nosotros somos aún ‘inmadu-ros’; no somos desarrollados. Y ésta va a ser una política de Estado sistemática.

El aborto. ¿Han oído los debates sobre el aborto? Un político, médico, decía que, en las primeras semanas del embarazo, lo que había no podía ser considerado como persona. Y un académico, que además es pediatra, dijo: «Lo que yo puedo decir es que va a venir una mujer con un ser vivo dentro (ni siquiera osaba decir persona), y luego ella saldrá de allí y aquel ser vivo quedará muerto en el quirófano». El otro replicó: «Lo que pasa es que usted nos quiere tratar a todos de asesinos y gente cruel; pero esa es la política del miedo de Dios». ¡Increíble!

La familia, como lugar de protección y seguridad. No hay ninguna política pública que fortalezca a la familia. Todo se está reduciendo al trabajo social que debe hacer el colegio. Así es que, si los niños están obesos, no hay que decirles a los padres que los alimenten bien; hay que crear ‘quioscos saludables’. Si los jóvenes tienen relaciones prematri-moniales y las jovencitas quedan embarazadas, hay que hacer educación sexual, es decir, informar de los riesgos y enseñar el uso del preservativo. No hay lugar para la familia como ámbito de protección y de seguridad.

No hay respeto a la autoridad. Hablamos de igual a igual. Los hijos denuncian a los padres ante los tribunales, sin problemas, y ganan los juicios. Y no fuera de nuestro país: en Santiago.

El valor de la vida del prójimo. La vida no vale nada. Hay un libro muy interesante, El Apagón Moral, de un escritor argentino. Es muy interesante, aunque el autor no es cristiano; pero miren cómo describe la sociedad:

«Durante el año 2009, tres psicólogas coordinaron en la fiscalía de la ciudad de Mar del Plata, grupos de reflexión con 30 personas de entre 18 y 65 años, que estaban procesadas y sentenciadas por haber lesionado de modo irreversible, o por haber matado a otros en accidentes de tránsito. Al año siguiente (2010), presentaron las conclusiones de esa experiencia en el Congreso de Psicología. Lo que más sorprendió a las profesionales, y lo que estremece a quien accede a su informe, es que aquellas personas que cometieron estas irresponsabilidades no mostraban ningún tipo de emoción ante lo que habían hecho. Nada, ni culpa ni dolor. Esa víctima había sido para estos asesinos al volante apenas un objeto molesto, que de pronto golpeó contra su parabrisas. Se quejaban además de los inconvenientes que les provocó el proceso judicial, y se consideraban víctimas de una injusticia».

Hostilidad a la fe

La vida no vale nada. Podemos ir tranquilos por la calle, nos pueden asaltar, robar o matar. No hay preocupación ni aun por el valor de la vida propia, de la dignidad humana, de la dignidad de la mujer, de la justicia social. Vivimos un tiempo dominado por un pensamiento hostil a la fe. Lo que se pretende es relegar la fe a un lugar que se llama iglesia, y que solo dentro de ese edificio se pueda hablar de todo lo que se quiera con respecto a ella.

«Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad» (1a Tim. 3:14-15). En medio de una sociedad maligna y perversa, ella es el único lugar en la tierra en donde está «la verdad».

Nosotros, por misericordia del Señor, nos hemos acercado a la columna y al baluarte de la verdad. La verdad es absoluta, es real; no es relativa, no es una opinión. Esto es sumamente importante en esta sociedad. Nosotros estamos en el lugar donde hay plena expresión de la única verdad, excluyente de todo lo demás. Ella no está limitada a un concepto intelectual. La verdad es una Persona, Jesucristo el Señor.

El término «verdad», en el original, es aletheia, que significa «realidad». La Escritura está diciendo que la iglesia es columna y baluarte de la realidad. Todo lo demás es irreal; en todo lo demás hay engaño. Pero en la iglesia está la realidad, el fundamento al cual nos podemos acercar y estar seguros.

A los jóvenes

Quisiera traspasar a los jóvenes esta preocupación. Los únicos que pueden consagrarse a la verdad son ustedes y todos aquellos que han creído en el nombre del Señor Jesús. Cuando yo trabajo con los jóvenes o sirvo con ellos, me sorprendo de tanta habilidad e inteligencia que tienen. Ruego al Señor que esa inteligencia, que esa habilidad y esas capacidades, puedan ser puestas a los pies de Cristo. Y que, siendo así, cada joven consagrado pueda ser una expresión de esta realidad, no encerrado en la iglesia, sino en este mundo tan secularizado y tan cientificista.

El Señor quiere encender sus vidas con Su verdad, para ponerlos en un lugar alto, para que desde allí, puedan iluminar. No pierdan tiempo en otra cosa, en otros intereses. El mundo quiere atraparlos y corromperlos; quiere poner en sus labios un lenguaje que no es de la verdad, ¡pero ustedes tienen el Espíritu Santo de Dios!

Vuelquen sus vidas a Cristo. No hay otro sentido mayor para nuestras vidas, más aún en este tiempo. El Señor anhela una generación de jóvenes santos, apartados del mal, ajenos al pecado, consagrados a Cristo y siendo una expresión de él en todo lugar.

Un compromiso con la verdad

El encontrarse con la verdad no es fácil. ¿Saben por qué? Porque, cuando me enfrento a la verdad, veo mi falsedad, mi irrealidad, y la verdad provocará en mí, arrepentimiento. Cada vez que esta realidad nos es traspasada por el Espíritu Santo, notamos que hay algo en nosotros que no está de acuerdo a la verdad y que debe ser modificado.

Antes de ir a la cruz, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes se escandalizarán de mí». Pedro replicó: «Yo no me escandalizaré, aunque todos se escandalicen. Mi vida pondré por ti». Pero Pedro estaba frente a la verdad, y la verdad le dijo: «¿Tu vida pondrás por mí? Hoy me negarás tres veces». Es terrible cuando se nos muestra quiénes somos realmente. Cuando esto ocurre, evidentemente, tratamos de justificarnos, llenos de argumentos. Pero, la verdad seguirá alumbrando nuestros corazones.

Tenemos un enorme desafío hoy. Quisiera, en la gracia del Señor, que cada uno de ustedes tuviera un compromiso con la verdad de Dios en Cristo Jesús; no solo algo emocional, sino en el plano de la voluntad, de la decisión de fe.

Las nuevas familias, las nuevas ideologías, serán como las marejadas de la costa chilena, que golpean, golpean y golpean hasta socavarlo todo. Solo Cristo es la roca firme. Pueden venir los vientos, los ríos, la tempestad, pero la casa debe estar edificada en la Roca. Así que les ruego, en medio de esta sociedad que nos llena de opiniones, de derechos, de concepciones y de un lenguaje maligno, que tomemos un instante para exponernos a la verdad de Dios que es Cristo Jesús, y consagrarnos a la verdad.

No a mi verdad, no a mi opinión, no a mi punto de vista. Hoy el Señor te pide una decisión más importante: que sigas la verdad que es él. Y aunque en este tiempo nadie más a tu alrededor quiera decirle Sí al Señor, hoy él pide esa decisión de tu corazón. Los demás no lo pueden decir por ti; es un Sí a la voluntad de Dios que solo tú puedes dar.

Oremos. «Señor, que tu obra avance en nosotros, en medio de esta sociedad tan corrupta. Concédenos una generación que consagre sus vidas a ti, y que, consagrados a ti, tú enciendas sus vidas con la verdad que es Cristo Jesús. Padre, guarda a esta preciosa generación de jóvenes y señoritas, lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén».

Mensaje impartido a los jóvenes en Santiago, en Octubre de 2016.