Hoy, igual que ayer, el Señor Jesucristo es piedra de tropiezo para los “edificadores”.

En el evangelio de Mateo capítulo 11:2-6: “… Y al oír Juan en la cárcel los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos para preguntarle: ¿Eres tu el que había de venir o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús les dijo: Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio, y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.”

En los días de su carne, muchos encontraron tropiezo en la persona del Señor. Hoy, en nuestros días, su persona, su obra y su mensaje, permanecen invariables y muchos son los que siguen tropezando en él.

Veamos también una palabra en Romanos 9:33: “… Como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será avergonzado.”

Esa palabra está unida también a 1Corintios 1:22-24: “…Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios.”

Aquí hay un gran contraste: mientras para unos el Señor vino a ser tropiezo, para otros vino a ser poder, para unos vino a ser roca de caída, para otros vino a ser roca de salvación. Esto sigue plenamente vigente hoy, el Señor Jesús, siendo la luz y la salvación para todos los hombres, resulta ser un tremendo tropiezo para muchos.

El contraste entre Caifás y Simeón

El sumo sacerdote Caifás interrogó con vehemencia al Señor Jesús, diciéndole: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.” Viene la serena respuesta: “Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.” (Mateo 26:63-65). Entonces, Caifás, en un acto de celo religioso exacerbado, rompe sus vestiduras diciendo: “Qué más necesidad tenemos de testigos? ¡Ha blasfemado! Y los demás dijeron ¡es reo de muerte!”. ¡Qué tropiezo! ¡La Luz vino, estaba delante de él y no fue capaz de reconocerla! Está frente a su Mesías …y lo condena!!

Distinto es el caso de Simeón. Anciano ya, va al templo en el día preciso, guiado por el Espíritu Santo, se acerca a una pareja muy sencilla, la mujer carga un pequeño niño. Simeón, movido por el Espíritu pide al niño para tomarlo en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación.” (Lucas 2:28-30). ¡Simeón no encontró tropiezo en Cristo! Tuvo el privilegio de reconocerle y adorarle.

La razón del tropiezo

Amados hermanos, ¿por qué es un tropiezo el Señor Jesucristo? ¿por qué Aquel que sólo vino para beneficiarnos llegó a ser un problema para mucha gente? Aun en nuestros días el Señor sigue siendo un tropiezo para muchos. ¿Por qué? Porque todo aquel que se acerca al Señor tendrá que reconocer que es en sí mismo una persona débil. Tendrá que aceptar que su orgullo y su egoísmo sean destruidos.

Cuando llegamos al Señor Jesús, nos encontramos con una cruz; nos encontramos con que allí nuestra vida se acaba, que nuestros planes se trastocan. En un sentido, es como si la vida misma se nos terminara.

Muchos tropiezan porque asociarse con Aquél que fue crucificado en la cruz, les significa una vergüenza, un vituperio. Ser cristiano, asociarse con aquel que murió en la cruz, no es popular. Asociarse tal vez con un gran pensador del mundo como Heidegger, por ejemplo, o declararse discípulo de Sartre o de Jacques Maritain, sí que resulta prestigioso y bien ponderado en los círculos académicos de la tierra. Nuestra sociedad está basada en la exaltación de los atributos del hombre, pero quien viene a Cristo, se encuentra con alguien que le dice:..“Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).

¡Qué tropiezo es la cruz! ¡Qué gran problema! El mundo hoy día ha encontrado en el Señor un tremendo tropiezo. “Podríamos aceptar –dirá el mundo– las enseñanzas del amor al prójimo, de preocuparnos por los pobres, de alimentar a las multitudes hambrientas. Eso nos gusta de ti, Jesucristo; ese amor es bueno, es útil para los planes de nuestra sociedad …, pero si nos vienes a hablar de que es necesario caer en tierra como un grano de trigo y morir… entonces, ¡así no nos conviene Cristo! ¡Qué tropiezo es el Señor para todos los sistemas del mundo! ¡Es piedra de tropiezo y roca que hace caer!

Quebrantamiento

Veamos ahora otra palabra de nuestro Señor Jesucristo. Mateo 21:42: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser la cabeza del ángulo…?..y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará”.

Hermanos, a todos los hombres, ¡a todos!, les ocurrirá una de estas dos cosas: o caemos nosotros sobre esta Piedra o ella caerá tarde o temprano sobre nosotros.

“Quebrantado….” Sí, hermano, porque es imposible que tú vengas al Señor y permanezcas entero. De lo contrario, seguirías siendo un mero religioso. Si aún no has sido quebrantado, entonces todavía estás “entero” (firme en tu manera natural de ver las cosas), todavía altivo, orgulloso y soberbio. Pero el que de verdad ha caído sobre esta Piedra, ha sido quebrantado, se ha vuelto dócil en las manos del Señor y de su Espíritu. Este es el gran tropiezo de muchos: no quieren ser quebrantados. Quieren seguir incólumes; quieren los beneficios de Cristo, que multiplique los panes, que sane los enfermos etc. “Lo queremos tan sólo para que nos socorra.” ¡Esto es indigno del Señor!

“Quebrantado …”El que cae sobre esta piedra ya no es el mismo. Muchos tropiezan porque temen, porque presienten que se les acerca una sentencia: habrá un cambio absoluto en su manera de ser, de pensar y de vivir. ¡Bienaventurado aquel que no halla tropiezo en el Señor!

No tropiezo, sino salvación

Finalmente, hermanos, que nada nos impida la gloria de esta palabra. “Los ciegos ven los sordos oyen, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio”. Estas seis expresiones definen la condición del hombre. Así ve el Señor a todos los hombres. Porque todo aquel que no tiene ojos para ver la salvación de Dios en Cristo es un ciego. ¡Así éramos! “Los cojos …” Así éramos; hasta que nos encontramos con el Camino, la Verdad y la Vida … “Los leprosos son limpiados”. La lepra en la Biblia es el pecado, y ¿qué hijo de Adán no ha pecado? ¡Esta tierra ha sido pisada por un solo justo, Jesús, el Hijo de Dios! Todos tuvimos esta lepra.

Así es el hombre: muerto en “delitos y pecados”. Así estábamos: muertos; hasta que el Señor vino a darnos vida. Cuando se menciona aquí a los pobres, ningún rico de este mundo queda excluido, porque si ellos mueren sin conocer las riquezas de la gracia de Dios en Cristo, aparecerán ante él como pobres, miserables ciegos y desnudos.

Amados, esto éramos nosotros sin Cristo. Pero ahora, en vez de ser tropiezo para nosotros, ¡el Señor ha venido a ser nuestra luz y vida! En vez de piedra de tropiezo, ha venido a ser nuestro camino y sustento, esperanza y gloria, nuestro Redentor y Sumo sacerdote, cabeza y fundamento, ¡el Amado y el Señor!

Hermanos, sigamos predicando su glorioso evangelio sin importarnos que para muchos les signifique un tropiezo oír de Cristo. Si lo hacemos, habremos librado nuestra responsabilidad, y a la vez, tendremos la recompensa de ver a muchos corazones recibiendo la salvación de Dios. Y les oiremos alabar diciendo: “Tú abriste mis ojos, tú sanaste mi cojera, y mi lepra, perdonaste mis pecados, me pasaste de muerte a vida, me enriqueciste, me adoptaste, soy tu hijo… ¡Aleluya, soy un hijo de Dios!”.

Síntesis de un mensaje oral.