Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida … Velad y orad, para que no entréis en tentación”.

– Stgo. 1:12; Mat. 26:41.

Hay una gran diferencia entre “soportar o resistir la prueba” y “caer en la tentación”. Soportar la prueba conduce a progresar en la fe. Esto es, en el fondo, un honor que Dios nos concede.

Abraham había dejado todo para responder al llamado divino, y creyó a Dios cuando todo parecía adverso. Entonces Dios lo puso a prueba y le pidió que sacrificase a Isaac, su hijo único (Gén. 22:1-2). Abraham sabía que Isaac era el hijo prometido por Dios, y obedeció fielmente, “pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:19).

Soportar la prueba también significa salir victorioso, por medio de la fe, en una situación difícil. Al contrario, entrar en tentación es dejarse vencer por el mal y ceder a lo que Satanás pide; es dejarnos arrastrar por nuestras malas inclinaciones para hacer aquello que es opuesto a la voluntad de Dios. ¡Entonces la derrota es inevitable!

El Señor nos manda: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mat. 26:41). Permaneciendo en Su presencia y resistiendo al maligno, no caeremos en tentación ni cederemos al mal. Todo creyente puede obtener la victoria si confía en las promesas y en el poder de Dios.

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