Porque de ti (Belén) saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel”.

– Mateo 2:6.

En esta profecía referida al Señor Jesús, la palabra “apacentará” significa también “regirá”. De manera que el Cristo de Dios habría de desarrollar las dos funciones que se derivan de la misma palabra: apacentar y regir. Ellas corresponden al trabajo del pastor y del rey, respectivamente.

En efecto, cuando el Señor Jesús vino hace casi dos mil años, él dijo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas”. Su ministerio estuvo lleno de compasión, porque él veía a los hombres desolados y tristes como ovejas sin pastor. Entonces curó las heridas de su pueblo, sanó la enfermedad y habló palabras dulces al cansado. Dejó las noventa y nueve ovejas en el redil y partió tras la descarriada por los montes y quebradas. Su ministerio de amor lo concluyó en la cruz del Calvario, donde murió por todas sus ovejas.

Han pasado dos mil años. El mismo Cristo, que ayer anduvo como Pastor en Galilea, está próximo a volver. Pero ahora no vendrá como Pastor, sino como Rey. Su dignidad real ya había sido anunciada por el ángel Gabriel: “El Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:32-33). En Apocalipsis se proclama así su introducción como rey: “Los reinos de este mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos” (Apoc. 11:15).

Entonces, en aquel día, las ciudades y caminos que le vieron pasar, extenuado y sufriente, le reconocerán, pero ahora él estará en su alto sitial de gloria. Los hombres que le menospreciaron y le rechazaron verán al Rey glorioso reinar con vara de justicia y cetro de equidad desde Jerusalén, ¡la misma ciudad que le rechazó! ¡Honor y gloria al Rey que viene!

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