Hay una tensión continua entre la fe y la vista. Nuestra vieja naturaleza se acomoda al mundo de los sentidos y nos demanda el “ver”. Como cristianos debemos cultivar la nueva naturaleza que está dispuesta a confiar en Dios y en su Palabra. ¡Sin demandar ninguna otra evidencia!
Derek Prince, en Fe por la cual vivir.

Uno necesita todo lo suyo. Nadie puede descartar una parte de su ser. Sin embargo, he visto cristianos que hacen tonterías y todavía tienen la audacia de decir: “Dios me dijo que lo hiciera”. Siguen sueños tontos, se afligen con sentimientos de condenación, o llegan al borde de un colapso nervioso: todo por el afán de cambiar la vida misma. Arrojan al viento las mismas cualidades que hacen de ellos lo que son y se convierten en cascos vacíos, incapaces de maniobrar.  He visto a gente que una vez tuvo el don de la risa y el gozo, transformarse en ermitaños de ojos tristes, por quienes nadie daría un centavo. Tratando de ser santos, perdieron el sentido común y su personalidad.
David Wilkerson, en “¡Hombre, sí que tengo problemas!».

Una de las razones de nuestra sensación de futilidad en la oración es que hemos perdido capacidad de contemplación. No podemos imaginarnos poniéndonos deliberadamente delante de Dios. Es más importante ser pan roto y vino derramado en el área de la intercesión que en nuestro contacto personal con otros. La capacidad contemplativa es lo que Dios le da a un santo para que pueda ir más allá de sí mismo y quedar firmemente situado en relaciones que nunca había experimentado.
Oswald Chambers, en En pos de lo Supremo.

Dos elementos químicos que en sí mismos son muy suaves e inocuos, con frecuencia tienen energía prodigiosa, al ser combinados. Así sucede con el amor y la verdad. Los que predican el amor solamente son con frecuencia los más débiles y menos efectivos testigos de Cristo. Los que predican sólo la verdad, con frecuencia demuestran la debilidad de una ortodoxia sin alma. Pero la verdad en amor es vital, penetrante, y tiene la fuerza dinámica que buscamos.
A.J. Gordon, en La Vida Doble.

Los ministros deben distribuir la palabra rectamente, y andar también rectamente en su vida, y unificar así su vida y su enseñanza. Si carecen de santidad los embajadores, deshonran al país de donde vienen y al Príncipe de parte de quien vienen.
John Stoughton, citado por Spurgeon, Discursos a mis estudiantes.

Usted no puede deshacerse de sus propias dificultades, a menos que lleve sobre sí las dificultades de otros. Cuando usted se halle oprimido por la melancolía, la mejor manera de escapar consiste en hallar algo que usted pueda hacer a favor de otra persona. Cuando usted rescata a un hombre de la aflicción, el hueco que queda es la tumba donde usted entierra sus propias aflicciones. Salga usted todos los días y haga algo que nadie haría, sino un cristiano. No pasará mucho tiempo sin que usted olvide sus propias dificultades.
Kathryn Kuhlman, en Vislumbres de gloria.

En el Nuevo Testamento, los mandamientos de Cristo ocupan un lugar de importancia que no tienen en el pensamiento evangélico corriente. Actualmente, muchos maestros influyentes de la Biblia consideran legalista la idea de que nuestra relación con Cristo se revela mediante nuestra actitud hacia sus mandamientos; y las palabras de nuestro Señor se rechazan directamente, o se interpretan de una manera en que se puedan conformar a las teorías religiosas aparentemente basadas en las epístolas de Pablo.  El cristiano no puede estar seguro de la realidad y profundidad de su amor hasta que se encuentra frente a frente con los mandamientos de Cristo y se ve obligado a decidir qué es lo que hará con respecto a ellos. ¡Entonces podrá saber cómo es su amor!
A.W. Tozer, en Manantiales de lo alto.