El propósito de Dios es que alcancemos la madurez en Cristo.

Lectura: Efesios 1:3-5.

El sentimiento de compartir con ustedes en esta ocasión tiene como inicio lo que acabamos de leer. Que Dios nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, y también nos escogió en él, para que fuésemos santos e irreprensibles delante de él, en amor. Y nos predestinó, nos dio de antemano un destino.

¿Y cuál fue ese destino? En nuestra traducción de la Biblia, aparece la palabra adopción. Sin embargo, nuestros hermanos van a concordar que esa palabra en el griego es huiothesía, o sea, se refiere a hijos maduros. O sea, desde la eternidad pasada, él nos escogió con un fin y un propósito específico.

¿Y qué propósito es ése? ¿Cuál es el propósito que permea el corazón de nuestro Dios? Que sus hijos, en el tiempo, lleguen a ser conformes a su Hijo. Porque la palabra huiothesía se aplica siempre al Señor Jesús. Entonces, ¿cuál es el destino que el Señor nos dio? Que lleguemos a ser maduros como su Hijo. Claro, nosotros ya hemos oído de esto a lo largo de nuestros años.

¿Qué es exactamente lo que Dios está buscando cuando habla de madurez? Quisiera aquí ser muy objetivo, hermanos. Claro que este es un tema muy amplio, y no hay cómo abarcarlo en su totalidad. Pero me gustaría esbozar algunos puntos que son de extrema importancia para nosotros en la vida de iglesia.

La necesidad de madurez

¿Por qué Dios busca la madurez de su pueblo? Primeramente, porque ese es el propósito eterno de su corazón. Pero Dios no hace una obra al azar; él es un Dios de planes y de coordinación. Cuando él está abriendo su corazón a nosotros, él quiere dar a su pueblo un entendimiento de aquello que él está haciendo.

No se trata de una fe ciega en un Dios que no se puede tocar, un Dios trascendente, muy lejano, que no es inmanente y no está en su creación. El Dios al cual confesamos en su Hijo Jesucristo, es un Dios que es trascendente, que está por sobre todas las cosas, que es todopoderoso, pero que no dejó a su creación a su propia suerte. Él está interesado en su creación, está interesado en todos los pasos de la creación. Y no sólo en los pasos de la creación en general, sino en los pasos de nuestra vida cristiana aquí en la tierra.

Entonces, él necesita decirnos por qué él quiere llevarnos a la madurez. Vamos a ver apenas algunos puntos, y no vamos a agotar el asunto. Vamos al capítulo 4 de la carta de Pablo a los Gálatas. «Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo» (4:1). Vamos a hacer una asociación directa con la vida que estamos viviendo en esta tierra, con nuestra vida cristiana.

Realmente, somos herederos. El asunto aquí no es si el heredero deja de ser heredero. El asunto es si el heredero puede disfrutar de la herencia. ¿Cuándo el heredero puede verdaderamente disfrutar de la herencia? Cuando él está maduro, ¿verdad?

El Señor Jesucristo, en su maravillosa obra, nos dio todas las cosas con él. Él no nos dio cosas – se dio a sí mismo. Él es nuestra herencia. Nosotros no necesitamos cosas. ¡Cuidado! En el tiempo que estamos viviendo, las personas están buscando cosas. La iglesia no necesita cosas; ella ya tiene la vida, tiene al propio Señor Jesús; él es la herencia de la iglesia y de todos sus hijos en particular.

Pero, ¿cuándo podremos disfrutar de esta herencia? Este texto es maravilloso para decirnos que sólo podemos disfrutar en la medida que crecemos en él. Porque, repito, él no nos dio cosas. Nosotros nacimos en él, necesitamos vivir por él, convivir con él, aprender de él, beber de él, comer de él. Y eso no es un asunto de tran-substanciación, porque la gente tiene esa dificultad: el Señor habla de ser el pan de vida, y la gente piensa en el pan de trigo.

Él es nuestro pan, y por él, nosotros podemos perfectamente vivir. Entonces, en la medida que vamos viviendo en él, es la medida que él va creciendo en nosotros. O podríamos decir en forma más específica que nosotros vamos creciendo en él, y a medida que vamos creciendo en él, es la misma medida en que vamos madurando. Y en la medida en que vamos madurando, vamos probando la herencia que nos fue dada en Cristo.

Hermanos, mantengan su fe en el Señor Jesús. No piensen que, por vivir hoy una vida menor que el patrón que él estableció, está todo perdido. Hay un Hombre sentado en el trono, que está cuidando de todas las cosas. El asunto es que todavía muchos de nosotros somos niños; entonces aunque deberíamos probar aquella vida misma que él preparó para nosotros, nosotros queremos probarlo por nosotros mismos, y acabamos probando lo de nosotros mismos.

La medida en que vamos creciendo es la medida en que vamos probando. No es en la medida que conocemos una serie de asuntos. No estamos poniendo en contradicción la experiencia y la literatura. Es importante el conocimiento. Si usted no tiene conocimiento, ¿en qué se basará su experiencia? Pero, si usted tiene sólo la experiencia y no quiere el conocimiento, eso es algo peligroso; porque no todo lo que es espiritual es necesariamente de Dios. Entonces, tenemos que tener la Palabra y también la experiencia de la Palabra. Ese es el primer punto que me gustaría abordar.

Hermanos, el Señor nos colocó en un lugar de centralidad con él, siendo herederos con él de todas las cosas. Sin embargo, si estamos en la condición de niños, de ninguna manera podremos probar de aquella realidad. Por eso necesitamos crecer, necesitamos madurar.

¿Qué diremos de Efesios capítulo 4? Allí habla de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, con el objetivo de entrenar a los santos. Aquí también tenemos otro punto importante. Los hermanos que tienen carga de servir a los hijos de Dios, necesitan fijar su mirada en Efesios capítulo 4. No existe otro servicio para esos hermanos, sino el de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. De parte de los santos, todos los santos necesitamos estar totalmente abiertos a ese trabajo. Recibir como de parte de Dios, pues así lo es, ese trabajo.

Entrenados para el crecimiento

Hermanos, entrenar a los santos para la obra del ministerio, no es darles un cúmulo de actividades para que ellos hagan – cómo van a ordenar las sillas en el local de reunión, o cómo van a servir en la cocina. Presten atención, todo eso tiene su lugar y su valor. Podemos estar ahora aquí, sentados, porque nuestros hermanos en la cocina están trabajando para nosotros. Eso es maravilloso. Pero necesitamos hacer una diferencia entre aquello que es meramente un mandamiento para los hermanos, de aquello que es un entrenamiento en Cristo, para que ellos vayan creciendo. Y, a medida que ellos van creciendo en Cristo, por ese entrenamiento, ellos comienzan también a servir al cuerpo de Cristo.

¿Cómo nos vamos a levantar en el cuerpo de Cristo para servir, si no somos entrenados? No es simplemente leer un libro de Watchman Nee o de cualquier otro autor, que respetamos, y vamos a hacer las cosas. La iglesia no es eso. La iglesia es un edificio de muchas piedras, edificado sobre una Roca. No se trata de hacer alguna cosa buena para tener la aprobación de Dios; tenemos que crecer en Cristo, porque el material de la Roca es también el material de sobreedifica-ción de la casa. No se puede encontrar nada en la sobreedificación que no tenga relación con la Roca.

El tema de este mensaje podría ser: «Quite sus manos de la casa de Dios». ‘Sí, pero yo no voy a hacer eso. Quiero seguir teniendo amigos aquí en Colombia y también en Brasil’. Pero, si no crecemos, nosotros estropeamos la obra de Dios. Nuestro hermano Altivir compartía la herida de su corazón por aquello que acontece en nuestra realidad incluso en Brasil y en muchos otros lugares y países. La falta de madurez hace que el precio quede más alto. Que el Señor nos ayude, que el Señor coopere con nuestro crecimiento, a fin de que podamos fructificar para él.

Entonces, hemos visto la cuestión del servicio. Efesios capítulo 4 habla del servicio. Entonces, ¿cómo vamos a servir en la casa de Dios, si no somos entrenados, si no maduramos? Entonces, madurez, o huiothesía, hijos maduros, tiene siempre relación con servicio. ¿Y qué más? ¿Y qué diríamos acerca de la boda que está señalada para la iglesia un día?

Cuando usted ve la relación de la sulamita con Salomón, en los Cantares capítulo 8 versículo 8, dice: «Tenemos una pequeña hermana, que no tiene pechos». Y dice más: «¿Qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare?» 1. Entonces, además de la herencia, además del servicio, hay una boda a ser realizada, una boda marcada por Dios. Y nosotros, su iglesia, somos la novia. Pero aquí aparece una niña. Claro, es normal si es una niña, en su tiempo. Claro que una niña no puede ser presentada como una mujer lista para casarse.

Es normal que la iglesia tenga su tiempo de niña, y aun nosotros mismos, individualmente, tengamos nuestro tiempo de niños. Pero la pregunta aquí es: «¿Qué será de nuestra hermana el día en que sea pedida en casamiento?». Necesitamos hacer esa reflexión. ¿Qué será del día de nuestra visitación?

Hermano, si usted nació de nuevo hace poco, es normal que no tenga pechos. Los pechos hablan de madurez. Aquella niña ya tiene sus hormonas, pero todavía no trabajan en el área de la sexualidad, y no le pueden aparecer los pechos. Pero, después de muchos años, ¿se imagina una niña de muchos años? Usted no se podrá casar con ella. Ella aún no tiene madurez, aún no tiene senos. ¿Comprenden la relación?

Es normal, común y corriente, si usted nació de nuevo recientemente, que usted sea un niño. Espere un tiempo. El tiempo de la madurez es un tiempo largo, pero es un tiempo que se va dando de manera gradual. No puede detenerse, porque hay una boda señalada, y no podemos perder la hora de la boda.

Hemos visto apenas algunos puntos. Hay muchos otros. Toda la obra del Señor está en esta columna, porque, si él tiene el lugar de centralidad que nosotros reconocemos, cuando él atrajo a su amada a sí mismo, ella también ganó un lugar de centralidad. Él quiere manifestarse, y no manifestar a la iglesia. No es manifestar a la iglesia, es manifestarse él mismo, a través de la iglesia. Entonces, si es él mismo quien se va a manifestar, la iglesia necesita madurar. El Señor nos ayude.

Vamos ahora a Efesios capítulo 5. Hermanos, ¿de quién será esa idea, de todo lo que acabamos de hablar aquí? ¿Será que eso nació en el tiempo? ¿Surgió en algún campamento, en que un apóstol especial ministró una serie de mensajes? Porque, esa dificultad tenemos hoy; si usted tiene un problema en la iglesia local, entonces usted va a un lugar específico, donde se marcó un encuentro, y entonces acontecen allí cosas misteriosas, y la gente viene de allá tan emocionada, y luego pensamos que la casa de Dios ya está edificada.

Pero la pregunta es: ¿De quién es toda esa idea? ¿Nació eso de hombre, nació en el tiempo? ¿Eso nace en algún tipo de visión en un cuarto oscuro, para que después presentemos nuestros modelos, nuestras formas y maneras? ¿Y ahí vivimos este cristianismo donde la moda hoy es ésta, después aquélla y después aquella otra?

Es Cristo, hermanos. ¿Cuándo realmente va a estar formado en nosotros? Porque, si eso es algo nuestro, entonces vamos a meter nuestras manos para hacerlo. ¿Por qué la iglesia no está aún edificada? Hay tantos hermanos capaces entre nosotros, incluso hermanos con una formación. Vamos a tomar los que son economistas y los vamos a poner en la diaco-nía de la iglesia. No tenemos nada contra la economía ni contra los economistas aquí. Pero resulta que existe otra economía mayor que ésa.

En su economía, usted puede poner su propia mano. Si usted quiere sacar el televisor y ponerlo en la cocina, ese es problema suyo. Sin embargo, cuando el asunto es la casa de Dios, si este asunto que estamos viendo aquí no pertenece al tiempo, no nace en la raza humana, está probado que el hombre no puede hacer esta obra. Y si el hombre no puede hacer esta obra, entonces, hermanos, el Señor nos conceda gracia, hoy, para quitar nuestras manos sucias, de la obra del Señor.

Esa edificación es una edificación que acontece por la fe. Nosotros necesitamos creer en aquel que es poderoso para hacer mucho más de lo que pedimos o entendemos. Cuando colocamos nuestras propias manos, es señal de que no estamos confiando.

Voy a darles un ejemplo: A veces, nos encontramos en una situación difícil en nuestras vidas; entonces, muchos hermanos aquí tendrían un buen testimonio para hablar acerca de lo que están viviendo. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer cuando tenemos dificultades? Pasamos allá al frente, pedimos a los ancianos y el aceite, porque nos queremos librar rápido de los problemas. Ninguno está interesado –ni yo mismo–, no hay interés en aprender en las circunstancias que el Espíritu promueve; mas, si el Señor quiere nuestra madurez, nuestra madurez está por sobre nuestros problemas.

Los problemas son para nuestra maduración. Necesitamos conocer quién está manejando por detrás nuestros problemas. Claro, podemos pedir oración a nuestros hermanos. Ahora, el asunto es quién está manejando las cosas por detrás. Puede ser enfermedad o tribulación, pueden ser tantas cosas. Entonces, ¿será que estamos en un contexto donde apenas queremos ser librados de nuestros problemas? Pero miren al centro del corazón de Dios en relación a su pueblo – Que alcance madurez, que llegue a la condición de hijo maduro.

La vida cristiana es Cristo

En Efesios capítulo 5, en su segunda sección, a partir del versículo 22. Si fuésemos a comenzar a leer, inmediatamente identificaríamos por aquí algunos mandamientos. Y no sólo mandamientos. Parecería que estaríamos en una reunión de matrimonios, porque los mandamientos aquí parecen estar dirigidos a los casados. Este es el texto principal para aquellos hermanos que tienen que hablar a los matrimonios. Sólo que el asunto aquí no son las parejas. Aquí el asunto es «la pareja». No son las parejas. Las parejas son una forma minia-turizada de aquel supremo matrimonio.

Si usted llega a Efesios capítulo 5, y a partir del versículo 22 lee: «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos…», entonces, los hombres ya tienen ese versículo subrayado. Pero la vara que nos golpea a ustedes y a mí es más pesada que la de ellas; porque, así como ellas tienen que sujetarse a sus maridos como a Cristo, así los maridos tienen que amar a sus mujeres, y aquí no es sólo mandamiento, aquí es «como Cristo amó a la iglesia». Y aquí el «como» es el que establece el patrón.

¿Cuál es el patrón que está establecido en nuestro matrimonio? Usted ahora halla que por haber nacido de nuevo, pero que no ha crecido en la madurez suficiente, ¿usted cree que va a poder amar a su esposa? Y usted, hermana, que ve aquí ese mandamiento de que debe sujetarse a su marido, acuérdese de esta pequeña expresión – «…como al Señor». Ese «como», establece el patrón.

Aquí no se trata de mandamientos. Sí, es vida en forma de mandamientos; es Cristo amando a través de nosotros. Las hermanas se sujetan, sí. Claro, se necesita del vaso para que él se manifieste a través de ellas. El patrón es alto, hermanos; el patrón de nuestro llamamiento es muy alto. Por eso, él no nos podría dar sólo cosas y mandamientos; eso ya fue hecho en el Antiguo Testamento. La ley probó que el hombre no está en condición de guardar esos mandamientos.

Apenas hubo un hombre en la faz de la tierra capaz de guardar esos mandamientos. Cristo, ése es el hombre. Ese es el hombre de Dios, es el prototipo perfecto. En ese hombre es que Dios pensaba cuando hizo la creación. Sí, Adán aparece ahí, mas era otro hombre en quien Dios pensaba. Entonces vino la ley a demostrar, vino a traer un diagnóstico. ¿Y cuál es el diagnóstico? Que no somos capaces. Entonces, Dios no nos está dando aquí sólo un mandamiento.

Hermanos, yo pienso que el asunto de la carga era esto. Creo que estamos forzando la barra. Así que miramos aun al Nuevo Testamento a la luz del Antiguo. Sí, hermanos, el Antiguo Testamento fue la desaprobación total del hombre. Y el Nuevo Testamento, la aprobación total, en Cristo.

Cuando usted toma Mateo capítulos 5, 6 y 7, encuentra allí muchos mandamientos. ‘Ah, ahora voy a vivir la vida de iglesia’. Hermanos, no es esa la naturaleza de la iglesia. La naturaleza de la iglesia es Cristo. Sólo se puede vivir la vida de iglesia en la medida que se madura en él. Sólo en la medida que el Señor nos madura, en esa misma medida es que viviremos esa vida.

En el capítulo 5 de Mateo, versículo 48, lo voy a citar para ustedes, para aquellos que gustan de vivir la vida cristiana a partir de ellos mismos. Esta palabra debe ser para algún hermano en Internet; puede ser que no haya ninguno aquí. «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto». El asunto de la perfección. ¿Usted quiere ser perfecto? Ahí está el modelo. ¿Qué dice usted de este patrón? ¿Es complicado? ¿Es fácil?

¿Y qué diremos acerca del perdón? «De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Col. 3:13). Juan capítulo 17, la oración de nuestro Señor. Él dijo: «…para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti». Ese es el patrón del cristianismo. ¿Qué diríamos sobre el amor? Lo acabamos de leer ahora. ¿Cómo debemos amar, no sólo a nuestras esposas, sino también a nuestros hermanos? Así como Cristo.

Hermanos, ¿quieren un consejo ahora? Vamos a desistir de nosotros mismos, porque morimos para nosotros mismos y para el mundo; mas, para vivir para Dios. Somos un pueblo peculiar. Es algo muy diferente; nunca la tierra vio algo igual. No se trata de producir cosas en esta tierra, y llamar a eso de Cristo. Se trata de ir poco a poco madurando en él, a fin de que él tenga el final de su negocio, aquello que él planeó desde la eternidad.

El misterio de Dios y de Cristo

Entonces, Efesios 5:32, específica-mente, dice: «Grande es este misterio». Este misterio es el misterio de Cristo. Así como el misterio de Dios es Cristo, así el misterio de Cristo es la incorporación de Cristo en su cuerpo. Entonces, vimos que hay necesidad de ir madurando, y en la medida que vamos madurando, vamos probando la herencia, vamos sirviendo y edificando a los santos, etc., etc. Ese es el misterio de Cristo.

Pero, vean, hermanos, eso no comienza aquí. Cuando abrimos la carta a los Efesios, fue a propósito, porque su asunto no comienza con nosotros, ni en el Nuevo Testamento. Necesitamos ir al inicio, para comprender todo el programa de Dios. Y ahí nos encontramos. Entonces, ¿qué deberíamos hacer? Tendríamos que abrir Génesis, el comienzo de todo. Pero el asunto es que lo de Efesios aparece antes que Génesis. El Señor colocó el asunto bien distante, probablemente para que nosotros no pongamos nuestras manos en ello.

Si la gente quisiera conocer el misterio de Cristo, que es exactamente la incorporación de Cristo en su cuerpo, es necesario ir a la eternidad, donde eso nació en el corazón de nuestro Dios. Cuando usted va a Génesis, usted tiene las simientes. Y al final del negocio, cuando usted llega a Apocalipsis, tiene la coronación del trabajo, tiene el fruto del trabajo. Pero nuestro Dios no hace las cosas al azar. Él planea, hermanos.

Nuestro Dios planea; él es un Dios de planeamiento. Y tal vez, hermano, si usted tiene la Trinidad como el asunto principal, y después de la Trinidad, la esencia de ella, como lo sugiere la teología, después usted ve la Trinidad llamada administrativa, cuando Dios comienza a darse a su creación. Mas, entre la Trinidad y la creación, existe el propósito. No podemos ir directamente a la creación. La gente no sabe con qué se está metiendo. Es como la psicología. ¿Cómo nosotros vamos a hablar y dar definiciones del hombre a partir de un hombre mismo? ¿Cómo el hombre en él mismo va a hablar sobre sí mismo?

Claro, hay un lugar para la psicología cristiana; respetamos y entendemos eso. Pero, si usted quiere oír hablar sobre el hombre, la psicología va a tocar apenas su alma, y a veces va a hablar cosas que la Biblia no habla. Mas, el hombre no es sólo un alma; él es tripartito, es espíritu, alma y cuerpo. Ahora, si usted quiere saber acerca de la antropología bíblica, de la creación del hombre a partir de un punto de vista bíblico, usted tiene que preguntar quién lo creó, y a quién creó.

Si queremos saber sobre el hombre, necesitamos preguntar a Dios, quien lo creó. Si queremos saber sobre el misterio de Cristo, necesitamos ir a la eternidad, encontrarnos con Dios allí; no volando por ahí, sino aquí, en su santa Palabra. Aquí, él comienza a desvelar los misterios que estaban ocultos en su corazón.

Entonces, aquí se está hablando de ese misterio como un gran misterio. Es algo enigmático, no es algo que se puede encontrar de cualquier forma en cualquier lugar. A menudo, oigo algunas expresiones que me dan temor. A veces, usamos expresiones tales como: ‘Somos el testimonio del Señor en esta ciudad’. ¿Sabe lo que significa la palabra testimonio? La palabra griega para esa traducción significa martirio. Muchas veces no sabemos ni lo que estamos hablando.

Necesitamos revelación de este misterio. Eso está con Dios en la eternidad, y sí, fue manifestado en el tiempo a través de su Hijo. Nosotros necesitamos tener nuestros ojos abiertos, iluminados, para ver este misterio, para ver aquello en lo cual estamos insertados. No es cualquier cosa.

A veces nos reunimos de forma muy simple; es verdad. Y hay hermanos que hasta tienen tropiezos en esta simplicidad. ‘Tenemos que poner unas flores por aquí; vamos a incrementar este ambiente, para que no sea tan simple’. Mas, así es, en lo simple, hermanos, como aquel tabernáculo que estaba en el desierto. Por fuera, tenía pieles de tejones, que eran como unos ratones grandes del desierto. No tenía ninguna apariencia. Pero allí dentro habitaba, en lo más profundo, el arca de Dios.

Realmente, no hay mucha apariencia. Él mismo tampoco tenía apariencia para ser deseado. El asunto de la casa de Dios no es un asunto exterior, de apariencias. Cuidado, hermanos, para no tropezar en las apariencias. La iglesia es simple, es así como él es. Mas, por dentro, habita el Dios de la gloria.

Allá en el mundo está la mentira y toda perversidad, y por fuera hay una capa de algo que parece muy atractivo; mas el final es la muerte. Pero, ¿qué diríamos de la iglesia? Sin apariencia, sin hermosura, porque así es nuestro Señor, y ella está siendo formada en su Señor. Mas, dentro de ella, es donde está la verdad de Dios – el camino, la verdad y la vida. ¡Gloria a Dios!

Una cosa hemos declarado: este misterio. Otra cosa es ser iluminados acerca de este misterio. Nosotros podríamos hablar de esto muchas veces. Y el hecho que estemos hablando de esto una vez más, puede ser que el Señor sigue insistiendo aun en el asunto. Porque el Señor no va saltando los asuntos; él va con nosotros grado tras grado; experiencia tras experiencia, es que vamos creciendo en él.

Entonces, nosotros hallamos que la declaración del misterio es suficiente. ‘Ah, ya entiendo lo que significa ese misterio’. Sin embargo, existe una diferencia entre oír la declaración del misterio y ser iluminados por ese misterio. Si el Señor nos ilumina, si el Señor abre nuestros ojos acerca de este misterio, entonces, eso es lo que va a gobernar nuestra vida.

Cuando son apenas doctrinas que quedan en nuestra mente, no tienen valor, no tienen vida. Mas, a medida que el Señor nos va iluminando, a medida que el Señor abre nuestros ojos, entonces, eso pasa a gobernarnos. No es sólo cuestión de hablar del asunto; es andar en él, es ser gobernado por él.

Este misterio tiene dos partes. La primera parte del gran misterio es Cristo, y la segunda parte es la iglesia. Entonces, jamás podremos mirar hacia la iglesia, que es la segunda parte del misterio, sin mirar la primera parte. Toda la potencialidad de la vida de una semilla, cuando usted la pone en la tierra, va a dar exactamente aquello que fue plantado. Usted no puede poner una semilla de aguacate y le va a dar papaya. No, no puede.

Dios, en Cristo, plantó una semilla, y no va a dar otra cosa. Va a dar Cristo. Cristo plenamente, en su cuerpo. Ese es el secreto del corazón de nuestro Dios, un secreto eterno, que poco a poco va siendo revelado.

Roujet Fuchs
Síntesis de un mensaje impartido en Sasaima (Colombia), en Junio de 2009.