¿Cuál es el testimonio de los cristianos en el mundo?

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado».

– Filipenses 2:14-16.

El tema de esta Conferencia es la restauración del testimonio del Señor. Quisiera tocar este tema considerando especialmente el versículo ya citado. Vamos a enfatizar especialmente la última frase del verso 15: «…resplandecéis como luminares en el mundo». Otras versiones dicen: «…resplandecéis como estrellas en el universo». La palabra ‘luminares’ aparece sólo dos veces en el Nuevo Testamento. Los luminares no son la luz en sí mismos, son portadores de la luz.

Dios es luz, y nosotros somos los que llevamos la luz. Recuerden, ustedes resplandecen como luminares en el mundo, o como estrellas en el universo. La ilustración aquí no es como la luz de una vela o de una lámpara. Nosotros pertenecemos a la esfera celestial, somos un pueblo celestial, por eso brillamos como estrellas en el universo. Ese es nuestro testimonio.

Cuando hablamos del testimonio, nos referimos al testimonio de Dios, al testimonio de Cristo, y también a nuestro testimonio. ¿Cuál es nuestro testimonio? Que somos los portadores de la luz.

El ejemplo de la creación

Para tratar de entender este pensamiento tan importante, regresemos a Génesis 1. Intentaremos entender lo que significa la palabra ‘luminares’.

Cuando Dios creó los cielos y la tierra, él creó los luminares de este universo, y los levantó como una maravillosa ilustración de cómo nosotros somos el testimonio de Cristo.

Al leer Génesis 1, llegamos al origen del universo, al origen de la humanidad, al origen de todo. Aquí hay algo relacionado con la voluntad eterna de Dios, algo que ya estaba en la mente de Dios en la eternidad pasada. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este es sólo un versículo en el capítulo 1, que habla de la creación original del universo. «Creó Dios los cielos», significa que él creó el sol, la luna y asimismo las estrellas, todos los luminares, todos los cuerpos celestes. A eso, la Biblia llama ‘los cielos’.

En el verso 1 tenemos todo el universo; pero, en el verso 2, el foco de la cámara está en la tierra. Y así, desde Génesis 2:2 hasta el final del capítulo, se registra la historia de esta tierra.

Pero algo ocurrió aquí. El verso 2 dice: «Y la tierra estaba desordenada y vacía». De acuerdo a otros pasajes de la Biblia, cuando Dios creó la tierra, la preparó para ser morada de los seres humanos. No fue su intención crearla para que estuviese desordenada y vacía. En el versículo 1, la tierra era perfecta, hermosa, llena de armonía, de acuerdo con el diseño de Dios – la tierra iba a mostrar la grandeza de Dios como ingeniero y matemático.

Sin embargo, en el versículo 2, algo sucedió. La expresión hebrea para estaba tiene dos traducciones: Puede ser estaba o se volvió. Es la misma palabra que describe a la esposa de Lot, cuando ésta se volvió una estatua de sal. Entonces, podemos traducir el versículo 2 como: «Y la tierra se volvió desordenada y vacía».

Algo ocurrió. Y nosotros sabemos lo que ocurrió. El registro bíblico dice que un día, en el pasado lejano, hubo una gran rebelión en el universo, encabezada por Satanás, y un tercio de los ángeles siguió sus pasos. Por esa causa, Satanás y sus seguidores fueron arrojados fuera de la presencia de Dios, hasta llegar a las cercanías de nuestro planeta. Entonces, la tierra y el espacio exterior, nuestro sistema solar y nuestra galaxia, fueron ocupados por Satanás y sus seguidores, y el juicio de Dios vino sobre este planeta. De esta manera, la tierra se volvió desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo.

Satanás es el autor de las tinieblas. Dios es el autor de la luz – Dios es luz. Cuando Jesús estuvo en la tierra, él dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas».

¿Dónde se originaron las tinieblas? Después de la gran rebelión en el universo. Por eso dice que las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. El abismo, en hebreo, indica la profundidad del océano. No sólo el agua cubría nuestro planeta, sino que el océano se volvió muy denso. Por eso la Biblia dice abismo, para referirse a algo tan profundo que no se puede medir. Todo el planeta fue envuelto en una densa capa de agua.

Por muchos años, los científicos intentaron descubrir por qué existe el océano. Al mirar al sistema solar, no hay cómo explicarse la existencia del océano. Sin embargo, hoy, los investigadores saben de dónde surgieron los océanos y el agua de los mares.

Ustedes conocen la historia de los cometas. Todo cometa tiene una cola, y los científicos descubrieron que allí hay una gran cantidad de agua congelada. Al hacer un análisis químico del agua, hallaron los mismos componentes del agua de mar que hay en nuestro planeta. Gradualmente, los científicos empezaron a entender que hace mucho, mucho tiempo atrás, no sólo un cometa, sino muchos, bombardearon nuestro planeta, y así llegó esa cantidad de agua de mar a la tierra. Tal sería el origen de nuestro océano.

Este es un descubrimiento muy reciente que nos ayuda a entender nuestro planeta y la existencia del océano. Ahora, de acuerdo a la Palabra de Dios, sabemos que Satanás era Lucifer, el lucero de la mañana. Y cuando un tercio de los ángeles le siguieron, de acuerdo al registro bíblico, un tercio de las estrellas cayeron sobre la tierra.

Es claro que los ángeles son espíritus, pero hubo una manifestación en el mundo físico. Lo que se vio fue el lucero de la mañana, y un tercio de las estrellas bombardeando la tierra. Por eso, dice la Escritura que «las tinieblas estaban sobre la faz del abismo».

Luego dice que «el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». El agua era tan densa que, aunque el sol y la luna habían sido creados, su luz no podía penetrar hasta nuestro planeta. Fue la consecuencia del juicio de Dios.

Hasta que Dios dijo: «Sea la luz». Y hubo luz. ¿Qué sucedió? Cuando Dios juzgó la tierra, podemos imaginar que a causa del juicio nuestro planeta tenía una temperatura muy elevada. Entonces, Dios esperó que éste se enfriara, y cuando la temperatura descendió, algunas moléculas de agua se empezaron a evaporar, y la capa de agua se hizo cada vez más delgada. Así, cuando Dios dijo: «Sea la luz», la luz del sol y de la luna pudieron penetrar hasta la tierra.

En el segundo día, Dios separa las aguas de arriba de las aguas de abajo. No sólo la capa de agua se volvió cada vez más delgada, sino que ahora había aguas arriba y aguas abajo; las aguas de arriba eran invisibles y las de abajo visibles. Luego, se descubrió un espacio entre las dos aguas. En el segundo día, fue mucho más fácil para la luz del sol y de la luna brillar sobre este planeta. Sin embargo, sólo en el cuarto día todo fue más claro.

Y aún más, entonces vemos las lumbreras en el firmamento, creadas para señales, para las estaciones, para días y años. Ahora no es sólo una impresión, pues es tal la claridad, que pueden servir de señales para distinguir las estaciones, los días y los años.

Por medio de su creación, por medio de la restauración de nuestro planeta, Dios desea darnos una importante lección. ¿Cuál es el testimonio? Que Dios es luz. Hay luz en el día y también en la noche. ¿Cómo ocurre eso?

Prosigamos: «Y fue la tarde y la mañana un día». No sólo tenemos la tarde, tenemos también la mañana. ¿Por qué? No sólo hay noche, sino que también hay día. Sin embargo, ¿cómo llamamos al primer día? La tarde y la mañana, fue el primer día. Luego siguieron la tarde y la mañana, el segundo día; la tarde y la mañana, el tercer día.

Al estudiar la historia de los seis días, en cada uno de ellos la Biblia dice: «Y fue la tarde y la mañana un día». Y entonces empezamos nuestra vida. Nosotros nacemos a la medianoche. ¿Recuerdan la historia de la pascua? Aquella fue llamada la noche de Jehová. En ella, el cordero de pascua fue inmolado, y eso representa la muerte de nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Cuando murió en la cruz, él dijo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Él había estado siempre en la presencia de su Padre, en una maravillosa comunión. De la eternidad pasada, nunca hubo una nube oscura entre el Padre y el Hijo. Por amor de ti y por amor de mí, Jesús tomó tus pecados y los míos sobre sí mismo, y cuando Dios puso nuestros pecados sobre su Hijo, ¡cuán oscura fue aquella escena!

Cuando el Padre vio los pecados de todo el mundo sobre su Hijo, apartó su mirada de él. Todo ello por causa de ti y de mí. Porque en esa hora nuestro Señor estaba realizando su obra de salvación. El costo de esta obra, a causa del pecado de la humanidad, fue que Dios apartó su mirada de su Hijo. No es de sorprender que el Hijo haya dicho: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?».

El momento en que Dios apartó la mirada de su Hijo, es llamado ‘la noche oscura de Jehová’, porque Dios nunca se había separado del Hijo. Ahora, a causa de nuestros pecados, algunas veces tenemos que decir adiós a nuestros amigos, a nuestros padres o a nuestros seres amados. Pero ni por un segundo siquiera en la Divinidad, Dios el Padre y Dios el Hijo habían estado separados. Aquella fue la noche oscura de Jehová.

Ahora, cuando nosotros creímos en Jesucristo como nuestro Salvador, cuando aplicamos la sangre del Cordero sobre el dintel de nuestras puertas, la ira de Dios pasa por alto y nosotros somos salvados. Todos nosotros hemos nacido a medianoche.

Esta es la vida cristiana: vida que sale de la muerte. La vida que empieza con muerte y resurrección, empieza con la noche, y luego viene la mañana. Primer día y segundo día. ¿Cuál es el significado del primer y del segundo día? El primer día, la luz está allá; el segundo día, la luz también está presente. El tercer día, también. Sí, tenemos la tarde, tenemos la noche; has pasado por una noche larga y oscura, y sin embargo, verás la luz. De acuerdo con el propósito del Señor, aún durante la noche verás la luz.

Seguimos leyendo, y tenemos seis días. El primer día, la luz. El cuarto, las lumbreras. Los primeros tres días, los segundos tres, y luego el séptimo día. Siete días en total. Los primeros y los segundos tres días son paralelos. En los primeros tres días todo es abstracto; en los segundos tres días todo se vuelve muy concreto, muy claro.

En el primer grupo de tres días es la separación de la luz de las tinieblas; en el segundo día la separación de las cosas de arriba de las cosas de abajo; el tercero, la separación de la vida y de la muerte. Luego, en los segundos tres días, Dios repite de nuevo.

Comparemos estos dos conjuntos de tres días. En el comienzo de los primeros tres días, Dios dice: «Sea la luz». Y fue la luz. Y cuando llegamos al primer día del segundo grupo: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos». Aquí, nuevamente, tenemos luz; pero es distinto. Cuando Dios dijo: «Sea la luz», era la luz en general. Sin embargo, al llegar al cuarto día, al segundo grupo de tres días: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra».

Ahora entendemos las luces en los cielos. Y entonces vemos cuerpos celestes que brillan. No solamente luz, vemos ahora lumbreras, algo que lleva la luz.

«E hizo Dios las dos grandes lumbreras…». Estas dos grandes lumbreras son las que sostienen la luz, la mayor para gobernar el día, y la más pequeña para gobernar la noche. Y están también las estrellas.

Ahora, en la sabiduría de Dios, tenemos las lumbreras en los cielos: las estrellas, la luna y el sol; de manera que mediante las estrellas, la luna y el sol nosotros empezamos a entender todos los aspectos acerca de la luz. Dios es luz, y Cristo es el Sol de justicia. Cuando nosotros vemos a Cristo, vemos a Dios, porque Cristo es la lumbrera de Dios. Entonces, no es de sorprenderse que una de las dos grandes lumbreras representa a Cristo.

Cuando el Verbo se hizo carne y anduvo en la tierra, él era la lumbrera, y por medio de él empezamos a descubrir y a conocer al Padre. Este es el testimonio de Dios: Cristo. Él quiere decir al mundo, mostrar al mundo, que Dios es luz. Entonces, esa gran luz es Cristo, el Sol de justicia. Y más aún, la otra lumbrera es la luna.

De acuerdo a Filipenses 2, nosotros resplandecemos como luminares en el mundo. Cristo es el Sol de justicia, y nosotros somos luminares. ¿Qué son los luminares? Las estrellas, o la luna. Cuando hablamos de cristianos individuales, nosotros brillamos como estrellas, y cuando hablamos de los cristianos en sentido colectivo, de la iglesia como el cuerpo de Cristo, brillamos como la luna en el universo. Entonces, en la Palabra de Dios, el sol tipifica a Cristo, la luna tipifica a la iglesia, y todas las estrellas tipifican a los santos.

No es de sorprender que Abraham tenga dos tipos de descendencia: la descendencia celestial y la terrenal. La descendencia celestial será tan numerosa como las estrellas, y la terrenal, como las arenas del mar. Hermanos y hermanas, nosotros somos del cielo, tenemos un llamamiento celestial, de modo que deberíamos brillar como estrellas. Este es nuestro testimonio. Es por eso que nuestro Señor Jesús dijo: «Vosotros sois la luz del mundo».

Entonces, ¿cuál es nuestra misión? Después que fuimos salvos, todos nosotros tenemos una vida cristiana para vivir, y esta vida va creciendo. Y nuestra misión es ser sal de la tierra y luz del mundo. Por esa razón, ¡brillemos! Brillemos como estrellas, individualmente, y brillemos juntos, como la luna.

De acuerdo a Filipenses 2, ya sabemos quiénes somos: hijos de Dios irreprensibles, en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecemos como estrellas en el mundo, individualmente, y como la luna, colectivamente. Es lo que Pablo desea que entendamos: que somos luminares en el universo.

Esta es nuestra misión. En lo que concierne a nuestra misión, ¿cómo se describe a la iglesia? Cuando leemos Apocalipsis, se dice que los siete candeleros son siete iglesias. El Espíritu Santo compara a la iglesia con candeleros. Los candeleros son portadores de luz, que no tienen luz propia. La luz se muestra por medio de lámparas o candeleros, porque el aceite está en ellos y entonces la luz empieza a brillar. Cuando en Apocalipsis 1 el Espíritu Santo compara a las iglesias con candeleros, nos está diciendo que somos un testimonio para Cristo y para Dios. No tenemos luz propia. Todo lo que podemos hacer es sostener la luz, y ese es nuestro testimonio.

Cuando hablamos acerca de la restauración del testimonio del Señor, recordemos que la iglesia es comparada con un candelero. En lo que concierne a nuestra misión, somos candeleros. Sin embargo, nosotros no entendemos eso, y necesitamos que la Palabra de Dios nos explique las cosas.

El ejemplo de Apocalipsis

Ya he mencionado que hay sólo dos pasajes en el Nuevo Testamento donde encontramos la palabra ‘luminares’. Uno está en Filipenses 2. Ahora, veamos el otro pasaje.

«Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal» (Ap. 21:10-11). En el griego, la palabra ‘fulgor’ es la misma de Filipenses 2. ‘Su fulgor’ es lo mismo que ‘luminares’. Y era semejante al de una piedra preciosísima, así es que toda la nueva Jerusalén es como un luminar, como estrellas, o como la luna en el universo.

Esta nueva Jerusalén es una Jerusalén celestial, y al ser celestial, tiene la gloria de Dios; toda la ciudad es como un luminar, como la luna. La piedra de jaspe hoy es una piedra semipreciosa; no es una piedra preciosísima. El jaspe es semitransparente; nunca es diáfano como el cristal. En los nuevos cielos y nueva tierra, aunque el nombre es el mismo –jaspe– es diferente, porque los nuevos cielos y la nueva tierra son cielos y tierra glorificados. Así pues, la piedra de jaspe se convertirá en preciosísima, diáfana como el cristal. En otras palabras, toda la nueva Jerusalén será como un diamante. Es lo que el Espíritu Santo trata de enseñarnos.

¿Qué es un diamante? Nosotros vemos un fuego en el diamante, porque el diamante ha sido cortado de tal forma que cuando la luz penetra en él hay una reflexión total, la luz no puede salir y se refleja de una a otra cara, quedándose atrapada en su interior. Cuando tú tienes un diamante en tus manos, puedes decir: «La luz está atrapada en su interior, y cuando miro el diamante, puedo ver en él el arco iris, y cuando veo el arco iris, veo la gloria».

La luz es una cosa muy abstracta. ¿Quién puede capturar la luz? ¿Quién puede hacerla concreta? El diamante puede hacerlo, aunque él no tiene luz propia, y es como cualquier otra piedra. Cuando uno apaga la luz, el diamante es como cualquier otra piedra.

¿Cómo podemos entender la luz? Es casi imposible, pues la luz es invisible. Pero, ¿cómo puede hacerse visible? ¿Cómo es posible ver su gloria y hermosura? Al ver el diamante, se descubre que es sólo un portador de luz, para mostrar la luz y contar a las personas la historia de la luz. Así es la nueva Jerusalén: toda la ciudad es como un diamante. La luz es abstracta; sin embargo, en ese diamante que es la nueva Jerusalén todo es muy diáfano.

Entonces sabemos lo que ocurre con la nueva Jerusalén. En otras palabras, cuando llegamos a Apocalipsis 21, hay un grande y único luminar. La nueva Jerusalén no es más que un gran candelero. En los primeros capítulos de Apocalipsis, las siete iglesias son siete candeleros. Cuando aún estamos en el tiempo, hay siete candeleros; pero en la eternidad hay un solo candelero. Todos aquellos siete candeleros son la manifestación de ese gran candelero.

¿Quién es la lumbrera? «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera» (Apoc. 21:23). La Biblia comienza con el sol y la luna en Génesis 1, y termina con el sol y la luna en Apocalipsis 21. En Génesis 1, se necesitaba el sol y de la luna; en la nueva Jerusalén, no hay necesidad del sol ni de la luna. El sol y la luna sólo son sombras; ahora ha llegado la realidad.

¿Qué es la lumbrera? La última frase dice: «El Cordero es su lumbrera». Nosotros no tenemos luz, sólo Cristo tiene la luz. Entonces, ¿quién es la luz? «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina…». ¿Qué significa eso? Dios es luz, Cristo es la lumbrera, y la iglesia es el candelero. Entonces, en la eternidad, veremos todo el cuerpo de Cristo, desde el primer renacido hasta el último. Un gran cuerpo de Cristo.

Un día, cuando venga el reino milenial, cuando miremos a los compartimientos celestiales, veremos muchas estrellas brillando, muchos justos brillando como el sol, transformados en la imagen de Cristo. Ese es el significado del reino milenial.

Sin embargo, cuando llegamos a la eternidad, la nueva Jerusalén representa el producto final de la obra de Dios. Finalmente, la voluntad de Dios será lograda. Y en el capítulo final, vemos la nueva Jerusalén bajando de los cielos, teniendo la gloria de Dios, y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, un gran candelero celestial. En sí mismo, no encontramos luz; la luz está siempre con la Lumbrera –Cristo–, y Dios es la luz.

Creo que ahora entendemos mejor lo que es el testimonio del Señor.

La luna refleja la gloria del sol

Ahora, ¿por qué hablamos de la restauración del testimonio del Señor? Recordemos que la luna en sí misma no tiene luz. Siempre que vemos la luz de la luna, de hecho, no es la luz de la luna, sino el reflejo de la luz del sol. Cuando la luna muestra su faz en dirección al sol, absorbe la luz del sol.

La luna no tiene luz propia, la iglesia en sí misma no tiene luz. No importa cuánto te esfuerces, cuánto trabajes, cuánto ayunes, no importa cuánto hagas, nunca crearás ni un poco de luz, ni como la luz de una vela. Esa es la naturaleza de la luna. En la naturaleza del testimonio del Señor, nosotros somos sólo la luna.

Sin embargo, cuando miramos al Sol a cara descubierta, cuando absorbemos la luz, empezamos a reflejar esa luz. Y cuando reflejemos esa luz, el mundo verá la luz del Sol. En la noche, cuando todo el mundo está en tinieblas, la voluntad de Dios es: «Sea la luz». Y esto es así tanto en el día como en la noche.

El mundo no puede andar en las tinieblas. Ahora, ¿quién se levantará para brillar? Nosotros no somos capaces de hacer nada. Pero si absorbemos la luz del sol y la reflejamos, la gente empezará a ver la luz. Si ellos tienen un poco de conocimiento científico, sabrán que no es la luz de la luna, sino la luz del Sol. Cuando las personas ven la iglesia, no sólo deberían ver la iglesia, sino a Cristo en la iglesia.

¿Cómo sabemos que tenemos éxito en el testimonio de Dios? Podemos decir: «Nos reunimos dos mil personas, somos una mega-iglesia». Puede haber mucha gente, puede haber magníficos edificios; y cuando las personas miren hacia la luna, ellas verán la luna; pero, ¿dónde está Cristo? Entonces, ¿cuál es el testimonio de la luna? Debe ser éste: «No más yo, sino el Sol, que imparte la luz». Ese es el testimonio de la iglesia.

Nosotros nunca nos levantamos para brillar. Gracias a Dios, sólo Cristo se levanta y brilla. Sin embargo, él ya regresó a su Padre; él ascendió a los cielos. Ahora hay una noche larga y oscura. Hermanos, sólo cuando la iglesia es fiel, aunque sea de noche, la gente podrá descubrir el Sol; ellos podrán ver a Cristo en la iglesia. Y esa es la única misión de la iglesia.

Cuando la iglesia deja de funcionar como tal, cuando ya no funciona más como candelero, ¿sabes lo que el Señor hará? Removerá ese candelero. Recuerden que es por su gracia que podemos estar en pie y brillar, para que el mundo no vea a nadie más, sino a Cristo. Esta es nuestra razón de ser.

Cuando hablamos sobre la restauración del testimonio del Señor, ¿estamos hablando de la restauración del orden de la iglesia, o estamos pensando en los reformadores? ¿Tú deseas ser un reformador? Cuando miras a tu alrededor, ¿todos están equivocados y tú tienes la razón? ¿Es eso la restauración del testimonio del Señor?

Aunque sea una noche larga y oscura, el mundo debería ver la luz. Si permitimos que la luna testifique acerca del Sol, ella dirá: «Yo me levanto con el único propósito de que, durante las horas de ausencia de nuestro amado Señor, el mundo pueda ver la luz del Sol». Este es nuestro testimonio.

Las fases de la luna

Ahora, de la posición de la luna depende cómo ella brilla sobre nuestro planeta. Si ella está exactamente entre el sol y la tierra, entonces la tierra no puede ver la luz de la luna. Así pues, de alguna forma, el Señor tiene que hacer algo con la luna. Cuando cambia la posición, gradualmente, las personas empiezan a ver la luz de la luna creciente, que va creciendo poco a poco, y después de 15 días, la tierra está entre el sol y la luna, y ésta ya no es un impedimento para la luz del sol.

Cuando tenemos luna nueva es como si no hubiese luna, todo está a oscuras. La luna está allí, la iglesia está allí. Nos recuerda la Edad Oscura de la iglesia. ¿Dónde estaba la iglesia en Europa? Sabemos que había iglesia en esta tierra, pero, ¿por qué hubo esa Edad? La iglesia estaba allí, pero la luna nunca brilló. Ella se puso a sí misma en tal posición, tan poderosa en sí misma, que se volvió un obstáculo para la luz. No es de sorprender que no hubiese luz.

Sin embargo, en el siglo XVI, cuando Dios levantó a Lutero, a Zwinglio y a Calvino, las personas empezaron a ver la luna creciente. Ahora tenían la Biblia abierta, y empezaron a entender la justificación por la fe. Fue como si la luz de la luna empezara a crecer. Eso es lo que el Señor está haciendo desde el siglo XVI al siglo XXI. Vemos que la luz de la luna se va tornando más y más plena. Por supuesto, el deseo de Dios es la luna llena.

En la luna creciente, uno ve la luz del sol parcialmente. Todos los individuos deberían ser luz del mundo, todas las iglesias deberían ser testimonio de Cristo. Nadie puede decir que tiene el testimonio exclusivo de Cristo. Pero, ¿dónde está el problema? ¿Qué tipo de testimonio tienes tú? Si eres la luna nueva, nadie verá a Cristo. Tú eres cien por ciento cristiano, la iglesia es cien por ciento iglesia, y todos son salvados, pero, ¿dónde está el testimonio?

Gracias a Dios por Martín Lutero, por Juan Calvino, en el siglo XVI, a través de ellos el mundo empezó a ver alguna luz. Nosotros llamamos a eso restauración del testimonio del Señor. Pero el verdadero testimonio del Señor consiste en la plenitud de ese testimonio. Cuando la luna está en creciente, es testimonio; sin embargo, no es la plenitud del testimonio. Cuando hablamos de restauración, la luna creciente es parte de la restauración, que va desde ningún testimonio a algún testimonio, de ninguna luz a alguna luz. Sin embargo, no es de eso de lo que estamos hablando. Cuando nos referimos a la restauración del testimonio del Señor, pensamos en la voluntad eterna de Dios. Dios nunca estará satisfecho hasta que él vea la luna llena.

Esto es muy interesante. Sabemos que la luna también asciende y también se pone. En la fase de luna nueva, cuando el sol se alza, la luna se alza; cuando el sol se pone, la luna también se pone. Es como la iglesia en la Edad Oscura. Allí hay presunción, hay pretensiones; hay alguien que dice representar a Cristo sobre la tierra.

Pero, en la fase de luna llena, cuando el sol se pone, la luna llena sale. Cuando la luna se pone, empieza a ascender el sol. ¿Qué significa eso? Cuando el sol ha reinado todo el día, entonces la luna comienza a subir, y comienza a reinar en la noche. Exactamente el mismo modelo. El sol sale del este y se pone en el oeste. En la noche, la luna sale del este y también se pone en el oeste. Eso significa que la luna es exactamente como el sol.

Cuando hablamos de la luna llena, en lenguaje espiritual, significa ser transformados en la imagen de Cristo. Así, cuando la iglesia es madura, en el día el Sol sube y el Sol se pone; y en la noche, la luna sube y luego se pone. Siempre es el mismo modelo. ¿Qué significa eso? La luna es la representante del Sol, ella puede declarar todo acerca del Sol. Ese es el testimonio del Señor.

Quisiera reiterarlo: Cuando hablamos de la restauración del testimonio del Señor, estamos hablando de la luna llena. Cualquier cosa menos que la luna llena no satisfará el corazón de Dios. Nosotros necesitamos la ayuda del Señor para que podamos ver la restauración de su testimonio. Empezando de la luna nueva, gradualmente, el Señor está haciendo algo. Finalmente, debemos ser capaces de ver la luna llena; eso significaría que la iglesia realmente ha alcanzado su madurez, y eso es lo que el Señor desea.

Hermano, ¿qué piensas tú acerca de la restauración del testimonio del Señor? ¿Solamente la recuperación de la iglesia de acuerdo a la Biblia? ¿La iglesia debería ser de esta forma o de esta otra? Se puede poner todo en orden, pero aquella luz se obtiene de la vida, y a menos que la vida crezca hasta la madurez, nuestra vida siempre estará como en creciente, y tal vez como la luna nueva. Aunque seas el mejor reformador, podrás ayudar a la iglesia a ser un poco más que creciente. Pero lo que Dios quiere es la luna llena.

Nosotros no tenemos luz propia; en nosotros mismos no hay bien alguno. Pero, gracias a Dios, no sólo somos como estrellas en el universo, sino que también brillamos como la luna en el universo. ¿Tú estás satisfecho al ver la iglesia recuperada, o al ver todo de acuerdo a la Biblia? Dios sólo puede estar satisfecho cuando ve al Sol en la iglesia, cuando la iglesia está siendo transformada en la imagen de Cristo.

Dios aún está avanzando, está obrando en medio nuestro, y él desea que nosotros alcancemos la meta, porque sólo la luna llena satisfará Su corazón. Sólo la luna llena significa que estamos siendo transformados a la imagen de Cristo. Nosotros podremos estar satisfechos solamente cuando Dios esté satisfecho.

Que el Señor hable constantemente a nuestros corazones.

Resumen de un mensaje impartido en la 2ª Conferencia Internacional, Santiago de Chile, Septiembre 2005.