Mas por él (Dios) estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención».

– 1 Cor. 1:30.

Aquí encontramos otro aspecto, otra serie de realidades, asociadas al estar incluidos en Cristo. Porque, sin duda, este «en» del versículo 30 es «dentro de», «incluidos en». Y estas realidades son: sabiduría, justificación, santificación y redención.

Estas cosas, habitualmente, las consideramos realidades o entidades válidas por sí mismas, individualizables y nombrables. Pero lo curioso de este versículo es que estas cosas son expresiones de Cristo mismo. No se trata de dones separados, sino de Cristo mismo manifestado a nosotros para llenar toda nuestra necesidad. De manera que es teniendo a Cristo –y porque tenemos a Cristo– que somos sabios, justos, santos y redimidos.

El don inefable de Dios es Cristo, y en él están reunidas todas aquellas cosas que nosotros identificamos como necesarias para un pecador que llega a ser hijo de Dios. Nosotros las identificamos como entes autónomos, pero en esencia son parte de la gloriosa realidad de Cristo.

Ayer mencionábamos que la historia de Cristo a partir de su muerte en la cruz es nuestra gloriosa historia espiritual; ahora estamos viendo que en Cristo, al estar sumergidos, incluidos, y revestidos de él, somos además todo eso que la Escritura dice que somos, es decir, sabios, justos, santos y redimidos.

Y aquí tenemos una historia con Cristo, pues con excepción de la sabiduría (dicha a los corintios, que como buenos griegos podían ufanarse de ella), todas estas cosas forman parte de nuestra propia historia: justificación, santificación y redención. La justificación va al principio de nuestra carrera, en seguida la santificación y luego la redención, pues aquí se trata de la redención de nuestro cuerpo, ubicada al final, en la segunda venida del Señor.

¿Estamos viviendo nuestra historia con Cristo? ¿Estamos disfrutando de Cristo como sabiduría, como justicia, como santificación y como redención? El anuncio, es decir, la buena noticia del evangelio, es que nosotros somos en Cristo todo eso, por gracia. Pablo expresa de otras maneras muy preciosas la realidad de nuestra inclusión en Cristo: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos» (Gál. 3:7). «Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col. 3:3). Sea presentándonos como revestidos de Cristo o como escondidos en Cristo, la realidad es la misma e igualmente maravillosa.

Todo lo que es Cristo es nuestra presentación delante del Padre. Cristo está allí, a la diestra de la majestad en las alturas, y nosotros en él. Cristo y nosotros, una realidad indisoluble. La historia de Cristo a partir de la cruz es nuestra historia, y la naturaleza de Cristo es nuestra naturaleza. Mañana nuestro carácter completo será también un reflejo de Cristo mismo.

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