Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido».

– Juan 3:28-29.

En las palabras de Juan 3: 28-29 hay dos autorreferencias de Juan el Bautista: dice ser «enviado» delante de Jesús, y «amigo del esposo». Cuando los judíos enviaron mensajeros a Juan para consultarle quién era él, él les respondió que solo era un enviado y no el Cristo. Juan tenía muy clara la misión por la cual había nacido. Él venía como precursor del Mesías para preparar el camino delante de él, no para hacer un camino para sí mismo. Consecuentemente, Juan se ubica en el correcto lugar delante del Señor.

Juan dijo también: «Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías» (Jn. 1:23). Lucas cita extensamente la profecía de Isaías, que se aplicó enteramente a Juan (3:4-6). Tres veces dijo que el que venía después de él era antes de él, y que él no era digno de desatar la correa de su calzado. (Jn. 1:15, 27, 30).

La otra autorreferencia es la de Juan como el «amigo del esposo». Declararse a sí mismo como el amigo del esposo supone la existencia de una boda, de un Esposo y una esposa. Vemos, pues, cómo Juan, aun antes de la revelación paulina sobre la iglesia (en Efesios 5), ya tenía esta luz al respecto. Y como amigo, su gozo es que el Esposo tenga a la esposa.

Juan muestra la belleza de su carácter al agregar en seguida: «Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Jn. 3:30). Este es el carácter de Juan, y en esto es un ejemplo para todos los siervos de Dios. Aunque ellos son también parte del cuerpo de Cristo –de esta novia celestial–, en cierto modo no lo son, sino meros casamenteros, amigos del Esposo, que se gozan en entregarle una Esposa bien dispuesta.

Pablo decía a los corintios: «Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo» (2 Cor. 11:2). Pablo, al igual que Juan, se veía a sí mismo como un casamentero, cuya misión se limitaba a presentar al Esposo una virgen pura como esposa – la iglesia.

Tanto el ser enviado como el ser amigo del esposo supone el tener a Otro como centro de la atención. No es el enviado el centro, ni tampoco el amigo. Tanto el uno como el otro se deben a Otro, del cual dan testimonio, y al cual buscan agradar.

En los días presentes necesitamos inclinarnos delante del Señor para alcanzar gracia y misericordia, a fin de que podamos cumplir esta misión de casamenteros «con celo de Dios». La tendencia a centrarlo todo en sí mismo es demasiado grande, sobre todo si hay quienes siguen y adulan a los siervos de Dios. Un hombre como Juan, o como Pablo, habían sido preparados por Dios para resistir esta tentación. La preparación de Juan y de Pablo había ocurrido en el desierto – el lugar propicio para ser desnudados de toda pretensión personal, de toda vanidad y orgullo.

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