Una franca enseñanza bíblica acerca del verdadero significado del sexo.
Fred Malir (USA)
Lo que Dios me ha dado para compartir, son cosas no sólo santas, sino santísimas en la Palabra de Dios. Y porque estas cosas son santísimas, es que el diablo las tuerce y degrada hasta lo sumo. Las cosas más santas de Dios son las cosas que el diablo procura retorcer y destruir completamente. Por eso, el tema del sexo ha sido degradado hasta lo máximo en todo el mundo.
Entonces, hoy consideraremos lo que la palabra de Dios dice sobre este asunto, para barrer fuera de nuestro ser todos los malos conceptos que el diablo ha procurado meter en nuestro íntimo ser a través de los años. Dios es puro; no hay pecado en él. Dios nos ama, y él no quiere que seamos engañados por el mundo.
Como el gozo del esposo
El primer mandamiento cronológico que Dios dio a los humanos fue: «Fructificad y multiplicaos» (Génesis 1:28).. Primero, Dios dio ese mandamiento a los animales. Y ellos obedecieron. Es interesante que: «Y fue así … y vio Dios que era bueno» (1:24, 25). Así que el asunto del sexo para los animales, lo vio Dios, y vio que era bueno. El concepto erróneo de la gente es que es malo. ¿De dónde viene esa inspiración? Del diablo.
Luego: «Hagamos al hombre a nuestra imagen… y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos –el mismo mandamiento que a los animales– llenad la tierra, y sojuzgadla… Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera» (1:28-31). ¿Notan la diferencia? Para los animales, era bueno; pero para los humanos «era bueno en gran manera». Aquí, pues, vemos una diferencia muy notable: que Dios considera que ese mandamiento y esa actividad es algo muy bueno.
¿Cuál es la tradición? ¿Dónde se enseña acerca del sexo? En la calle. ¿Quiénes son los profesores? Los más pervertidos, la peor fuente de información, de la calle, y de psicólogos de mente inmunda. Pero Dios ha puesto estas verdades en la Escritura: «Y vio Dios que era bueno en gran manera». Eso dice Dios.
A este efecto, quiero llevarles ahora a Isaías 62:5: «…y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo». ¡Qué notable! Como se goza el esposo con la esposa –es el acto sexual–, así se gozará contigo el Dios tuyo. ¿Qué quiere decir esto, que hay actividad sexual en el cielo? No. La actividad en la gloria es diferente, no es física; pero el gozo que sentiremos es un gozo espiritual, mucho más fuerte que el gozo de un orgasmo humano. Porque Dios hizo que el sexo fuera una ilustración de una verdad divina y sumamente pura.
Yo no puedo enseñar esto en la calle; se reirían de mí. Y nunca traté de hacerlo, porque la Palabra de Dios me amonesta: «No echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen». De modo que estas cosas son no sólo santas; son santísimas, y no se pueden entregar a los perdidos de afuera, porque se reirán de ti. Pero la Palabra de Dios no es cosa de risa ni de burla. Lo que Dios dice es santo y es puro.
«Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo». Entonces, ¿qué clase de actividad habrá en el cielo, que se parezca? Va a ser una actitud de intimidad tan intensa, que será como un orgasmo interminable, un gozo divino y eterno.
Lo que el sexo ilustra
Ahora, voy a pedir que vayan a 1ª Corintios 6:13, al final del versículo: «Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo». Versículo 15: «¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? –Este es el sexo pecaminoso– De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne –en cuanto a Adán y Eva, describiendo el acto sexual–. «Dos serán una sola carne» – este es el sexo correcto, dentro del matrimonio.
Y luego, leemos –tal vez para muchos de ustedes va a ser una sorpresa–. ¿Qué ilustra el sexo? ¿Qué simbolismo tiene? Bueno, acá dice: «Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él». «Ah, ¡pero yo no me esperaba esto! ¿Me quieres tú decir que el acto sexual ilustra una de las más santas y puras verdades en la Biblia?». «El que se une al Señor, un espíritu es con él». ¡Lo dice Dios! ¡Gloria a Dios! Que él barra los malos conceptos de nuestra mente corrompida, y nos dé una mente pura y sana. Y lo ha hecho, porque dice la Biblia que «tenemos la mente de Cristo». ¡Aleluya! Somos liberados de los malos conceptos de los perdidos, para pensar santamente y sanamente. ¡Gracias a Dios!
Así que aquí, en dos breves versículos, vemos tres aspectos del sexo: el sexo incorrecto, con una ramera; el sexo correcto, dentro del matrimonio; y lo que el sexo ilustra: el que está unido al Señor es un espíritu con él. ¿Cómo es eso: unido al Señor? Bueno, es muy sencillo. Dios hizo a Adán, nuestro primer antepasado. Lo anestesió, le hizo una cirugía: le sacó una costilla, cerca del corazón. Y con esa costilla, la carne de la costilla, y sangre, Dios fabricó una nueva criatura, nuestra primera tatarabuela, Eva. Hasta ese entonces, Adán no tenía compañera.
Pero observen esto: Eva fue la única criatura que no fue hecha del polvo; ella fue modelada por Dios con materiales vivientes, de Adán. ¿Qué simboliza eso? Simboliza, pues, a Cristo el prometido, y a la iglesia, la prometida. Adán y Eva ilustran a Cristo y la iglesia. Y así dice la Escritura, dice que Adán era figura de aquel que iba a venir. Adán era figura de Cristo, de modo que lo que le pasó a él nos ilustra lo que le pasó a Cristo. Y Eva es figura de la iglesia; por eso, Adán la llamó la madre de todos los vivientes. Eso es lo que significa el nombre de Eva.
Y, cosa extraordinaria, en la cruz del Calvario, aquel soldado romano ni se imaginó lo que estaba haciendo cuando tomó una lanza y la clavó en el costado de Jesús, dentro de su corazón. Abrió el corazón del Señor, y de esa herida manó sangre y agua. Y es precisamente la sangre de Cristo el material viviente que forma la iglesia, la esposa de Cristo. La iglesia no fue formada de la tierra, de los malos conceptos humanos, barrosos y sucios; la iglesia es hecha de material vivo y puro. No hay cosa más santa que la sangre de Cristo Jesús, que nos limpia de todo pecado.
¿Se dan cuenta del santo simbolismo? Y así, pues, tenemos en la Palabra de Dios, en 1ª Corintios 6:19: «Huid de la fornicación … ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?». Tu cuerpo es el templo del Espíritu Santo. ¡Qué honor! Tu cuerpo es el templo, es decir, tú eres casa de Dios. Dios mora en los creyentes, viene a vivir dentro de ti. ¡Qué privilegio!
Un intercambio de propiedad
Ahora vamos al versículo 7:2: «A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido». Dios dice que el sexo es cosa buena; pero siempre en el sagrado contexto del matrimonio. Fuera del matrimonio, es un pecado gravísimo; fornicación y adulterio. Y también la masturbación es pecado.
¿Qué es masturbación? Impaciencia sexual; no puedo esperar, y caigo. Pero no es necesario caer, si nos damos cuenta que nuestro cuerpo es sagrado, es la casa de Dios. Dios desea que yo me conserve puro para él, y para la esposa que él me dé, andando el tiempo, si es su voluntad. Y muy posiblemente sí, porque quedar soltero no es cosa común. Es normal que la gente se case.
«El marido cumpla con la mujer el deber conyugal». Esto es una orden; casi diríamos un mandamiento. Debes cumplir con tu mujer el deber conyugal. ¿Es importante esto? Sí. Y está todo aquí, en la Escritura. No hay necesidad de estar en la ignorancia. Y así, entonces, el marido debe cumplir con su mujer el deber conyugal, el acto sexual. No es una cosa por casualidad, es un deber. «Y asimismo la mujer con el marido». Es recíproco. Los dos tienen que pensar así, porque si no, hay muchos trastornos y problemas.
He visto, en mi vida, cómo algunas mujeres, por un mal concepto –religioso, usualmente– han empujado a sus maridos en brazos de una ramera, y al fin hubo un divorcio, un rompimiento del matrimonio; porque el diablo engaña a muchos. Y así también, por esos malos conceptos, el marido empuja a la esposa al adulterio, o la esposa empuja al marido. Dios nos ha liberado, no para tener libertinaje, sino para tener liberación en espíritu, y saber estas cosas, y cumplirlas en el espíritu y con amor. Así que, entonces, el marido debe cumplir con su mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con su marido.
Ahora viene un versículo notable, y es bueno que lo sepan. Versículo 4: «La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer». ¡Oh! ¿Qué es esto? Cuando tú te casas, hay un intercambio de propiedad. Del momento que te casas, tu cuerpo ya no te pertenece; no eres dueño de tu cuerpo. Tu cuerpo ha adquirido una nueva propietaria: tu esposa. No eres dueño de tu cuerpo, pero tu esposa sí es propietaria de tu cuerpo, y viceversa.
El esposo adquiere los derechos de propiedad del cuerpo de la esposa. Entonces, la esposa nunca debe negarse al marido. ¿Por qué? Porque el cuerpo de ella no le pertenece a ella, le pertenece al marido. ¿Se dan cuenta? Es un intercambio de propiedades. Pero, ¿dónde se enseña esto? Sólo en la Palabra de Dios. Y, por esa razón, los matrimonios cristianos son tan felices.
Yo ya soy un viejo de 82 años. Sin embargo, mi esposa y yo vivimos en un continuo gozo, como una prolongada luna de miel. Nos amamos intensamente, y juntos amamos al Señor; leemos la Palabra, oramos, y somos sumamente felices. Prefiero siempre viajar con ella, porque dos –dice la Escritura– son más que uno; porque uno solo pone a mil enemigos en huida; pero dos, marido y mujer, harán huir a diez mil enemigos. De modo que hay no sólo una suma de poder, sino una multiplicación de poder contra los enemigos satánicos.
Los matrimonios tienen un privilegio tremendo: pueden orar y hacer huir a Satanás, en una multitud de situaciones: de tus amigos, de tus conocidos, de tus parientes.
Recuerden bien eso: el derecho de propiedad, un intercambio completo. ¿Por qué lo ha querido Dios así? Porque así es el amor. El que ama siempre piensa en hacer feliz al otro. En el acto del sexo, el gozo más intenso se logra cuando el varón procura que ella tenga un orgasmo, un gozo, y cuando la mujer procura que él tenga ese gozo; cuando hay un mutuo procurar que el cónyuge sea intensamente lleno de gozo en ese acto sexual.
No negarse el uno al otro
1ª Corintios 7:5: «No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente de la oración». Otra versión dice: «No os defraudéis el uno al otro…». Defraudar es robar. Sé de muchos matrimonios que se defraudan, se estafan, se roban el uno al otro. Nadie de ustedes le robaría mil pesos a un hermano, pero cuántos hay que defraudan o roban de este gozo a su cónyuge. Hay muchos más de lo que se piensa.
No os neguéis, no os defraudéis, a no ser por un tiempo, de mutuo consentimiento, para orar. Pero una vez que se termina la oración o el ayuno, y ya se sientan a la mesa, recuerden, se terminó el ayuno, y también se terminó la restricción. ¡A juntarse, pues, sexualmente! Y no demoren, porque por eso hay divorcios y graves problemas en el mundo.
Cuando la gente tiene problemas, en vez de consultar con hermanos, en la iglesia, consultan a un psicólogo. El problema está en que los psicólogos del mundo no te dan un consejo sano y bíblico. De paso, de todas las especialidades de la medicina, los psicólogos tienen el más alto índice de divorcios de todos los demás médicos. ¿Por qué es eso? Porque la gente, cuando tiene problemas maritales, va a ver a un psicólogo; pero, cuando un psicólogo tiene problemas maritales, va a ver a un abogado, para tramitar el divorcio.
Así que, sabiendo eso, no te animes a ir a ver a un psicólogo; estás perdiendo el tiempo. Pregúntale al Señor. Uno de los nombres del Señor es Consejero, y él da buen consejo (Is.9:6). Si pedimos en oración, en humildad, él dice las cosas tal como son; no nos defrauda. Jesús dijo: «Mis ovejas oyen mi voz, y a un extraño no seguirán, porque no conocen la voz de los extraños». Es posible oír al Señor. Cuando oramos, él responde. Porque te ama, no te deja en la oscuridad.
Y entonces dice: «de mutuo consentimiento». Es decir que si deciden: «Bueno, hoy no vamos a la cama juntos, vamos a orar», tiene que ser de mutuo acuerdo. Si la esposa dice «no», o si el esposo dice «no», queda cancelada la oración y el ayuno para otra oportunidad. «De mutuo consentimiento», recuerden eso. De ninguna manera vamos a ‘brutalizar’ a nuestro cónyuge.
Luego, terminada esa oración o ayuno, «volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia». Aquí, pues, tenemos a Dios mismo, mandando, que tengamos el acto sexual en el matrimonio después de un tiempo de abstinencia por razón de oración. «Volved a juntaros en uno». Es el acto sexual.
Y así Dios te hizo a ti en nuestro primer antepasado, Adán. Hizo primero a Adán. A Eva no la veía nadie, porque ella estaba escondida dentro de Adán. Dios hizo una cirugía y sacó a Eva de ahí, y polarizó todos los aspectos masculinos en Adán, y todos los aspectos femeninos en Eva. Así lo hizo Dios. Y, cosa notable, dice: «Volved a juntaros en uno». Así que al principio era uno, Adán; luego fueron dos, Adán y Eva; y luego Dios los juntó en el acto sexual, y fueron uno otra vez. Esto es lo que significa: «Volved a juntaros en uno».
El acto sexual representa la verdadera unidad
El acto sexual, en el sagrado contexto del matrimonio, significa la verdadera unidad. Y esa unidad es nada menos que la unidad que existe en nuestro trino Dios. Dios no es solo, aunque es solo en el sentido de su Deidad. «Dios es uno», dice la Escritura. Pero, al mismo tiempo, Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y entre estos tres hay una unidad tan intensa, que no tenemos tres Dioses sino uno solo. Y esa es la clase de unidad, que Dios quiere que tú experimentes en tu matrimonio. Que tú y tu esposa sean unidos con tanta unidad, que sean una cosa. No sólo en el acto sexual, sino en todo lo que hagan, que sea hecho en unidad.
Y como la iglesia es esposa de Cristo, también eso se aplica en la iglesia. El adhesivo que nos une a los hermanos en la iglesia, es la misma clase de elemento que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Por eso, cuando Jesús oró por nosotros, los creyentes, en Juan 17, hizo una oración que si yo no la hubiera encontrado en la Biblia no la hubiera creído; pero está en la Biblia, y la creo. Él dijo: «Padre… que sean uno, como nosotros somos uno, que sean uno en nosotros».
Pidió Jesús en oración que, en la iglesia, podamos nosotros ser tan unidos como el Dios trino –Padre, Hijo y Espíritu Santo– es uno. Él pidió que seamos uno, no en una organización o en un nombre; pidió que seamos uno en él, en Dios. «Que sean uno, como nosotros somos uno; que sean uno en nosotros».
En Cristo, nosotros podemos comenzar a disfrutar la misma clase de unidad que existe en nuestro trino Dios. ¡Oh, esto es maravilloso! Esto es algo fuera de este mundo; esto es algo en espíritu, es interno; es algo que nadie puede ver, porque está escondido adentro tuyo. Por eso fue que Jesús dijo: «Permaneced en mí, y yo en vosotros». Hay un intercambio. Y, «si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho».
Hermanos, si viven en esa unidad –Cristo en ustedes, y ustedes en Cristo– tendrán libertad de pedir todo lo que quieran, porque ya no desearán pedir cosas que no agradan a Dios, sino que pedirán conforme a Su voluntad. Y cuando pidan lo que Dios desea, él se los dará. Dios da, Dios responde la oración. Dios te ama, Dios quiere responder tus pedidos. Quiere que seas feliz; él lo ha provisto todo para hacerte feliz.
Tú eres parte de la iglesia, eres parte de la esposa de Cristo, de una intimidad tremenda. La iglesia es como una muchacha plebeya, sin diplomas, sin méritos. Pero el Príncipe se enamoró de ella, y se casaron. Y he aquí, la muchacha plebeya participa de toda la pompa y ceremonia del reino, porque se casó con el Esposo.
Así, tú y yo, no somos nada, somos del barro; pero si somos la iglesia, somos parte viva de Cristo. No estamos hechos con tierra; estamos hechos con el material más precioso del mundo: la santa sangre de Cristo, que nos limpia de todo pecado. Así somos formados como iglesia, y así podemos disfrutar de una unidad que el mundo no se imagina posible.
No hay unidad en el mundo; el único lugar donde hay unidad verdadera es en la iglesia. Y Dios puede hacer que esa unidad con Dios sea el ejemplo y símbolo de tu unidad con tu esposa. ¡Aleluya! Hay grande gozo en poder estar tan unidos en la oración. Que Dios responda a vuestras oraciones unidas entre marido y mujer, y les conceda abundantemente todo lo que pidan.
Un consejo a los jóvenes
Y dice el versículo 7:9, al final: «Mejor casarse que estarse quemando». Es bueno casarse; es mejor casarse que andar quemándose con deseos sexuales. Dios ha provisto para ti una esposa, si es el deseo de Dios que tú te cases, y muy posiblemente así sea. Pero te ruego te cases en la voluntad del Señor.
Es bueno orar y elegir pareja compatible, pero, ¿cómo puedo saber yo cómo ha de ser una esposa o un esposo? Sólo Dios sabe. De modo que es mejor orar –y pedir a nuestro Consejero– con quién él quiere que uno se case. Entonces no va a haber los problemas que tienen los perdidos en el mundo.
Ahora quiero darles una cita más. Al final de la Biblia, hay un versículo notable, en la última página. Dice: «El Espíritu y la novia dicen: Ven». El Espíritu es el Espíritu Santo, y la novia es la Iglesia. Ahí vemos que, a través del tiempo, la iglesia y el Espíritu Santo han llegado a tener una intimidad tan grande, que son como un dúo bien adiestrado. Cuando un dúo adiestrado canta, vocalizan la misma palabra simultáneamente, en perfecta armonía.
«El Espíritu y la novia dicen: Ven». ¡Qué dulce es esto! En un matrimonio, es estar en perfecta armonía, especialmente en lo que a Dios atañe. Es cuando uno quiere decir algo, y ya la otra persona lo dice; están de mutuo acuerdo. Hay una simultaneidad instantánea, que sólo se logra con esa intimidad continua que lleva muchos años.
A los jóvenes el Señor les dice: «Si pides de mí una buena pareja, yo te daré la experiencia que, andando los años, tú puedas decirle a tu viejita esposa: Vamos a envejecer juntos, para gloria de Dios». Y allí, los dos viejitos se van a reír con una voz cascada, pero amorosa, alabando al Señor.
Mensaje impartido en Temuco, en septiembre de 2005.