Cuando el Señor Jesús les da a sus discípulos por primera vez el mandamiento acerca del amor (en esa última noche con ellos), él también menciona el hecho de que se tiene que ir (Jn. 13:31-35). Entonces a Pedro le parece que, entre esos dos asuntos que el Señor ha tocado, el más importante es el hecho de que él los va a dejar solos.

Entonces pregunta: “Señor, ¿a dónde vas?” (13:36). El mandamiento del amor ha quedado en absoluto segundo plano. Es probable que Pedro ni siquiera lo haya oído – tan impactado quedó por la terrible noticia que el Señor acababa de dar.

Entonces Jesús vuelve sobre el asunto del amor un poco después, en el mismo discurso. Y lo reitera casi en los mismos términos: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Jn. 15:12). Esto es algo nuevo para los discípulos, porque hasta ahora sólo habían estado envueltos en celos, rivalidades y envidias; no sabían amarse, ni menos en la medida en que él les amaba – “como yo os he amado”, dijo, es decir, poniendo la vida por ellos.

Luego el Señor agrega que ellos serán sus amigos sólo en la medida que hagan lo que les está mandando, es decir, sólo en la medida que se amen de esa manera (15:14). Los amigos de Cristo, se aman entre sí con el amor mayor, como él mismo lo hizo cuando, en obediencia al Padre, puso su vida por nosotros. Y ellos no son sólo amigos de Cristo, sino amigos entre sí (3 Juan 15).

A partir de este mandamiento, el amor no sería nunca más un asunto de doctrina, de palabras o de buenas intenciones, sino de dar la vida por los demás. No consistirá en dar cosas, exterioridades, sino darse a sí mismo, completamente. Esta es la medida del amor de Cristo. (Poco después de dar este mandamiento, Jesús colgaba de la cruz).

A nosotros nos pasa lo mismo que a Pedro: por algún tiempo nos interesan más los asuntos doctrinarios, escatológicos, y nos entretenemos con ellos como si fuesen juguetes en manos de un niño curioso, pero llega el tiempo en que las cosas de verdadero valor irrumpen con la fuerza del mandamiento único e insustituible: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35). Y comenzamos a amar de verdad, y comenzamos a morir. Este es el precio del amor.