Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica

De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor».

– 1a Cor. 11:27.

Doble significado de la cena del Señor

  1. Recordar al Señor

La idea central de la cena del Señor es recordar al Señor. El Señor mismo dice: «Haced esto en memoria de mí» (1a Cor. 11:24). Él sabe cuán olvidadizos somos nosotros. No pensemos que, porque hemos recibido tal abundancia de gracia y experimentado una redención tan maravillosa, no  seríamos capaces de olvidarlo.

Es claro que nosotros, los hombres, somos en extremo olvidadizos. Por esta razón, el Señor desea especialmente que hagamos memoria de él, rememorando lo que él hizo por nosotros. Él quiere que le recordemos, no solo porque somos tan olvidadizos, sino también porque él necesita nuestra memoria. En otras palabras, él no quiere que lo olvidemos.

El Señor es tan grande y tan trascendente que podría permitir que le olvidemos, sin sentirse molesto por ello. Sin embargo, él dice: «Haced esto en memoria de mí», revelando así cuán condescendiente es, al desear nuestro recuerdo.

Que el Señor quiera que le recordemos plenamente, es una expresión de su amor. Es la demanda del amor, no de la grandeza. En relación a su grandeza, él podría permitirse ser ignorado por nosotros; pero su amor insiste en que lo recordemos. Si no lo hacemos, sufriremos gran pérdida.

Si no lo recordamos a menudo, si no tenemos siempre su redención delante de nosotros, fácilmente nos conformaríamos al mundo y nos volveríamos contenciosos con los hijos de Dios. Así, pues, no solo necesitamos recordarlo, sino que somos beneficiados por ello. Este es un medio por el cual podemos recibir la gracia del Señor.

Te disocia del mundo

Un valor cardinal en hacer memoria del Señor radica en el hecho de que el mundo no podrá ejercer su influencia continua sobre ti. Si cada cierto tiempo recuerdas cómo el Señor murió por ti y te recibió, el mundo no tendrá cabida en ti.

Puesto que mi Señor sufrió la muerte aquí en el mundo, ¿qué puedo decir? Si ellos no hubieran matado a mi Señor, aún habría lugar para que ellos tuviesen parte conmigo. Pero ahora que ellos lo mataron, y su muerte es exhibida delante de mí, no tengo nada más que decir, y no hay manera de comunicarme con el mundo; no puedo tener ninguna comunión con él. Este es uno de los principales beneficios del partimiento del pan.

Agranda tu corazón

Otra ventaja de hacer memoria del Señor es que, todo aquel que lo recuerda, ensanchará naturalmente su corazón para abarcar a todos los hijos de Dios. Será natural ver que, todos los que han sido redimidos por la sangre de Jesús, son amados del Señor; por lo tanto, ellos también son el deleite de nuestro corazón.

Si todos nosotros estamos en el Señor, ¿podría haber celos, agravios y falta de perdón? ¿Cómo podrías contender con el hermano o la hermana que se sienta junto a ti en la cena del Señor? ¿Qué derecho tendrías a exigir cualquier cosa de tu hermano, cuando recuerdas cuántos de tus pecados han sido perdonados? Si insistes en los pleitos, en los celos y en un espíritu no perdonador, no serás capaz de recordar al Señor.

Cada vez que nos reunimos para hacer memoria de él, somos invitados a considerar una vez más su amor. Debemos reexaminar la corrupción del mundo y el juicio que pesa sobre éste, y debemos renovar la convicción de que todos los redimidos son amados por el Señor.

Cada vez que recordamos al Señor, evocamos su amor: cómo él nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros. En amor, él descendió al Hades, por nosotros. El mundo ya ha sido juzgado, porque crucificó al Señor. Pero todos los hijos de Dios son nuestro deleite, porque han sido comprados por la sangre de Cristo. ¿Cómo podríamos abrigar algún pensamiento de odio hacia ellos?

  1. Proclamar la muerte del Señor

La cena del Señor tiene un segundo significado. Éste se encuentra en 1a Corintios 11.26: «Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». Necesitamos proclamar o exhibir la muerte del Señor, para que todos puedan verla.

Desde un punto de vista humano, Dios no ha dejado nada en la tierra que no sea la cruz. La obra de la cruz está consumada, pero el hecho de la cruz permanece. Sin duda, muchos hoy han olvidado la cruz, pero no los creyentes, quienes siempre la tenemos presente. Cada día del Señor, vemos, en la cena del Señor, la cruz del Hijo de Dios exhibida en la iglesia. Esto sugiere que, aunque podamos olvidar todo lo demás, debemos recordar el hecho de su muerte por nosotros.

Significado de la mesa del Señor

1a Corintios 11 habla de «la cena del Señor», con su doble significado de recordar al Señor y exhibir su muerte. El capítulo 10 del mismo libro, sin embargo, habla de ella como «la mesa del Señor». Aunque el tema es el mismo, se utilizan dos designaciones diferentes.

Tal como la cena del Señor, la mesa del Señor también tiene un doble significado. «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan» (1a Cor. 10:16-17). Aquí, la mesa tiene un doble significado: primero, comunión, y luego, unidad.

  1. Comunión

El significado primero y principal de la mesa del Señor es comunión. «La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?». Así como 1a Corintios 11 se adentra en la relación del creyente con el Señor, 1a Corintios 10 trata de las relaciones entre los creyentes.

El capítulo 11 no alude a nuestras mutuas relaciones; simplemente subraya el recordar al Señor y el proclamar la muerte del Señor hasta Su venida. Por otro lado, el capítulo 10 hace hincapié en la comunión de la sangre de Cristo.

Vemos que «la copa de bendición que bendecimos» es singular en número. Todos bebemos de la misma copa; ello demuestra el sentido de la comunión. A menos que las personas sean muy íntimas, no beberán de una misma copa. El hecho de que muchos hijos de Dios beben de la misma copa, atestigua plenamente del aspecto de la comunión de la mesa del Señor.

En el capítulo 11, nuestros ojos se centran en el Señor, pero en el capítulo 10 vemos a nuestros hermanos. Los vemos en la copa. La copa es para beber, y todos bebemos de la misma copa. En este acto, tenemos comunión con todos los hijos de Dios. Seamos cuidadosos, para no perder de vista este aspecto.

  1. Unidad

El segundo significado de la mesa del Señor es la unidad. «Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan» (v. 17). En esto, vemos de inmediato que todos los hijos de Dios son uno.

El pan tiene diferentes enfoques en los capítulos 10 y 11. Mientras que, en el capítulo 11, el Señor dice: «Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido» (v. 24)), lo cual hace referencia al pan como su cuerpo físico, en el capítulo 10, el versículo 17 dice: «Nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo», esta vez sugiriendo que la iglesia es el pan.

Así como necesitamos aprender ante el Señor los diversos significados de su mesa como memoria, exhibición y comunión, así también debemos aprender su significado como unidad.

Todos los hijos de Dios son uno, así como el pan es uno. Solo tenemos un pan, y cada creyente toma un trozo. Si fuese posible reunir todos los trozos rotos, podríamos restaurar el pan completo. El pan repartido entre muchos todavía sería un pan, si sus partes se reunieran.

Físicamente, después que el pan es partido y comido, no se puede recuperar. Pero, espiritualmente, aún somos uno en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos da a Cristo; sin embargo, Cristo está todavía en el Espíritu Santo. Lo que se ha distribuido es el pan; pero, en el Espíritu Santo, todavía somos uno, y nunca hemos sido divididos. Así, en el partimiento del pan, confesamos que los hijos de Dios somos uno. Este pan significa la unidad de la iglesia de Dios.

La cuestión básica de la mesa del Señor está en el pan. Cuando los hijos de Dios se reúnen para partir el pan, si el pan solo los representara a ellos mismos, sería demasiado pequeño; no debería ser partido. El pan debe incluir toda la iglesia, abarcando a todos los hijos de Dios sobre la tierra, así como a aquellos de tu localidad particular. Por lo tanto, él testifica acerca de la unidad de todos los hijos de Dios.

El principio de recibir

¿Cómo, entonces, recibimos a las personas en la mesa del Señor? Recuerden, no somos nosotros los anfitriones; en el mejor de los casos, somos los porteros. Se trata de la cena del Señor, la mesa del Señor, no de nosotros.

Nosotros no tenemos autoridad sobre la mesa del Señor. Tenemos el privilegio de comer del pan y beber de la copa, pero no podemos impedir su acceso a otros. A ningún redimido por la sangre de Jesús podemos prohibirle llegar a la mesa del Señor. No tenemos autoridad para detener a nadie. No podemos rechazar a quienes el Señor ha recibido, ni rechazar a aquellos que pertenecen a él.

Solo podemos rechazar a quienes el Señor rechaza, o a aquellos que no pertenecen a él. El Señor solo rechaza a aquellos que no le pertenecen, o que aún permanecen en pecado. Puesto que su comunión con el Señor ya ha sido interrumpida, nosotros tampoco tenemos comunión con ellos.

Notemos que nosotros somos del Señor, y no tenemos ninguna autoridad para hacer algo distinto a lo que el Señor hace. Cada vez que partimos el pan, debemos pensar en todos aquellos que han recibido la gracia; no solo en aquellos hermanos y hermanas que conocemos personalmente. Si los creyentes reunidos en la mesa en un lugar rehúsan tener comunión con los hijos de Dios en otros lugares, ellos son muy exclusivos.

Esperamos que los corazones de los hermanos y hermanas en cada lugar se abran hasta que puedan aceptar a todos los hijos de Dios. Permanecer en el terreno de la iglesia, no es discriminar a otros hijos de Dios, como si algunos fuesen bienvenidos y otros no. Cada vez que nos acercamos a la mesa del Señor, se nos permite verlo a él una vez más; así nuestros corazones se amplían nuevamente para incluir a todos los hijos de Dios.

El corazón es un gran misterio. No se expande por sí mismo; por el contrario, al más mínimo descuido, tiende a hacerse más estrecho. Su inclinación natural es a contraerse, no a ampliarse. Pero, en el momento de recordar al Señor, nuestros corazones deben ensancharse.

Participando dignamente

«De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí» (1a Cor. 11.27-29).

Es extremadamente importante que comamos y bebamos dignamente. Esto no se refiere a la dignidad de las personas, sino a la manera en que ellas participan. La dignidad de un creyente reside en ser redimido por la preciosa sangre. Si él no pertenece al Señor, no puede tener participación alguna en la mesa del Señor. Pero, aquellos que son del Señor, no deben comer indignamente, es decir, recibir ocasionalmente el pan sin discernir el cuerpo del Señor.

Por lo tanto, exhortamos a los jóvenes creyentes a recibir el pan respetuosamente. Tú estás calificado delante de Dios para participar, pero el Señor te pide que te examines. Debes discernir que se trata del cuerpo del Señor; por lo tanto, no debes tomarlo livianamente. Debes recibirlo de manera digna, porque es el cuerpo del Señor. Puesto que él da su sangre y su carne para ti, necesitas recibirlos con respeto. Nadie, sino un necio, despreciaría lo que Dios le ha dado.

Spiritual Exercise, Chapter 21.
Christian Fellowship Publishers