El camino de la restauración es el camino de la fortaleza espiritual.

Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres … Estos son los que vinieron a David en Siclag, estando él aún encerrado por causa de Saúl hijo de Cis, y eran de los valientes que le ayudaron en la guerra … Y este es el número de los principales que estaban listos para la guerra, y vinieron a David en Hebrón para traspasarle el reino de Saúl, conforme a la palabra de Jehová».

– 1 Sam. 22:1-2; 1 Cr. 12:1; 1 Cr. 12:23.

La debilidad espiritual debe ser hecha manifiesta

Este fue un período durante el cual Israel fue particularmente amenazado por los filisteos. Estos últimos fueron siempre una sombra sobre la vida de Israel, y el instrumento por medio del cual fueron puestas en evidencia la debilidad y la impotencia de Israel.

Por lo general, el Señor tiene una forma particular de revelar un estado o una condición. No siempre es reconocible como un estado en sí mismo; tiene que haber algo que lo saque a la luz. Debido a esto o a aquello, la condición real de las cosas se manifiesta como no lo haría aparte de ese instrumento que el Señor usa para descubrirla. Llega a ser positivo, en lugar de abstracto, en razón de ciertas cosas.

El Señor quiere, por ejemplo, levantar una situación, una experiencia, una dificultad, un desafío concreto, y entonces la incapacidad para enfrentarlo y tratar con él nos muestra que esa cosa particular –la cual en otras circunstancias, habiendo las cosas sido diferentes, no habría contado para nada y se habría conquistado y dominado en seguida– se vuelve ahora el medio por el cual el Señor muestra cuán deplorable es el estado espiritual.

El Señor tiene una forma de hacer eso. Cuando Israel entró en la posición y condición correcta bajo David, los filisteos no contaban para nada, perdieron toda su relevancia. Pero aquí ellos son muy significativos; ocupan un lugar predominante; y eso es sólo debido al estado espiritual del pueblo de Dios. Así, la debilidad espiritual se hace aquí manifiesta por medio de los filisteos.  Nos preguntamos: ¿Por qué Israel estaba desvalido ante los filisteos? ¿Por qué su deplorable condición de debilidad se manifestó en presencia de los filisteos, quienes de otra forma no habrían significado nada? Al mirar de cerca la respuesta, vemos que en el fondo había mucho en común entre Israel y los filisteos. Ellos son conocidos entre nosotros por el epíteto de ‘filisteos incircuncisos’. David usó esa frase refiriéndose a Goliat (1 Samuel 17:36).

Ahora, al mirar a Israel, ése era realmente su estado espiritual. Eran incircuncisos de corazón. Ellos fueron llamados el pueblo de Dios, y tradicionalmente lo eran. Ellos tenían las ordenanzas –aun la ordenanza de la circuncisión– pero era todo externo. Pablo traza una muy clara línea de diferenciación entre la circuncisión exterior y la circuncisión interior, del corazón. Él dice que es la última la que nos hace israelitas de verdad, no la anterior (Romanos 2:25-29).

Aquí vemos a Israel exactamente en esa posición – incircuncisos de corazón. El hecho que ellos dijeran: «…constitúyenos un rey… como tienen todas las naciones» (1 Sam. 8:5), mostró que aquello que era común a las naciones había entrado en sus corazones. Ellos querían ser como las otras naciones. Es decir, el espíritu del mundo se había introducido, y ellos no sabían nada de lo que Pablo llama «la circuncisión de Cristo», ni «quitando las inmundicias de la carne» (1ª Ped. 3:21), ni de despojarse del viejo hombre. Había en lo profundo de Israel algo en común con los filisteos, y siendo así, el hecho tenía que ser expuesto; y el mundo mostró la debilidad de ellos.

Así sucede con una iglesia, con una comunidad cristiana, o con la cristiandad, cuando es mundana en espíritu, en principio, en método. El mundo expone la debilidad de ellos y muestra cuán desvalidos están. El mundo, como los filisteos, se burla de ellos, y dice: ‘Ustedes no cuentan para nada, no son tomados en serio’. El mundo se ríe de la iglesia o de los cristianos que en principio tienen cosas en común con él mismo, y por eso puede decir: ‘Nosotros podemos hacer su trabajo mejor que ustedes’. De esta manera, vemos que el mundo es primordialmente el instrumento para exhibir o exponer la debilidad de los cristianos, simplemente porque hay esa base común.

El camino de la fortaleza espiritual

a) Una vida de fe en separación hacia Dios

En ese punto de su historia, en ese estado de cosas, es introducido David. Contra Saúl que es un tipo del principio del mundo en la Iglesia, David es puesto en escena, y tenemos estas tres reuniones en torno a él. Ellas son muy significativas en relación a lo que estamos diciendo. David representa separación hacia Dios y una vida de fe. Israel había dicho: «…constitúyenos un rey… como tienen todas las naciones». ‘Queremos algo visible en que descansar, algo que podamos ver y considerar con nuestros sentidos, algo tangible, algo totalmente opuesto a la vida de fe’.

El Señor dijo: «…a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos» (1 S. 8:7). Ellos se volvieron de una vida de fe. David es introducido como el principio de fe de Dios que requiere la separación del principio del mundo, el espíritu del mundo, la mentalidad del mundo. Entonces no es raro que David, habiendo sido tan claramente señalado por Dios como aquel con quien Dios estaba y con quien Él se había comprometido, sea, por Su soberanía, puesto en una posición que será la situación de prueba para el pueblo de Dios. Él proporciona una prueba suprema acerca de si estas personas realmente están siguiendo a Dios o siguiendo a Saúl; yendo con el cielo o con la tierra; andando en el Espíritu o en la carne. David viene a ser ahora la prueba de la espiritualidad – de la espiritualidad real.

En el primer pasaje lo encontramos en la cueva en el desierto – esto es, el lugar exterior, espiritualmente fuera, rechazado; el lugar apartado del sistema mundano que había capturado al pueblo de Dios; apartado de ese orden meramente tradicional de cosas que eran sólo exteriores, en forma y ordenanzas, pero no algo del corazón. David fue puesto fuera de eso en el desierto, y por supuesto él fue repudiado por todo el sistema oficial, que estaba positivamente contra él – si era posible, para su destrucción.

Así que la primera cosa que se planteó al pueblo de Dios fue la cuestión de su discernimiento, el discernimiento acerca de dónde estaba Dios realmente –con Saúl o con David– y acerca de dónde se satisfarían sus necesidades espirituales más profundas. Yo pienso que es desafortunado que la palabra hebrea se haya traducido ‘descontentos’ en el texto. Habría sido mucho mejor mantener la interpretación marginal en el texto – ‘amargados de alma’.

Es común que muchas personas hablen despectivamente de un lugar como una ‘cueva de Adulam’, implicando que es un lugar de muchas personas descontentas y airadas que no pueden seguir con los demás. Pero darle ese tipo de significado es dejar de lado toda la importancia espiritual de esto. Dios ha tenido que hacer esta clase de cosas una y otra vez. Cuando la Iglesia ha partido de una posición puramente espiritual, celestial, una verdadera vida de separación hacia Él, se ha encontrado con que la mayoría no estaba lista para tal posición. Sólo una minoría estaba lista, y entonces la gente ha dicho de ellos: ‘Oh, ésa es una cueva de Adulam, hay muchas personas descontentas’. No, ellos estaban amargados de alma, e incapaces de cumplir sus obligaciones espirituales; en deuda porque la provisión para la competencia espiritual había estado perdida a causa de que algo bastante falso había ganado posiciones entre el pueblo de Dios. Ésa es una verdadera posición espiritual.

Pero aquí estaba David fuera de todo ese sistema del mundo que había cazado al pueblo de Dios. Había una interrogante de si el pueblo del Señor podría discernir; y los que discernieron fueron hacia David a un lugar de fe.

b) Unión con Cristo en la muerte

Lo que quiero decir aquí en primer lugar es que esta posición en el desierto, y todo lo que involucró para David y para los que fueron a él, representa clara y positivamente la unión del creyente con Cristo en la muerte. Aquellos otros han estado gloriándose en ese compañero maravilloso, Saúl, gloriándose en la idea de él acerca de un gran reino. Era una cosa mundana, conforme al pensamiento de las naciones.

Pablo dijo: «Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gál. 6:14). Es esa unión con Cristo en la muerte al espíritu y al sistema del mundo, a toda la tendencia del mundo que constantemente está invadiendo la Iglesia, como los filisteos que vinieron una y otra vez con sus principios mundanos, causando problemas y trayendo al pueblo del Señor a un lugar donde Él no podría seguir con ellos ni comprometerse con ellos.

Aquéllos que salieron a David tomaron una posición aparte, y representan a las personas verdaderamente espirituales que toman su lugar en ese aspecto de la Cruz que significa la muerte a todo aquello. La vida de David estaba puesta a precio, y los que se le reunieron se volvieron fugitivos con él y realmente, desde cierta perspectiva, ellos renunciaron al mundo. Perdieron su posición y todas sus esperanzas en ese reino. Renunciaron a su vida y asumieron todos los riesgos implicados en su asociación con David.

c) Unión con Cristo en la resurrección

El segundo pasaje, al principio de 1 Crónicas 12, nos trae a Siclag. No nos detendremos para analizar cómo David entró en posesión de la ciudad, pero aquí vemos que en Siclag había otra división para David. Lo que sabemos de Siclag es que mientras David y sus hombres estaban lejos por un día, los amalecitas hicieron una incursión en la ciudad y capturaron todo, esposas y niños y todas las posesiones; luego pusieron fuego a la ciudad y se fueron.

Cuando David y sus hombres regresaron, encontraron todo perdido o destruido. Ellos lloraron, dice, «hasta que ya no tuvieron fuerzas para llorar». Era una situación muy seria y crítica. Verdaderamente era el lado de la muerte. Pero entonces dice: «David se fortaleció en el Señor su Dios», y él preguntó al Señor si debía perseguir a los amalecitas, y el Señor dijo: ‘Sí, anda’. El Señor soberanamente le facilitó darles alcance a los amalecitas, para que él recuperara todo (1 Samuel 30:1-31).

Esta es otra etapa en la verdadera vida y plenitud espiritual. Para mí, ésta corresponde a la carta a los Romanos. En los primeros capítulos de esa carta encontramos todo estando perdido. Desde los primeros versos, es notorio este movimiento para descubrir algo que ha sido perdido en Adán, y al llegar al final del capítulo 5, alcanzamos el punto donde todo está perdido. El capítulo 6 trae la Cruz, y de allí en adelante vemos que todo está siendo recuperado.

Todo lo que estaba perdido es recuperado a través de la Cruz. En el capítulo 8, hay una recuperación plena, y vemos que la creación entera, que estaba sujeta a vanidad, es recuperada. Todos los que estaban perdidos a causa del pecado de Adán ahora han sido recuperados, y éste es el lado de la resurrección de la Cruz. La muerte siempre va con él. El Señor nunca pasa por alto el lado de la muerte – que en Adán, en el mundo bajo el juicio, todo está perdido. En el caso de David, vamos desde el desierto a Siclag en el lado de la muerte, pero entonces aquí damos un paso adicional a la recuperación de todo en resurrección.

David se fortaleció en su Dios. El Señor dijo: «Persíguelos… dales alcance y recuperarás todo». Ese es el otro lado. Hay unión de resurrección con el Señor Jesús así como la unión de muerte. No se trata sólo de tomar la posición de muerte con Cristo y quedarnos allí; debemos pasar al otro lado. El avance espiritual significa asirse de Cristo resucitado para recuperar todo lo que ha estado perdido: y ha sido recuperado. Es una recuperación plena.

d) Unión con Cristo en los lugares celestiales

Pasemos al tercer pasaje, en la segunda parte de 1 Crónicas 12. «Y este es el número de los principales que estaban listos para la guerra, y vinieron a David en Hebrón». El tercer paso es Hebrón. El nombre significa Liga o Compañerismo. Se dice de Hebrón que era una ciudad muy antigua. Su historia se pierde en las brumas de la antigüedad, como si fuese de fuera de este mundo. Esta es espiritualmente una posición muy avanzada.

¿A dónde llegamos nosotros a través de la muerte y la resurrección? ¿Cuál es la próxima posición? Ciertamente está en los lugares celestiales. Ahora se presenta ante nuestros ojos la soberanía del Señor Jesús entronizado. Es aquí cuando ellos hacen rey a David. Toda la cuestión de Su exaltación y gobierno celestial como desde fuera de este mundo viene ante nosotros cuando llegamos a Hebrón. Yo pienso que ustedes ven muy claro lo que esto significa.

Pasamos ahora de Romanos a Efesios. Son «…los lugares celestiales en Cristo Jesús». Dios, «resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra…» (1:20, 21). David está llegando ahora al trono, y allí se le reúnen muchos para devolverle el reino – en Hebrón.

Aquí vemos, en tipo, a la Iglesia en los lugares celestiales – el compañerismo que es de fuera de este mundo, de una naturaleza verdaderamente espiritual; la unión con Cristo en ascensión en los lugares celestiales, donde Él es, absoluta e indiscutiblemente, el Señor.

Él es hecho Rey. Él es «…por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo» (Efesios 1:22-23). Bien, aquí es algo más que una sociedad o institución terrenal, algo más que una compañía del pueblo de Dios como una congregación en la tierra. Es esa cosa que viene de la antigüedad, de «antes de la fundación del mundo». «…nos escogió en él antes de la fundación del mundo» (Ef. 1:4) – la Iglesia de los eternos consejos de Dios. Es una posición celestial, una cosa celestial, un compañerismo celestial que ha roto su contacto en espíritu con todo este sistema del mundo aun como es encontrado en la Iglesia.

Y en Hebrón vemos que ellos tuvieron un tiempo precioso. Siete días festejaron, comieron y bebieron, y luego quisieron tener otros siete días. Con alguien que ha gustado el compañerismo real y celestial, no hay preguntas como: ‘¿Adónde perteneces tú? ¿A qué denominación, secta o asociación?’. Ellos han dejado todo eso atrás; han entrado en un reino donde Cristo es Señor único y absoluto. Si tú gustas esa clase de fraternidad, querrás seguir avanzando. ¡Estás listo a excusar a Pedro por querer hacer las tres enramadas! ‘No retornemos a los negocios, ¡quedémonos aquí para siempre!’. Es así como hemos de sentirnos.

Por supuesto, tenemos que retomar nuestro trabajo, pero en lo que estamos pensando no es en una conferencia durante siete días «en los lugares celestiales» para luego dejar nuestra posición celestial y reasumir la vieja terrenal. ¡No! Este debe ser la conciencia permanente de la vida del pueblo de Dios. Tú tienes que retomar tus asuntos, pero todavía puedes estar en el bien espiritual de la comunión celestial del pueblo del Señor, y debes perseverar en ello.

La próxima fase debería ser Jerusalén. Cuando el Señor ponga en la tierra algo de lo que hemos estado hablando, tú puedes esperar su venida dentro de poco. Jerusalén será la próxima cosa.

«A Witness and A Testimony», Vol. 28-2, 1950.