Cuando oímos la palabra ‘disciplina’ solemos reaccionar en contra de ella; pero si realmente entendemos lo que ella significa cambiaremos de actitud.

Lecturas: Hebreos 12: 7-11, 1ª Corintios 9:24-27, 5:1-8.

Cuando usted oye la palabra ‘disciplina’, probablemente reacciona contra ella. Tenemos un sentimiento negativo hacia la disciplina, como si fuera algo terrible. Pero, queridos hermanos y hermanas, si realmente entendemos lo que es la disciplina, creo que cambiaremos nuestra actitud.

Básicamente, la palabra disciplina significa entrenar; es un tipo de entrenamiento para niños. Es un entrenamiento con el propósito definido de lograr algún carácter especial o conducta que será un perfeccionamiento moral y mental. Incluso la palabra disciplina viene de la palabra discípulo y también alude a la instrucción, o conocimiento de un alumno, esto es, un discípulo. Así, en total, eso es lo que la palabra disciplina realmente significa.

La disciplina no es una palabra terrible, realmente es una buena palabra, porque a través de la disciplina nosotros estamos siendo ejercitados, madurados, y estamos llegando a algo que agrada a Dios. Cuando usted lee la Palabra de Dios, encuentra que la disciplina es algo necesario para nosotros. Incluso cuando Dios creó al hombre y lo puso en el Jardín de Edén, lo puso bajo disciplina, porque Dios proveyó todo para el hombre, y le dijo que él podía comer del fruto de todos los árboles, excepto uno, el árbol del conocimiento del bien y del mal. Ahora, ¿por qué Dios le proveyó todas estas cosas, y lo puso bajo una limitación? Él lo puso bajo disciplina, porque quería entrenar a ese hombre para que pudiera crecer en madurez.

Todos sabemos que cuando el hombre fue creado, físicamente él era totalmente maduro, pero en lo que concierne al significado de adultez, él todavía era un bebé. Él necesitaba crecer, y la única manera de crecer era ser puesto bajo disciplina. Si él obedecía a Dios, se sometería a su autoridad, y entonces crecería y sería lo que Dios había propuesto que el hombre fuese. Pero desgraciadamente, él se rebeló contra la disciplina bajo la que Dios lo había puesto y debido a eso, cayó en pecado. Pero, cuando el hombre entró en pecado, la mano disciplinaria de Dios vino sobre él.

Nosotros podemos pensar que es un tipo de castigo; pero, hermanos y hermanas, igual la mano disciplinaria de Dios tiene el propósito de la restauración y recuperación. Porque con la medida disciplinaria, Dios le dio una promesa al hombre: la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente; en otras palabras, la salvación del hombre estaría en la simiente de la mujer. Si el hombre se sometía bajo la mano poderosa de Dios, esperando la simiente de la mujer que vendría, y confiara en esa simiente, él sería salvo. No sólo sus pecados serían perdonados, sino aun él recibiría la vida del árbol de vida que perdió al principio. Él sería totalmente recuperado para el propósito de Dios.

Gracias a Dios, cuando nosotros creímos en el Señor Jesús, nuestros pecados fueron perdonados, recibimos vida eterna, y fuimos hechos niños de Dios. Entonces, como niños de Dios necesitamos disciplina, porque es sólo a través de la disciplina que podemos crecer en madurez en nuestra vida espiritual. Así que espero que nuestra reacción ante la disciplina cambiará. En lugar de ser temerosos de la disciplina, pienso, si somos buenos niños de Dios, debemos dar la bienvenida a su disciplina.

En la palabra de Dios hay tres niveles o direcciones de disciplina: primero la disciplina de Dios – una disciplina de nuestro Padre celestial; en segundo término, una autodisciplina – una disciplina que debemos realizar por nosotros mismos; y, en tercer lugar, la disciplina de la iglesia – la disciplina en el cuerpo de Cristo.

La disciplina de Dios

Consideremos primero la disciplina de Dios, que viene de nuestro Padre celestial. En el capítulo 12 de Hebreos, usted encontrará que, como niños de Dios, estamos en una pista de carrera; y corremos contra la corriente del mundo. Estamos corriendo hacia el cielo, hacia nuestro Señor Jesús y vamos a ganarlo a él y toda su plenitud. Cuando estamos corriendo como peregrinos en esta tierra, recuerde que estamos corriendo contra la corriente de esta tierra, y por eso, no podemos escapar de todo tipo de contradicciones, sufrimientos, tribulaciones, dolores, oposiciones y hostilidades.

Hay cosas que están aparentemente contra nosotros, intentando tirarnos hacia abajo, para ser conformados a la hechura de este mundo. Eso es lo que el mundo está intentando hacernos. Pero la vida dentro de nosotros nos insta a proseguir adelante hacia la meta celestial.

Cuando estemos bajo ese tipo de forcejeo o batalla, pensemos en nuestro Señor Jesús. Olvidemos todo y miremos a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Pensemos en nuestro Señor, cómo él batalló contra el pecado aun hasta la muerte, aun hasta la sangre. Nosotros no hemos llegado todavía a ese punto, y por eso nos anima a que le sigamos. Nunca permitamos que lo que nos pasa en esta vida nos tire hacia abajo, sino en medio de la batalla miremos a Jesús, y encontraremos que Su gracia nos es suficiente.

Esto es lo aparente; lo que puede verse. Esto es lo que encontramos en nosotros. Pero detrás de lo visible, de todo lo que parece oponérsenos, preocupándonos, está nuestro Padre celestial; y porque él nos ama tanto, él nos ama como sus hijos, él nos disciplina. Él está usando todas esas fuerzas de oposición para ejercitarnos y crecer en nuestra vida espiritual.

Hermanos y hermanas, nosotros necesitamos ver esto. A menudo, cuando nuestros ojos sólo están en nuestras circunstancias, desmayamos y nos cansamos, pero si sabemos que detrás de todo está nuestro Padre celestial, que él sabe todo, que él sabe qué está pasando, y en cierto sentido, que todo está dispuesto por nuestro Padre celestial … A veces llamamos a esto la disciplina del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo dispone y ordena nuestras circunstancias. Nada nos sucede sin el conocimiento de nuestro Padre celestial.

Nuestro Señor Jesús nos dijo repetidamente, que aun nuestros cabellos han sido contados. No hay nadie, ni siquiera nuestros padres terrenales –que nos aman muchísimo– que puedan contar nuestros cabellos. Pero piense en nuestro Padre celestial. Su amor es tan delicado, su amor es tan profundo que él sabe cuántos pelos tiene usted en su cabeza. No sólo él sabe cuántos son, sino que los ha enumerado uno a uno.

A nosotros, los niños de Dios, no hay nada que nos venga por casualidad: la familia a la que usted pertenece, los hermanos y hermanas que tiene, sus colegas de trabajo, sus compañeros de estudios, son todos puestos por el Espíritu de Dios con amor. Es el amor del Padre celestial que dispone todo. Él nos entrena, él nos instruye para que podamos crecer totalmente.

Por consiguiente, la exhortación es que cuando usted está bajo la disciplina del Padre, no desprecie su disciplina. ¿Qué queremos decir con no despreciar la disciplina del Padre celestial? Significa que cuando su Padre está disciplinándolo y entrenándolo, no lo resista, no lo rechace. Recíbalo en el corazón, entréguese a él y tenga tratos con su Padre celestial cuando él está tratando con usted.  Nuestro Padre celestial está entrenándonos cada momento. No hay un día que pase sin ello. ¿Está usted asustado de su disciplina? Usted no puede escapar, porque usted es su niño. Él lo ama. Así, cada instante de sus días, su disciplina está sobre usted.

Pero desafortunadamente nosotros la menospreciamos. No vemos su mano, sólo vemos el problema, la dificultad, las personas, las cosas que nos pasan. No vemos la mano de nuestro Padre y debido a esto, no aprendemos la lección; murmuramos, nos rebelamos, estamos enfadados. Nuestro enfoque está en el hombre, en las cosas y en los sucesos y cuando hacemos eso, despreciamos la disciplina de nuestro Padre. Si nosotros hacemos eso, él nos ama tanto que arreglará otra circunstancia similar para ponernos de nuevo en la misma situación, y si usted todavía no aprende, tendrá que repetirla.

Hermanos y hermanas, ¿se han preguntado ustedes por qué estas cosas les suceden tan a menudo? Es porque han despreciado la disciplina de su Padre celestial. Queridos hermanos y hermanas, cuando suceda alguna cosa, tómela en el corazón, llévela al Señor, ore sobre eso, busque al Señor. ¿Hay alguna lección que su Padre celestial está intentando enseñarle? Humíllese bajo la poderosa mano de Dios. Sólo de esta forma crecemos en nuestra vida espiritual. No hay otra vía. El verdadero crecimiento espiritual no es el incremento del conocimiento mental, sino el aumento de conocimiento en el corazón y eso quiere decir que usted tiene que aprenderlo por el corazón.

No menosprecie la disciplina de su Padre celestial, ni desmaye bajo su segura mano disciplinaria. A veces desmayamos, cuando es demasiado y no podemos resistirla más, pero, hermanos y hermanas, nosotros desmayamos porque sólo vemos la presión – no vemos que la presión nos ensanchará. No vemos que cuando nosotros llegamos al final de nuestra fuerza, entonces su fuerza empieza en nosotros. Su gracia es suficiente para nosotros; si sólo le miramos a Él. No hay nada demasiado duro, no hay nada demasiado pesado. No es el propósito de su Padre celestial que usted sea presionado y sea aplastado. Su voluntad es que usted sea ensanchado y completado. Así que, amados hermanos y hermanas, damos gracias a nuestro Padre celestial.

Ahora, cuando usted realmente vea esto, su actitud entera hacia la disciplina cambiará. Usted estará agradecido en lugar de murmurar, rebelarse y preguntar por qué. Usted se someterá humildemente bajo su mano poderosa para que pueda aprender las lecciones que él desea que usted aprenda. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo”. Sería falso si decimos que nos regocijamos y estamos muy contentos bajo su disciplina. No, el momento de la disciplina, no es causa de gozo, sino de pesar. Nosotros sentimos dolor, pero después rendirá fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Ahora, si usted no es ejercitado por ella, es decir, si usted menosprecia la disciplina del Señor, o si usted desmaya bajo ella, entonces no rendirá fruto.

Este es el primer nivel de la disciplina. Ninguno escapará de esto. Si usted puede escapar, usted no es un hijo, sino un bastardo, y yo creo que nosotros no lo somos. ¡Gracias a Dios por eso!

La autodisciplina

Junto con la disciplina de Dios, está la autodisciplina. En Gálatas 5:23, con respecto al fruto del Espíritu, el último en ser mencionado es la templanza (dominio propio). Ahora, si es autodominio, ¿cómo puede decirse que es fruto del Espíritu? Así que se muestra aquí la relación entre el autodominio y el control del Espíritu. De hecho, el autodominio es una cooperación de nuestra parte – nosotros cooperamos con el Espíritu en su control. Él está controlándonos y cuando él intenta controlarnos, nosotros respondemos, nosotros cooperamos con él, y a eso se llama templanza o autodominio.

Hermanos y hermanas, en 1ª Timoteo capítulo 4, el apóstol Pablo dice: “…el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha”. Este ejercicio espiritual es beneficioso, no sólo en esta edad, sino incluso en la edad venidera. Nosotros necesitamos el ejercicio físico, porque es importante para la salud. Nosotros crecemos no sólo comiendo, bebiendo y durmiendo, sino también a través del ejercicio físico. Por esa razón vemos que los niños son tan activos; es porque ellos están creciendo.

Esto es bueno, pero es temporal. Sin embargo el ejercicio espiritual –ejercitarse para la piedad– no sólo es provechoso para esta vida, sino también para la venidera. Ahora, ¿qué queremos decir por ejercicio espiritual? Hermanos y hermanas, ¿nos ejercitamos nosotros espiritualmente todos los días? ¿Coopera nuestro espíritu con el Espíritu Santo en tal ejercicio para la piedad? Cuando el Espíritu Santo toca la conciencia de nuestro corazón, ¿cómo respondemos nosotros? ¿Está nuestro espíritu ejercitado para responder a la voz del Espíritu en nuestra conciencia, de manera que oímos y obedecemos?

Nuestra conciencia acusa o excusa. A veces nuestra conciencia nos acusa: somos culpables de algo que hemos hecho. Muy rara vez nuestra conciencia nos excusa y dice que estamos bien. Cuando crecemos en el Señor, nuestra conciencia nos excusará más de lo que nos acusa. Ésa es una señal de crecimiento. Cuando el Espíritu Santo toca nuestra conciencia y nuestra conciencia está trabajando, o bien nos acusa o nos excusa. Ahora, cuando lo hace, ¿se ejercita usted mismo?

Escuche la voz del Espíritu, y si usted se ejercita, usted caminará por la senda de rectitud.  Esta es la única manera en que podemos andar en justicia. ¿Cómo podemos caminar rectamente ante Dios en nuestra vida diaria? ¿Cómo sabemos que esto es correcto o esto está equivocado? No por norma humana, no por costumbre, sino por el Espíritu Santo que toca nuestra conciencia. Si seguimos la voz de nuestra conciencia, caminaremos por la senda de justicia, en otras palabras, somos rectos ante Dios. Nuestra conciencia está en paz y no nos acusa. ¡Cómo necesitamos la sangre de nuestro Señor Jesús todos los días y a cada momento!

El Espíritu de Dios, como la unción que mora en nuestro espíritu, nos enseña todas las cosas. Vemos en 1ª Juan 2 que su enseñanza es verdadera y no es mentira. La palabra dice: escuche, obedezca la enseñanza de la unción, y permanezca en Cristo. ¿Cómo caminamos nosotros en senda de santidad; en la senda de los que han sido apartados? Es por la vía de la intuición. Nosotros sabemos intuitiva-mente lo que es el propósito de Dios, porque él nos enseña en nuestro espíritu. No es una enseñanza que coleccionamos por información externa; es una enseñanza directa del Espíritu Santo dentro de nosotros.

Si él nos enseña, es verdad, y si obedecemos a la unción, nosotros caminamos por senda de santidad. Esa es la autodisciplina. La gloria de Dios se nos manifiesta, su presencia está con nosotros y si tenemos comunión con él, entonces la gloria se reflejará en nuestras vidas. Nosotros seremos transformados de gloria en gloria y conformados a la imagen de Cristo. Ésa es la forma en que nosotros crecemos en su carácter.

Pero si descuidamos nuestra conciencia, y lo que ella nos habla, continuaremos en pecado y oscuridad. Si no escuchamos la enseñanza de la unción, entonces nos conformaremos al mundo en lugar de santificarnos. Si descuidamos la comunión con nuestro Dios, no seremos transformados de gloria en gloria. Así que necesitamos ejercitarnos. Queridos hermanos y hermanas, ¿es nuestro espíritu un mentiroso durmiente? ¿O está nuestro espíritu en comunión activa con Dios, viendo su gloria día a día y oyendo su voz y enseñanza?

Este tipo de ejercicio y disciplina necesita seguir en nuestro espíritu, y cuando estamos ejercitando nuestro espíritu entonces, según Efesios 3, el Espíritu Santo fortalecerá a nuestro hombre interior y Cristo vendrá y morará en nuestros corazones y nosotros seremos arraigados y cimentados en amor. En otras palabras, es sólo cuando en nuestro espíritu estamos en unión con el Espíritu de Dios en un sentido práctico que la autodisciplina continuará adelante en nosotros. ¡Niéguese a sí mismo, tome su cruz y siga al Señor!

Hermanos y hermanas, si nuestro espíritu no es ejercitado, no sabremos cómo negarnos a nosotros mismos, ni siquiera podremos reconocer lo que es de nosotros. Pero cuando usted realmente está en una comunión viviente con Dios y en cooperación con el Espíritu de Dios, encontrará que incluso en su vida diaria, su alma será tratada, sus afectos serán tratados, su mente, su voluntad y su opinión serán tratados. En otras palabras, negándonos, tomando nuestra cruz y siguiendo al Señor, eso nos librará del pecado, del mundo, de la muerte, de nosotros mismos, de nuestra carne y de nuestro enemigo.

Cuando usted lo hace, alcanzará incluso a su cuerpo. Pablo dijo: Yo golpeo mi cuerpo y esa es una palabra fuerte. Es decir, “golpeo mi cuerpo hasta quedar amoratado”. ¿Por qué? Porque nuestro cuerpo físico, nuestras deseos y pasiones intentan controlarnos, intentan inhibirnos de seguir al Señor. Así que Pablo dijo: “lo pongo en servidumbre”. “No permitiré que mi cuerpo sea mi amo. Él es mi esclavo, no mi amo”. ¿Tenemos nosotros tal disciplina? ¿Se levanta usted temprano por la mañana para tener comunión con Dios? ¿O ama usted su lecho y su cuerpo más que al Señor? Disciplina. Necesitamos disciplina. Cuando venimos a reunión, si empieza a las 10, ¿llegamos a las 10:30? Necesitamos disciplina. Ser puntual es parte de la autodisciplina.

Hermanos, desgraciadamente, nosotros no conocemos la autodisciplina. La vida cristiana es una vida disciplinada. Si no nos disciplinamos bajo el Espíritu Santo y en cooperación con el Espíritu Santo, no estamos caminando como cristianos. ¡Cómo Pablo se disciplinó y cómo nosotros descuidamos la autodisciplina!

No piensen que una vida cristiana es una vida fácil; no puede ser, porque el mundo no se lo permitirá. Una vida cristiana es una vida disciplinada: nosotros estamos bajo la disciplina de Dios y nos disciplinamos en respuesta a Dios nuestro Padre. La autodisciplina es necesaria para nuestro crecimiento espiritual.

La disciplina en el cuerpo de Cristo

En tercer lugar, está la disciplina del cuerpo. Nosotros que hemos creído en el Señor Jesús no somos sólo individuos. Nuestra individualidad nunca desaparecerá; hasta la eternidad tendremos todavía nuestra individualidad, y Pedro todavía es Pedro, Juan todavía es Juan. Incluso en la Jerusalén celestial, los doce fundamentos son doce piedras diferentes. Nuestra individualidad nunca dejará de ser, pero nuestro individualismo necesita ser tratado.

En otras palabras, no somos sólo individuos; después de que fuimos salvos, fuimos puestos en el cuerpo de Cristo, y hechos miembros los unos de los otros. Usted no está solo, usted no es el cuerpo: usted es sólo un miembro. Usted no puede permanecer solo. Usted tiene que estar con los otros miembros del cuerpo. Y estar en el cuerpo significa participar de una disciplina. Todos los miembros de mi cuerpo están bajo disciplina. Si cualquier miembro se hace independiente, entonces la enfermedad entrará, la muerte entrará.

La disciplina es necesaria para que el cuerpo crezca. La ley del cuerpo es amor, y porque hay amor, hay disciplina. No mire ninguna disciplina en términos de su apariencia exterior sino vea más allá de ella, y vea el amor detrás de ella. Nuestro Padre celestial nos disciplina porque Él nos ama tanto. Siendo miembros del cuerpo, nos amamos unos a otros, y porque nos amamos, nos disciplinamos unos a otros.

La disciplina nunca viene del odio, sino del amor. Si usted ama, entonces usted puede disciplinar, pero si usted no ama, ¿se atrevería a hacerlo? Cada miembro de mi cuerpo ama al otro tanto que ellos trabajan juntos para cuidar de sí. La disciplina es cuidado. Intenta instruir, juzgar, entrenar y animar unos a otros y esa es la disciplina del cuerpo. Si usted está en el cuerpo, usted debe esperar disciplina. Es para su bien.

John Darby, en su libro “El carácter y objeto de la disciplina en la Casa de Dios”, clasificó la disciplina en tres áreas. Una es la disciplina fraternal, otra es disciplina paternal y finalmente, la disciplina de la iglesia.

La disciplina fraternal

En Mateo capítulo 18, si su hermano peca contra usted, ¿qué debe hacer? ¿Guardarle rencor? Naturalmente no lo hará. Ustedes son miembros los unos de los otros, y deben perdonar. Cuando usted come demasiado rápido y se muerde la lengua, ¿qué pasa a su lengua? Ella perdona, y luego, todavía trabajan juntos. El amor está detrás. ¿Hay pecado que su hermano pueda cometer contra usted que sea mayor que el que usted cometió contra su Padre celestial? Él lo ha perdonado todo.

Así que, ¿cómo podemos no perdonar a nuestros hermanos y hermanas? Nosotros le debíamos diez mil talentos, y él nos perdonó. Pero nuestro hermano puede debernos sólo cien denarios, ¿cómo no podemos perdonarlo? Si no lo hacemos nosotros, nuestro Padre celestial no nos perdonará.

Así que, si un hermano peca contra usted, ¿qué hace usted? Perdonarlo. Pero eso no es todo, porque el amor camina la segunda milla. Usted ama a su hermano tanto, que si él está en oscuridad y usted está en luz, debe intentar restaurarlo. Ir a él y convencerlo, reprenderlo, mostrarle, instruirlo y ayudarle a que vea. En amor, hable la verdad, no en un espíritu vengativo, y en esperanza usted ganará a su hermano y lo restaurará a la comunión. Ésa es disciplina que conduce hacia la restauración, no hacia la destrucción.

Si él no lo escucha, es su responsabilidad de amor, así que consiga uno o dos hermanos a quienes él respete, y vaya y ruegue con ellos. Ésta es la disciplina fraternal. Si, como hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo, realmente ejercitamos esta disciplina fraternal de unos a otros, desaparece la mayoría de los problemas en la iglesia. La razón de que tenemos tantos problemas es porque todos fallamos en nuestra responsabilidad de amor.

La disciplina paternal

Luego, hay otro nivel. Gálatas 6:1: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre … no sea que tú también seas tentado”. Esto se llama disciplina paternal. Según 1ª Juan, en la familia de Dios, hay niños pequeños, hay jóvenes y hay padres. Hay aquellos que son espiritualmente más maduros; aquellos que conocen a Dios de una manera más profunda.

Si usted ve las cosas más claramente, ha recibido más tratos de Dios y ha pasado por muchas cosas, aprendiendo sus lecciones, sus ojos están abiertos, y cuando usted ve a cualquier hermano o hermana cayendo en alguna falta, ellos no lo perciben, pero usted lo ha experimentado antes, usted ha pasado por ese camino antes, y sabe lo que es y cómo salir de él. Es su responsabilidad de amor restaurar a ese hermano. Usted no puede permanecer indiferente y permitir a ese hermano caer. Tiene que ir a restaurarlo, pero con un espíritu de mansedumbre. No vaya a él con arrogancia: “Yo lo sé mejor, tú estás en falta, arrepiéntete”, como si usted fuera el juez. No, usted no es mejor que él; es la gracia de Dios.

Dios no lo ha puesto como juez, no, vaya con un espíritu de mansedumbre. Humíllese ante su hermano, dígale que también usted ha pasado por una cosa similar, y lo que el Señor le ha enseñado. Intente restaurarlo, pero al mismo tiempo sea temeroso de que también usted no caiga en tentación. A veces cuando usted trata con otro hermano, usted cae en tentación. Usted está intentando rescatarlo, pero usted cae en la trampa: se pone enfadado y arrogante, empieza a despreciar a su hermano. Usted también ha caído. Tenga cuidado de ello.

Esa es la disciplina paternal. Cómo necesitamos padres y madres en la Casa de Dios que puedan realmente cuidar de aquéllos que son débiles y más jóvenes en el Señor.

La disciplina de la iglesia

Ahora, si se ejerce disciplina fraternal y paternal en la iglesia, la iglesia no tiene casi ninguna necesidad de ejercer disciplina. Todo está cuidado, y así es como debe ser. La disciplina de la iglesia es el último recurso. Usted no entra livianamente en la disciplina de la iglesia. ¡Quiénes somos nosotros, pecadores perdonados, para ponernos como jueces de nuestros hermanos y hermanas! Que ese espíritu nunca entre en nuestras vidas.

Nosotros somos tan pecadores como los demás, y cuando se ejerce la disciplina de la iglesia, no sólo es aplicada sobre cierto hermano o hermana, sino que al mismo tiempo toda la iglesia está bajo disciplina. En otras palabras, la iglesia entera está en arrepentimiento, en un espíritu afligido, dolorido y contrito, porque cuando un miembro cayó, el cuerpo entero sufrió. Ése es el tipo de espíritu. No es que un miembro será disciplinado y usted está de pie justificado ante Dios. Usted está en la misma posición.

Humíllese ante el Señor: el fracaso de este hermano es mi fracaso. La iglesia entera está en ese espíritu, y sólo en ese espíritu puede ser ejercida la disciplina. Esa es la razón por la cual Pablo tiene que avivar la conciencia de la iglesia, para disciplinar al hermano que ha pecado tan gravemente. Ni siquiera el mundo tiene tal pecado, pero la iglesia piensa que ellos están bien; ellos son liberales y tolerantes, no tienen cuidado. La iglesia entera necesita estar bajo convicción, ya que es nuestro descuido, es nuestro pecado. Si un hermano está en pecado, entonces todos nosotros estamos en pecado y todos nosotros lloramos ante el Señor. Es en ese espíritu que ese hombre que no se arrepiente es cortado de la iglesia. Y aun eso es para restauración, para que su espíritu pueda ser salvado, y él pueda arrepentirse. Si se arrepiente, recíbalo de vuelta, con amor. Hermanos y hermanas, esa es la atmósfera de la disciplina de la iglesia.

El Señor nos ayude y nos permita comprender que necesitamos la disciplina. Necesitamos que nuestro Padre celestial nos discipline; de otra manera seríamos bastardos. ¿Le pedirá usted que lo discipline? Luego, ¡cuánto necesitamos la autodisciplina! Si no, nos perderemos y detendremos el crecimiento. ¡Y cómo necesitamos andar con temor y temblor cuando tocamos el tema de la disciplina de la iglesia, la disciplina del cuerpo! Si hay bastante amor, puede hacerse.

Que el Señor nos ayude.

Síntesis de un mensaje oral.