Una tercera cosa tratada por Pablo en la primera carta a los Corintios, y que deja entrever el nivel de inmadurez de la iglesia, tiene que ver con los dones espirituales, y está registrada en los capítulos 12, 13 y 14. En relación a esto, una primera señal de infantilismo es pensar que el don que cada uno tiene es el mejor. Por eso Pablo enfatiza tanto, en el capítulo 12, la idea de la diversidad (v. 4). No es un solo don, sino muchos los que Dios ha dado a la iglesia, y todos deben funcionar coordinadamente, y sobre todo, para la edificación del cuerpo.

Pablo menciona nueve dones del Espíritu, y los ubica en el contexto del cuerpo. En seguida, prosiguiendo el razonamiento, toca el tema del amor. Si no tenemos amor, veremos solo nuestra parcela individual, y no veremos la importante función de los demás. Ningún don se basta a sí mismo, si no va impregnado en amor, porque el amor lleva al creyente a salir de sí mismo para volcarse hacia los demás.

Finalmente, el razonamiento de Pablo nos conduce a la profecía. El capítulo 14 gira enteramente en torno a este asunto. Partiendo de los dones, y siguiendo por el amor, se llega a la profecía. El versículo 1 pone en orden los tres asuntos: «Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis«.

La profecía es el objetivo de Pablo. Mediante la profecía, todo el cuerpo edifica a todo el cuerpo. A diferencia de los dones del Espíritu –que no todos tienen– todos sí pueden profetizar, todos tienen algo que han recibido de Dios para poner delante de los demás.

El funcionamiento de los dones entre los corintios parecía ser un ejercicio vanidoso y egoísta. En cambio, la profecía tiene la ventaja de tocar a los demás creyentes, en un doble aspecto: el del espíritu y el del entendimiento (vv. 14-16). Mediante la profecía se edifica a los santos, al tiempo que se convence a los incrédulos que eventualmente pudieran estar presentes en las reuniones de la iglesia.

El uso de los dones, así como la profecía, deben tener como única meta la edificación de la iglesia. Si no cumple con ese objetivo, será un simple ejercicio vacío de sentido. El punto central es: la iglesia es edificada por la iglesia. Así como los corintios debían ver la pluralidad en el ministerio apostólico (no solo Pablo, sino Apolos y Cefas), en cuanto a la edificación de la iglesia también; no solo un don, sino muchos, no solo un miembro, sino muchos, no solo un profeta edificando a la iglesia, sino que todos son profetas llamados a edificar y evangelizar.

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