…y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios».

– Efesios 3:19.

Uno de los grandes objetivos de la oración de Pablo en el capítulo 3 de Efesios –esa oración que realizó de rodillas, por lo trascendente y sentida– es que los efesios conocieran el amor de Cristo. Este amor, nos dice, por un lado, excede a todo conocimiento, y, por otro, permitirá a los creyentes, en conjunto, alcanzar la plenitud de Dios.

Conocer, en términos bíblicos, no es un ejercicio mental, sino una realidad experimental. En el Antiguo Testamento leemos en muchas ocasiones expresiones como ésta, referida a Adán y Eva: «Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz…» (Gén. 4:1). ¿A qué se refiere esta expresión? Evidentemente a la relación matrimonial, porque como consecuencia de ella, Eva quedó embarazada. A través del acto marital, el hombre y la mujer llegan a ser una sola carne.

En Amós 3:2 dice el Señor a Israel: «A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra». Esto no se refiere a un conocimiento intelectual –porque ese conocimiento de Dios es absoluto–, sino experimental, porque solo con Israel Dios había tenido tratos como de Esposo a esposa. Así también, el que se une al Señor es un solo espíritu con él (1ª Cor. 6:17).

Ahora bien, esta es la clase de conocimiento del amor de Cristo que excede a todo conocimiento: un conocimiento experimental. Por eso es superior a todo otro conocimiento. Las ciencias procuran un conocimiento acerca de todas las cosas, pero tal cosa es un mero ejercicio del intelecto, donde no están involucradas las partes más íntimas y espirituales del ser humano.

Los hijos de Dios no necesitan ir a la universidad, ni obtener un doctorado para ser ‘doctores’ en este conocimiento. Basta que su hombre interior sea fortalecido; que habite Cristo por la fe en sus corazones; basta que le conozcan, con todos los santos, en sus maravillosas dimensiones, y entonces el amor de Cristo se desplegará para ellos para alcanzar toda la plenitud de Dios.

La plenitud de Dios no se alcanza por medio del conocimiento teológico, ni menos filosófico, pues ambos utilizan los recursos de una mente caída, no renovada por el espíritu. Solo la vida de Dios; solo el espíritu de revelación; solo el fortalecimiento del hombre interior por el cual Pablo oraba puede permitir alcanzar tal objetivo. Si le fuera posible al hombre obtenerlo, Pablo no hubiera orado de rodillas a favor de los efesios.

Toda oración es expresión de necesidad, carencia, pequeñez y limitación. Si así no fuera, el creyente no necesitaría orar. Bastaría que se lo propusiera y ya. Pero si Pablo ora de esta manera, ¿qué queda para nosotros? El conocimiento del amor de Cristo es el amor práctico, palpable, que no solo habla bien, sino que hace bien a todos. Y este conocimiento se alcanza en medio de la iglesia, con todos los santos.

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